Gabriel
Me largué a llorar ni bien entré a mi habitación. No podía creer que no creyera en mi palabra, no cuando había sido sincero todo este tiempo con él. Sus palabras resonaron en mi cabeza, ya no quería verme. Probablemente sería la excusa perfecta para terminar lo nuestro. Sabía que nuestra relación tenía los días contados, pero no creí que pasara tan rápido. Me levanté sintiendo una mezcla de enojo y tristeza, junté mis cosas en los bolsos que había traído, guardé las cosas de Noé, lo agarré y salí de la habitación escabulléndome hasta la puerta trasera. No estaba seguro si mis padres ya habrían vuelto a casa, o si mi papá volvería a recibirme, pero no tenía ningún otro lado a donde ir. Caminé por las calles escuchando los cuchicheos de la gente sobre Isabel. Debería estar feliz, pero, otra vez, me había jodido la vida. Parecía que era una habilidad innata para joder cada cosa que estaba relacionada a mí. Cuando llegué a mi casa, abrí la reja, entré hasta la puerta principal y golpeé. Los escuché adentro preguntarse mutuamente si esperaban a alguien, después escuché pasos y la puerta se abrió dejándome ver a mi mamá.
—Hola...
Dije nervioso, ella me miró de arriba abajo atónita, estaba claro que no me esperaba.
—Gabi... —bajó la mirada a mi bolso—. ¿Vas a volver?
—Si me reciben de nuevo...
—¡Claro que sí, Gabi! Seguro que abandonaste esa vida de pecado —me agarró de la muñeca y me metió—. Estoy segura que el tiempo que estuviste en la parroquia con el Padre Manuel te ayudó a reflexionar.
Lo único que me pasó por la cabeza fue lo que descubrí con él, todas las sensaciones y el amor que no sabía que podía sentir por alguien. Me limité a asentir, me disculpé con ella con un hilo de voz y me metí en mi cuarto tirando mi bolso al piso mientras bajaba a mi gato que no tardó en saltar a mi cama como siempre. Mi celular vibró una y otra vez en mi bolsillo, pero no tuve valor de ver si era Manuel. No quería terminar llorando como un tarado. Las cosas habían terminado entre nosotros y tenía que aceptarlo. Sabía que esto iba a pasar, hacía días que estábamos hablando de lo que pasaría entre nosotros, que termináramos ahora no era ninguna sorpresa. Aunque fuera así, seguía doliéndome, de verdad esperaba que las cosas fueran bien entre nosotros y tuviéramos nuestro "final feliz", pero la vida no es un cuento de hadas. Me tiré en la cama al lado de Noé que maulló molesto antes de terminar acurrucándose contra mí. Mi celular seguía vibrando incansable, lo saqué por fin después de unos minutos y miré la pantalla, tenía varios mensajes de Facundo y de María. Solté un suspiro decepcionado, en el fondo, esperaba que Manuel me enviara un mensaje, aunque fuera de despedida. La pantalla se iluminó con otra llamada, era María. Apagué el celular y lo dejé bajo mi almohada. Me acurruqué y cerré los ojos haciendo que las lágrimas empezaran a resbalar por mi cara. Ya no podía evitar sentirme así.
Pasé la noche en vela, acostado en mi cama llorando. No tendría que haberme enamorado de él nunca, ni decírselo, ni dejar que pasaran tantas cosas entre nosotros, había sido una estupidez. Tendría que haber hecho lo mismo que con Santiago, tragarme todo lo que sentía y vivir mi vida como si no existiera el amor en mí. Cuando empezó a amanecer, me levanté, busqué mi Biblia y la abrí acomodándome en el escritorio. Volvería a aprendérmela de principio a fin, pero ya no cuestionaría nada, no me negaría a la palabra de Dios, no me alejaría de mis enseñanzas. Mi mamá se asomó por la puerta más o menos a la siete, cuando se preparaba para ir a trabajar.
—Hacía tanto tiempo que no te veía leer la Biblia...
La miré, ella me sonrió por un segundo antes de volver a ponerse seria, supuse que mi cara era asquerosa después de pasarme la noche llorando.
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Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...