Capítulo 18.

280 47 29
                                    

Albus Dumbledore observó fijamente el paisaje tras la ventana mientras ignoraba los refunfuñidos del viejo auror. Ojo loco sacó una petaca para tomar un gran sorbo y con su ceño fruncido volvió a observar al director.

—Es un maldito mago oscuro, sigo sin entender porque no nos deshacemos de él y ya está. No solo el puesto Potter, ahora también los puestos que ha comprado y ha unido, todo eso le pasará a Harry ¡Y problema resuelto! –Volvió a dictaminar el hombre, no era la primera vez, era la mejor solución que había visto desde un inicio aunque su líder se siguiera negando. Mirándolo como la primera vez que lo miró al decir aquello, Albus negó en un gesto decepcionado.

—Es un niño, a menos que se vea como una amenaza total, no voy a atacar a un niño, Alastor. –Regaño el viejo sacando un dulce de limón de su bolsillo y mordisqueándolo un rato.

Por la cara del ex – auror, él no estaba muy de acuerdo de eso. Y Matthew no necesito legeremancia para saber que no iba a obedecer al otro hombre.

Cuando las sombras le mostraron aquello en el espejo no pudo más que burlarse, lo hipócrita que podía ser ese tipo no le daba para algo más. Y aunque sabía que tenía que tener cuidado en realidad siempre se mantenía muy alerta, por lo que su rutina no cambio.

En otras instancias hasta amigos hubieran sido, ambos igual de paranoicos.

Fue en una de sus idas al banco, aquellas en las que no iba con su padre sabiendo lo ocupado que estaba este, que encontró a quien habían mandado a asesinarlo. Por supuesto que el hombre no se iba a ensuciar las manos, más sabiendo que si salía mal estaría en mira de alguien como Lord Gates, probablemente con lo que no contaba es que el niño notara desde el primer momento que era seguido, lo hubiera guiado por iniciativa a una zona sin supervisión y, cuando lanzó el hechizo, se agachó fingiendo recoger algo y lanzando desde ahí, sin mirarlo y sin varita, un hechizo paralizante.

—Dile a tus papás que no vas a volver... -Cantó en tono bajo el azabache mientras se acercaba al desconocido. No era nadie relevante así que con mayor gusto sonrió y le quitó la varita. El tipo se miraba tan molesto como inseguro, al menos por lo que podía interpretar por sus ojos que era lo único que se movía. Matthew alzó una de sus manos y la colocó sobre la tela que cubría en antebrazo del hombre antes de arrastrarlo por las sombras hasta su laboratorio.

Aterrado el hombre parecía estar esforzándose por moverse, el pequeño no sabía si era por verse arrastrado tan fácil a un lugar desconocido, por los cadáveres abiertos que había en las mesas de alrededor, los cráneos, sus herramientas muggles de cirugía o las bolsas de sangre.

Sin mucho cuidado el pelinegro hizo sentar a su invitado forzoso, lo ató y luego tomo una de sus botellas.

—Mira, tienes dos opciones ahora mismo, o comienzas a decirme lo que quiero saber o te haré tragar esto...-Alzó la pequeña poción que tenía un café verdoso brillante. –Y la última persona que lo tomo tuvo un derrame cerebral, la trate de arreglar pero aun no estoy seguro de que funcione, ¿Qué dices?

Viéndose acorralado el tipo aquel confeso que no sabía quién lo había contratado, solo le habían dejado dinero y el objetivo, nada más. Luego rogó que le dejara ir mientras a su vez trataba por sí mismo de cortar las cuerdas que lo ataban, Gates soltó una risita.

—Oh, hombre, el problema es que sabes mucho... Y no confió en los trabajos a medias. –Comentó con una fingida lastima el infante, pensando que habían cosas que quería probar hacerlo en alguien mágico ya que podía tener diferente reacción que en los muggles.

Fuera de ello consiguió unas revistas de varias partes del mundo, cortó letras y creo una carta en una parte de su laboratorio altamente desinfectada, amarrándola junto a un paquete que contenía un dedo.

OxímoronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora