Manuel
Me encerré en mi cuarto y me recosté contra la puerta, sentía que el cuerpo entero me temblaba. Llevé los dedos a mis labios. ¿Cómo había dejado que pasara esto? Había perdido la cabeza por completo, ni siquiera había sido capaz de separarme de él. No podía evitar mis impulsos cuando estaba cerca de Gabriel, menos después de verlo tan frágil, tan vulnerable. Suspiré sintiendo que me había aprovechado de la situación, aunque fuera él quien me besara. No me sentí capaz de mirarlo a la cara de nuevo. Caminé hasta la cama y me desplomé. Por fortuna, ya no escuchaba sus llantos, esperaba poder dormir de una vez y no pensar más en ese beso. Cerré los ojos, pero la sensación de sentir presión en mis labios me obligó a abrirlos de nuevo. La sensación contra mis labios no desaparecía. En el pecho, una mezcla de miedo y felicidad. Entendía por qué sentía la primera, pero la segunda hacía que aparecieran preguntas en mi cabeza que no tenían respuestas para mí. ¿María sabría contestarlas? Ella era mi última esperanza, era menor que yo, pero parecía conocer el mundo mucho mejor. Por un instante pensé que no había sido una buena idea haberme enfocado tanto al estudio de la Biblia y al sacerdocio. Cerré los ojos, de nuevo sentí la presión en mis labios, pero no intenté apartar esa sensación, ya no tenía fuerzas para luchar contra mi propia mente.
«Me desperté escuchando la puerta abrirse, no me había dado cuenta que me había quedado dormido. Abrí los ojos y busqué a quién había hecho el sonido, era Gabriel. Quise sentarme contra la cabecera de la cama, pero él me lo impidió metiéndose debajo de las sábanas y poniéndose encima de mí. Lo miré nervioso, avergonzado, no había estado en esta posición nunca. Pensé que lo mejor era apartarlo, pero mi cuerpo no respondía, al menos no a las directrices de mi cerebro, mis manos tenían conciencia propia para posarse en su cintura. Gabriel sonrió con una expresión que no supe identificar, tampoco me fijé demasiado en esta, mi mirada se clavó en sus labios. ¿Quería besarlo de nuevo? No me dio tiempo para responderme, él acortó la distancia que nos separaba y me besó. Me sentía torpe al principio, pero, poco a poco, logré seguir su ritmo. Sus manos se posaron en mis mejillas. No me había dado cuenta que había puesto una de sus piernas entre las mías hasta que se movió provocando un roce que me obligó a separarme de su boca. Mi voz se atoró en mi garganta y mi cuerpo no respondía. No podía apartarlo, no podía hacer nada. Mi cuerpo estaba dejando de lado a mi razón para moverse por su cuenta. Sus labios volvieron a curvarse en una sonrisa haciendo que mi cabeza se quedara completamente en blanco. Solté un suspiro cuando sentí un nuevo roce de su pierna en mi entrepierna, volvió a moverse consiguiendo el mismo resultado. Escuché una risita por su parte, estaba disfrutando de esto, estaba disfrutando de dejarme completamente en blanco. Los vellos de todo mi cuerpo se erizaron cuando sentí su respiración chocar contra mi cuello y, al instante, sus labios besarlo. Mi cuerpo parecía tener fiebre de repente, mi temperatura subía cada vez más. Gabriel sabía a la perfección cómo provocar reacciones en mí, reacciones que creí perdidas cuando empecé mi formación en el sacerdocio, aunque, seguramente, las había perdido mucho antes, cuando me pasaba tardes enteras escuchando al Padre que me guiaba de chico. Su mano se posó en mi mejilla girando mi cara hacia él, lo único que pude ver fueron sus ojos brillantes antes de besarnos de nuevo. Era consciente de cada uno de los roces entre nuestros cuerpos, pero no lo era de mis propios movimientos, apenas me di cuenta que lo apretaba contra mí cuando mis músculos empezaron a doler. Aflojé el agarre dejando que se acomodara de nuevo y provocara otro roce, ya no podía esconder los suspiros que me hacía soltar, ni ignorar el calor de mi cuerpo, ni el deseo de tenerlo conmigo así siempre. Sentí sus manos bajar lentamente de mis mejillas a mi pecho, después a mi ingle. Estaba a punto de parar todo eso, pero fue más rápido que yo, bajó mi pantalón...»
Me desperté agitado y transpirado, pasé mi mano por el espacio vacío en mi cama buscando a Gabriel, no tardé en darme cuenta que él no iba a estar ahí, que solamente había sido un sueño. Solté un suspiro sin saber si era por estar aliviado o no que fuera así. Me acomodé en la cama sintiendo mi pantalón incómodo, se sentía más ajustado de lo que debería. Tardé un poco en entender que tenía una erección. No me había despertado así desde que era adolescente, y no estaba seguro si había tenido un sueño así alguna vez. Me levanté, agarré ropa y me metí en el baño. Me preparé lo más rápido que pude, pero no salí, me quedé mirando mi reflejo como si no lo reconociera. Observé mi cuello clerical, era el símbolo de la castidad que debía conservar. Solté un suspiro pesado. ¿Qué me estaba pasando? La razón me había abandonado únicamente con un beso. Tenía claro que no podía alejarme o evitar a Gabriel, si lo hacía, todo parecía conspirar en mi contra para hacer que nos cruzáramos de nuevo. Tampoco podía quedarme cerca o iba a terminar haciendo algo que nos perjudicaría a los dos. Decidí salir de una vez e ir hasta el comedor, hoy tenían que preparar y servir el desayuno las novicias, di gracias a Dios y caminé hasta la cocina, ahí estaba María preparando todo para servir.
![](https://img.wattpad.com/cover/330346208-288-k18075.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Pecado
Teen FictionManuel es un joven cura que acaba de terminar el sacerdocio. Llega a Del Viso, un pequeño pueblito súmamente religioso, allí será el reemplazante del cura que está próximo a la jubilación. Cuando conoce a Gabriel, un joven estudiante de teología, la...