Gabriel
Estaba nervioso, no sabía cómo iba a actuar Facu cuando me viera la cara. Tampoco sabía si mi papá estaba en casa, esperaba que no, no quería cruzármelo de frente de nuevo o iba a terminar con la cara más rota de lo que ya estaba. Me senté en la vereda contra la reja de la parroquia y le mandé un mensaje a mi amigo. Esperé con la mirada clavada en la pantalla de mi celular, así evitaría la mirada de la gente y sus preguntas, al único que le quería contar lo que había pasado era a Facu. Pasaron unos cuantos minutos hasta que vio el mensaje y me contestó diciendo que no se tardaba. Solté un suspiro sin otra opción que esperar. Cerca de veinte minutos después, apareció.
—¿Por qué tardaste tanto? —dije levantándome.
—Perd... —su expresión cambió a una de preocupación—. ¿Qué te pasó?
—Larga historia. Te cuento mientras vamos a mi casa.
Así hice, mientras caminábamos, le conté lo que había pasado la noche anterior, al menos con mi papá, no quería decirle todavía lo que había pasado con Manuel, podría perjudicarlo si alguien se enteraba que lo había besado. Facu me rodeó los hombros con su brazo y me acercó en un abrazo como siempre.
—¡Qué linda la parejita de maricones!
Pegué un saltito cuando escuché eso. Me separé de mi amigo y me giré paseando la vista en todas las direcciones hasta dar con Sebastián, el hermano menor de Isabel, y sus dos amigos. Nos estaban siguiendo.
—¿Envidia porque vos tenés que compartir a tus novios? —respondió Facu.
—No les digas nada, no quiero más problemas.
—Eso, Facundo, hacele caso a tu novia y no te metas en problemas con nosotros.
—Ustedes no representan ningún problema.
—Ah, ¿no? —se acercó hasta quedar cara a cara con Facu—. ¿Querés ver lo que le hago a los maricones como vos?
—¿Me vas a llenar de besos? Pero tus novios se van a poner celosos.
Sebastián se puso rojo y frunció el ceño. Ya lo había visto pelearse una vez con chicos de Del Viso, esa era la señal para irnos o iba a soltar algún golpe. Agarré a Facu del brazo y lo tironeé hasta que se alejó.
—Vamos, tenemos que ir a juntar mis cosas.
—¡Qué lindo! Los maricones se van a vivir juntos —acotó Martín desde más atrás.
—¡Al menos la pongo más que ustedes tres juntos!
—¡Facundo! —lo reté mientras me lo llevaba—. No nos conviene meternos con ellos ahora.
—Se están pasando de vivos esos pendejos, no voy a dejar que digan cualquier cosa.
—Ya está, dejalos. Quiero ir a buscar mis cosas y encerrarme.
Resopló, pero no dijo nada más. Caminamos lo que quedaba en silencio, él estaba visiblemente enojado y yo no tenía muchas ganas de seguir recordando que podía ganarme un golpe en cualquier momento. Cuando llegamos, entramos a mi casa con cuidado y revisamos, no había nadie por fortuna. Fui al baño, saqué mi cepillo y me metí en mi cuarto, Facu me esperaba ahí, saqué un par de mochilas y, mientras sacaba prendas de mis cajones, le pedí que las guardase. Nos llevó un rato largo terminar, más de lo que hubiera querido. Agarré dos de las mochilas y le pedí a Facu que llevara la que tenía mis cuadernos y mis libros para estudiar, aunque, probablemente, mis padres no iban a renovar mi matrícula del instituto. Volvimos a la parroquia, ahora la gente me evitaba o me apuntaba con el dedo, Isabel y Sebastián se habrían encargado de esparcir la noticia. Ya no me importaba, sabía que, de ahora en adelante, todo iba a ir de mal en peor. Sabía a la perfección que me esperaban miradas indiscretas, de odio, de asco, insultos, golpes. Llegamos cerca de la hora de la misa de mediodía, nos habíamos demorado aún más de lo que pensaba. María nos esperaba en la entrada para llevarnos a la otra entrada. Desde ahí entramos a la habitación que me habían prestado.
—¿Estaba tu papá, Gabi? —preguntó María.
—No, pero nos cruzamos con Sebastián y los hermanos macana.
Entorné los ojos mientras sacaba ropa de una de mis mochilas.
—Si me hubieras dejado, les daba una paliza a esos pendejos.
—Estás en la casa del Señor, Facu.
—Perdoname, polaca.
—¿Te ayudo a acomodar, Gabi?
—No, no hace falta, gracias.
—Che, Gabi, ¿por qué no me dijiste lo que pasó con Manuel?
Sentí como cada músculo de mi cuerpo se tensaba. Me giré para mirarla, ella no hizo más que sonreírme. ¿Se lo había dicho Manuel o corrió el rumor por el barrio?
—¿Qué pasó con el cura?
—Nada...
—Gabi, no hace falta tanto secretismo. Además, Manuel me lo dijo.
—¿Qué me estoy perdiendo?
Solté un suspiro, me senté en la cama y lo miré unos segundos en silencio como el día que llegó a mi casa.
—Besé a Manuel.
Decirlo en voz alta hacía que me mareara, que la vergüenza no me dejara respirar.
—¿De verdad? No sé si felicitarte o si tengo que darte el pésame.
—Estuvo mal que lo hiciera, Facu, es cura y estamos en la casa de Dios.
María carraspeó llamándonos la atención.
—No sos el único que besó a alguien de su mismo sexo en la casa de Dios.
—¿Qué?
—Perdón, Facu, pero me gusta Laura.
—Mierda... Antes estaba jodido, pero tenía una posibilidad, ahora ni siquiera tengo eso. Oficialmente, estoy más jodido que vos, Gabo.
María soltó una risita y se acercó a la puerta.
—Dale tiempo. Y apurate, Gabi, ya se va a servir el almuerzo.
Dicho esto, salió dejándonos a Facu y a mí solos. Me quedé unos minutos sentado ahí, mientras él sacaba mi ropa y la doblaba para dejarla en un montón sobre el escritorio. Cerré los ojos, la voz de Manuel se filtraba a través de las paredes. María dijo que le diera tiempo, ¿tiempo para qué? ¿Tenía que esperar algo de parte del Padre? Seguramente era para encontrarme otro lugar donde pudiera quedarme y alejarme de él por fin, no podía ser otra cosa.
**
Muy buenas~ acá traigo el nuevo capítulo. Puede que este sea un poco más corto que los anteriores, pero tiene una explicación: tengo que hacer trabajos de la universidad que me consumen mucho tiempo (e inspiración, de paso). Espero que el próximo capítulo pueda hacerlo más largo. Si les está gustando, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo.

ESTÁS LEYENDO
Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...