Gabriel
Empecé a sentirme nervioso con la mirada de Manuel fija en mí, pero no quería que me soltara; que se alejara de mí. Quería que se quedara así conmigo todo el tiempo que fuera posible. Las voces de mi papá y de Basilio hicieron que apartara mi mano de las suyas y mirase por encima de su hombro con miedo a que nos vieran, así noté la presencia de María, que nos miraba desde la puerta del pasillo, ella me había indicado dónde estaba el Padre Manuel, pero no creí que estaría por acá todavía. Me aparté para dirigirme, con la cabeza agachada, al pasillo, donde mi papá y el Padre Basilio estaban sacando las cajas. Guardé la cadena en su paquetito de papel antes de meterlo en el bolsillo de mi pantalón. Me metí en el cuarto del Padre Basilio y empecé a sacar lo que quedaba. En realidad, no eran demasiadas cosas, mi papá podría haberlo sacado solo, pero, seguramente, quería que yo hiciera un buen papel frente a Manuel, que nos observaba mientras hablaba con su antecesor. Llevamos las cajas hasta la camioneta que le habían prestado a mi papá para ayudar al Padre. Una vez todo hecho, y después de las despedidas correspondientes de las Hermanas, las novicias y Manuel, se fueron. Por mi parte, salí de la parroquia para ir directamente a mi casa, mi mamá me esperaba para guardar el regalo que le iba a hacer a mi prima. Se había tomado unos cuantos días en el trabajo para poder visitar a su hermana. Cuando llegué, fui directamente al cuarto, donde ella hablaba por teléfono, saqué el paquetito y se lo di, me sonrió gesticulando un "gracias" antes de volver a concentrarse en la llamada. Salí para dirigirme a mi habitación. Noé dormía en mi cama como siempre, ni siquiera me prestó atención cuando entré. No paré demasiado en él, me senté frente a la computadora y la encendí mientras sacaba mi celular. Iba a enviarle un mensaje a Facu, estaba seguro que querría saber lo que había pasado, pero, al final, me arrepentí, era algo que me gustaría mantener en secreto, al menos por ahora. Dejé mi celular en el escritorio y miré mi mano sonriendo. Era justo como lo había imaginado, sus manos eran bastante grandes comparadas con las mías, eran cálidas y suaves. Entrelacé mis dedos imaginando que lo hacía con su mano. De repente, una pregunta se cruzó por mi cabeza: ¿por qué me miraba tanto? Me levanté y me acerqué al espejo que colgaba en la puerta de mi placar. Me veía como siempre; me había vestido como siempre. ¿Qué era lo que veía en mí, entonces? Me giré de nuevo al escritorio con la mirada clavada en mi celular. Quería guardarme el secreto por ahora, pero también quería que Facu me diera alguna respuesta. Hinché las mejillas meditando qué era lo mejor. Decidí, al final, guardarme para mí las sensaciones que tuve. Volví a sentarme frente a la computadora, está vez, Noé se subió a mis piernas y se acomodó esperando que lo mimara. Acaricié su cabeza escuchando su ronroneo. Mientras, entré a YouTube y busqué algo para mirar, o esa era mi intención antes que unos toques en la puerta me distrajeran. Alcé a Noé contra mi pecho como su fuera un bebé, me levanté y fui hasta la puerta para abrirla, del otro lado estaba mi mamá.
—Dejá de mimar a ese gato, Gabi —solté una risita—. Ya me voy, hijo, cuidate y cuidá a tu padre.
—Sí, ma —dejé a Noé en el suelo para abrazarla con fuerza—. Vos también cuidate. Y abrazá a la tía y a la bebé por mí.
Asintió, se separó de mí y me besó en la mejilla. De repente, resonaron unos bocinazos desde la calle, ella fue hasta la ventana y después me miró pidiéndome que trajera su bolso, obedecí llevándolo hasta el remís que la iba a llevar a la terminal. Cuando todo estuvo listo, volví a abrazarla. No solía ser muy apegado a mi mamá, pero no tenerla por unos días me resultaba extraño, aunque no estuviera más de unos días; siete exactamente. Me quedé en el portón hasta que el auto desapareció de mi vista. Solté un suspiro pesado, ahora iba a tener la casa para mí más tiempo, no estaba seguro qué tan bueno era eso en estos momentos. Podía pasármela con Facu, pero él no podía estar acá todo el tiempo, tenía una vida, así, mi cabeza iba a empezar a molestar. Volví a entrar a mi casa y a encerrarme en mi habitación. Me acomodé en la silla del escritorio reclinándome en el respaldo. Miré mi mano de nuevo sintiendo como si Manuel la sostuviera todavía, sentía el calor y la suavidad de su piel. No era para nada parecidas a las de Mateo, que eran un poco más chicas y ásperas. Pensé en cómo se sentiría besar al Padre, me preguntaba si sus labios eran igual de suaves. Me obligué a dejar de pensar en eso, no quería que mi mente comenzara a trabajar de más. Decidí ponerme a terminar uno de los últimos trabajos del instituto.
Un par de horas después, terminé con la tarea por fin. Me estiré apartando la silla del escritorio. Estaba cansado, me dolía la cabeza y el estómago me rugía del hambre, había estado tan concentrado en terminar de una vez que ni siquiera me había preparado la taza habitual de café que acompañaba a mis horas de estudio. Miré la hora en la pantalla, ya era mediodía. Me levanté con la idea de cocinar, pero unos toques en la puerta me distrajeron, fui a abrir encontrándome con Facundo sonriéndome.
—¿Cómo estás? —preguntó entrando.
—Todo lo bien que se puede estar después de terminar un trabajo.
—Eso te pasa por estudiar.
—No me queda otra, así me puedo asegurar un trabajo en la parroquia. Manuel me lo ofreció hace tiempo.
—Para mí que también te tiene ganas y quiere que termines rápido para poder desordenar tu escritorio.
—¿Desordenar mi escritorio?
Lo miré sin entender a qué se refería, él sonrió asegurándose que la puerta estaba bien cerrada.
—Cogerte en donde sea que trabajes.
—¿Solamente pensás en eso?
—Te recuerdo que sos vos el que tiene fantasías con el cura.
Sentí la cara entera arderme, él sonrió de forma burlona. No me animé a decirle absolutamente nada, tenía razón después de todo, aunque, capaz le había confiado demasiado mis secretos, ahora los estaba usando en mi contra para molestarme. Avergonzado, caminé hasta la cocina invitándolo a almorzar. Le comenté que mi mamá se había ido unos días y que iba a estar solo con mi papá. Mientras él se sentaba en la mesa, yo me dispuse a cocinar.
—La polaca está muy linda.
—Nadie le dice así desde que tomó los hábitos.
—No es lo que importa ahora, Gabo, lo que importa ahora es lo linda que está. La vi mientras venía para acá.
—¿Fuiste a la iglesia?
—Sí, fui a buscarte. Como no me contestabas los mensajes pensé que estabas ahí babeándote con Manuel.
—Estaba terminando un trabajo práctico.
—Ya terminás, ¿no? —asentí—. Vamos a tener más tiempo para estar juntos.
—Hablás como si fuéramos una pareja o algo así.
—Te gustaría, ¿no, Gabo?
—No sos mi tipo.
—Acabás de hundir mi autoestima.
Se limpió una lágrima invisible haciéndome reír.
—Qué dramático, Facu.
—No soy dramático, esperaba que me dijeras algo lindo.
—¿Cómo qué?
—Un halago.
Lo miré pensando unos instantes.
—Sos un buen amigo.
—Siento la friendzone.
Volví a reírme antes de quedarnos en silencio por unos minutos. Me centré en cocinar escuchando como tamborileaba con los dedos sobre la mesa. Él volvió a decir tonterías para que me riera. No me había dado cuenta lo mucho que necesitaba escucharlo hasta que vino, en algún momento me acostumbré a que Facu llegara a mi rescate cuando me sentía mal o cuando necesitaba un respiro de todo para relajarme. Antes tenía a Santiago, éramos mejores amigos, pero no había tenido nunca una conexión tan fuerte como la que tenía con Facu, seguramente era porque nunca le dije quién era en realidad; qué era lo que sentía. Agradecí que él viniera a buscarme aquel día que volvimos hablar. No sabía cuánta falta me hacía me hablar con alguien que tuviera tanta complicidad, que me conociera, que supiera quién era y no me rechazara, que se quedara conmigo para despejar mi mente de todos los problemas que podría tener.
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Muy buenas~ acá traigo el nuevo capítulo. Puede que lo encuentren un poco más cortito de lo habitual, pero me costó un poco escribirlo, así que decidí dejarlo corto en lugar de meter cosas que se no sirvan más que como relleno. Si les está gustando, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo.
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Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...