Manuel
Me temblaban un poco las manos de los nervios, anoche Basilio me había informado que iba a oficiar mi primera misa. Iba a ser un bautismo, de las primera que aprendí durante el seminario. Además de la noticia, me dio una lista de chicos a bautizar y un libro con el título "Ritual del bautismo de los niños" en letras doradas sobre una tapa roja. Lo abrí leyendo capítulos salteados, marcando los que tenían las palabras que debía decir en la misa, esperaba recordarlas ese día. Había tenido prácticas durante el último año del sacerdocio, pero siempre estábamos vigilados por el Padre que nos impartía clases para evitar que nos equivocásemos. Busqué el Leccionario donde se sugerían los versículos para la misa. Abrí la Biblia también para leerlos y anotar los que más me gustaban en una libreta. Me di cuenta que el temblor no me dejaba escribir de forma legible y el nudo en el estómago no dejaba que me concentrase como me gustaría. Tenía dos semanas para aprenderme lo que debía decir, los versículos y preparar las charlas que se daban antes para preparar a los padres y padrinos. Me recliné en el respaldo de la silla y miré por la ventana que tenía justo en frente, vi volver a las monjas y novicias, todas cargaban bolsas de la compra. Miré el reloj, faltaba poco para mediodía, seguramente traían lo necesario para el almuerzo. También faltaba poco para que empezara la misa de las doce. Decidí aprovechar que el Padre Basilio estaría ocupado preparándose para poder salir sin demasiado problema. Me levanté, me puse una campera y me dirigí a una de las puertas que conectaban el pasillo interno con el externo. Al llegar al patio, pude ver a Basilio hablando con los monaguillos que lo miraban desde el púlpito.
Eché a caminar por la calle en la que se encontraba la escuela parroquial, esa era la calle principal para mí. Caminé hasta que dejó de tener pavimento, estaba cubierta de piedras que, probablemente, en algún momento serían cubiertas por brea. Algunas personas me saludaban al pasar, después de una semana acá, la mayoría ya me habían visto varias veces en las misas y reuniones. Mayormente, la gente pasaba en bicicleta, en motos o caminando, casi no pasaban autos, los pocos que lo hacían, pasaban prácticamente a paso de hombre. Desde algunas casas se podía escuchar música de todo tipo. Era un barrio de casas bajas y descampados.
La calle por la que caminaba desembocaba en una calle más transitada con la que formaba una letra "T". Pasaban algunos colectivos y muchos más vehículos en general. Del otro lado de la calle había un alambrado que separaba las vías del tren de la vereda, seguramente esas eran las vías de Del Viso, la estación y la zona comercial no debían estar lejos. María me había dicho hacía poco que la parroquia no estaba muy lejos de la estación de trenes. Decidí seguir a los colectivos hasta que los perdiera de vista, estaba seguro que iba a poder llegar sin problemas hasta la estación. Seguí caminando un rato, hasta que pude verla. En el andén central había un cartel negro en el que decía "Del Viso" en letras blancas. No había mucha gente esperando en ninguna de los tres andenes. Crucé el paso a nivel hasta la zona comercial. Los edificios no eran demasiado altos, no tenían más de dos o tres pisos.
El recorrido no me duró demasiado, apenas había caminado unas pocas cuadras cuando mi celular empezó a vibrar en mi bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla, era de la parroquia, no tuve más opción que contestar. Del otro lado de la línea estaba Basilio. Me pidió que volviera a la Parroquia, que tendríamos una reunión sobre el bautismo que debía hacer en dos semanas. Se me había olvidado por completo la misa, había logrado distraerme de mi obligación. Le contesté que no tardaba en volver antes de cortar la llamada. Volví a cruzar el paso a nivel y caminé sin mucho apuro, tenía ganas de seguir recorriendo, era muy parecido al lugar en donde había crecido, me traía bastantes recuerdos.
—Buenas tardes, Padre Manuel.
Me giré cuando escuché mi nombre, era Gabriel que había bajado del colectivo. Me sonrió mientras se acomodaba la hombrera de la mochila. Le devolví el saludo con una sonrisa también.
—¿Va a la parroquia?
—Sí, me acaba de llamar el Padre Basilio.
Él asintió.
—¿Tu casa está muy lejos? Puedo acompañarte.
—No hace falta, Padre. Seguramente tiene cosas más importantes que hacer.
—No me cuesta nada.
No tuvo más opción que aceptar que lo acompañara. Caminamos parte del tramo en silencio. Tenía la mirada clavada en el piso y las manos en los bolsillos. El pelo castaño claro, casi rubio, le caía sobre la frente, lo llevaba un poco más largo de lo que solían llevarlo otros chicos de su edad. Noté en su mejilla izquierda unas pecas que se extendían hasta su nariz, no me había dado cuenta de que las tenía cuando hablamos en la parroquia por primera vez. Bajó la luz del sol se veían mejor. Las manchitas que salpicaban su cara no eran demasiado oscuras, podían pasar desapercibidas si no se miraban con atención.
—¿Estaba recorriendo el barrio? —preguntó rompiendo el silencio.
—Sí. María me comentó ayer que estábamos cerca de la estación y la zona comercial. Pensé que era un buen momento para ir a ver qué había más allá de la parroquia.
—¿Pudo ver algo?
—Apenas. Habré caminado tres o cuatro cuadras cuando me llamaron.
—Bueno, es acá —paró frente a una reja negra—. Gracias por acompañarme, Padre.
Sus ojos oscuros se posaron en mí, me sonrió de nuevo antes de saludarme con la mano. Esperé a que cerrara la reja para seguir camino hasta la parroquia. Cuando llegué, fui directamente al comedor. Estaba vacío a excepción de María, que me esperaba sentada en una de las mesas más cercanas a la cocina con un plato tapado con la tapa de una olla para que no se enfriara. Me acordé que ella era una de las encargadas de la cocina hoy, seguramente por eso se había quedado a esperarme con la comida. Jugueteaba con una servilleta, la enrollaba y desenrollaba alrededor del tenedor una y otra vez, estaba tan absorta en lo que hacía que se sobresaltó cuando la saludé mientras me acomodaba en la silla que estaba al lado suyo. Me acercó el plato y los cubiertos mientras susurraba una oración corta para agradecer la comida. Saqué la tapa de la olla encontrándome con un corte de carne y ensalada de lechuga y tomate, no se veía para nada mal, menos con el hambre que tenía en ese momento.
—El Padre Basilio te espera en el aula donde hacen las reuniones.
—¿Estaba muy enojado?
—Nunca se enoja con nadie, tranquilo —puso la mano en mi hombro y me dio unas palmaditas—. ¿A dónde te fuiste?
—A dar una vuelta. Estaba un poco nervioso por lo del bautismo y pensé que me iba a servir.
Asintió sin decir nada más. Me apuré para terminar de comer, le di las gracias y me levanté. Fui primero a mi cuarto para agarrar mi libreta y un lápiz, después fui hasta el aula donde me esperaba Basilio sentado en una de las sillas. Me disculpé cuando entré, él negó con la cabeza restándole importancia a mi demora. Me hizo una seña para que me sentara también, le obedecí abriendo mi libreta. Me dijo que ya había hablado con las familias, había fijado las dos reuniones previas al bautismo para los miércoles. La primera iba a ser la charla sobre los deberes de los padrinos y cómo iba a hacer la misa. La segunda iba a ser el ensayo. Después me dio algunas instrucciones sobre lo que tenía que hacer para el sacramento. Anoté todo lo que decía con mano temblorosa, de nuevo estaba nervioso. Repasé las letras para que fueran medianamente legibles después. Me comentó que podría practicar lo que iba a hacer entre las actividades, que él iba a estar corrigiéndome como en el seminario. Estaba un poco más tranquilo sabiendo que iba a practicar con él, después de todo, estaba seguro que había bautizado a, por lo menos, un par de generaciones en el barrio.
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Muy buenas~ acá vuelvo con el nuevo capítulo. Si les está gustando, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo.

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Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...