Capítulo 2.

440 60 7
                                    

Cuando sus ojos se abrieron su cabeza pulso en desacuerdo. Podía notar por la poca luz del día que se colaba entre la ventana que apenas y estaba amaneciendo, pero aunque lo odiaba llevaba una costumbre de manera inconsciente que no le dejaba dormir desde que el sol volvía a tocar el lado de la tierra donde estuviera.

Con un leve gruñido salió perezosamente de la cama ignorando al dragón que aún dormía plácidamente, con un poco más de luz sus ojos notaron a mayor detalle cada escama cubriendo su grande cuerpo, sus garras, todo era tan físicamente detallado que simplemente soltó un suspiro admirado de lo increíble que eran los seres humanos al shiftear, porque no importaba que tan buena fuera su imaginación, no existía una forma racional en que estuviera creando todo esto al punto de sentir la textura rugosa y algo filosa bajo sus dedos mientras admiraba tal criatura poderosa estirarse casi como un gato para luego abrir unos impresionantes ojos azules y observarlo.

>Cazar.

Trató de no sonreír ante la forma en que se comunicaba su familiar, no es que Chimuelo no supiera hablarle correctamente, solo que la mayoría del tiempo lo veía completamente innecesario. No era algo que hubiera colocado en el guion, pero la información llegaba a su mente de forma tan clara y tranquila que por momentos lo descolocaba, era como saber algo con certeza sin estar al tanto que lo sabías.

—Bien, ve a comer, sabes que debo bajar con padre. –Informó dando unas últimas caricias mientras la mirada del niño ahora se fijaba en sus propias uñas, era algo que si había especificado, pero no pudo evitar que igual le sorprendiera la forma en punta, gruesas y filosas que eran, todas negras.

Chimuelo soltó un quejido por sus palabras pero se enderezó rápidamente para saltar fuera de la cama, las protecciones que tenía sobre su mesa de trabajo brillaron en tonos morados evitando que el despreocupado ser hiciera todo un desorden mientras empujaba la ventana y salía de esta.

Recordando entonces el mundo donde se encontraba, Matthew realizó una leve meditación ahí de pie donde estaba, buscando su propia energía que fue respondida con su magia burbujeando juguetona, sin poderlo evitar sonrió ante la sensación de poder que lo recorría, demasiado extasiado como para notar que varias cosas se alzaron a su alrededor en magia accidental hasta que todas cayeron en un golpe sordo al regresar a su conciencia presente. Un poco sorprendido se quedó quieto un instante antes de que una risa histérica de alegría le asaltara.

Bien, definitivamente era un mago, recordarlo era encantador.

Prontamente, decidió comenzar su rutina diaria para no levantar sospechas ante un comportamiento no común. Se esforzó a tender la cama sabiendo que los elfos ya se habían rendido en evitar que él lo hiciera, aunque luego llegaban a arreglarla correctamente pues su pequeño cuerpo no le permitía hacerlo bien aún. Luego tomo algo de ropa y entró a ducharse mientras trataba de recordar donde se había quedado la noche anterior respecto a sus memorias.

Si bien era fácil tratar de detallar todo lo que había vivido con su nuevo amigo dragón el momento más rescatable fue justamente cuando este, ya recuperado, quería volver a casa.

Sabía lo que era perder su hogar así que no dudé en apoyar a mi amigo, solo que ninguno de los dos quería dejar solo al otro, pero Chimuelo seguía siendo muy pequeño y muy inestable al volar como para llevarme.

Sabiendo el conflicto que tenía su amigo pensé en si mi magia me podría ayudar, recordaba con cierto dolor las palabras de Sayri mientras le enseñaba de su poder y eso lo motivaba a intentarlo: "Los humanos creemos en límites y justamente eso nos limita, cuando creemos en posibles hacemos que todo sea posible."

Y sí, su magia respondió, fue sinceramente un proceso doloroso y chimuelo estaba con su boca abierta en sorpresa al verlo cambiar a una figura muy parecida a la suya, solo que más pequeña y con los ojos tan verdes como el bosque ante el sol. Si bien la sorpresa fue una reacción simultánea en ambos prontamente la alegría nos llenó. Fue la primera vez que realmente escuché a mi amigo.

OxímoronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora