Capítulo 43.

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La guerra se había alzado a partir de la caída de Albus Dumbledore. Lo primero que había hecho Matthew fue ir con su traje puesto a verificar que sus aliados estuvieran bien.

—Si me asustó un poquito la explosion, incluso si ya lo habíamos ensayado, es que no veía nada por unos segundos. Luego fuí por mi varita. El señor tenebroso estaba decepcionado de que yo no lo hubiera matado, que solo lo hubiera acorralado, y que tampoco pude traerte. Pero las protecciones sirvieron bien. -Contó en voz baja el rubio, no podían poner ninguna sala de privacidad y llamar la atención con todos los Mortifagos por ahí.

—Perfecto, ya lo esperábamos, no dudes en avisarme ante la más mínima cosa ¿Ok? Y usen los trasladores si sienten que algo salió mal. -El pelinegro se acercó dejando un beso sobre la frente del mayor antes de acomodar su capa y desaparecer entre las sombras, su siguiente destino fue el hospital improvisado que habían hecho, varios médicos habían decidido quedarse a ayudar, aún más cuando con eso pudieron trasladar a sus familias a ese sitio seguro.

Varias miradas se volteaban hacia él, mirándolo con sorpresa y murmurando por lo bajo. Chimuelo caminaba elegantemente atrás, con paso seguro y orgulloso. Tan solo revisó que todos estaban acomodados, las familias de los pacientes también habían sido llevadas por los elfos que ayudaban en ese lugar. Era bueno que la comunidad mágica no fuera tan grande. La mansión tenía mucho espacio y estaba agrandadas las habitaciones con magia, pero aun así varias familias ahora vivían en una habitación con camarotes. Estaba organizado para que fuera muy comunitario.

Al estar satisfecho se dirigió ahora hasta la tienda de los gemelos, el lugar tenía varias series de runas en sus paredes que le daban unas protecciones mejores que las de Hogwarts, así que la familia solía pasar por la chimenea hasta el lugar cuando no se sentían a salvo en casa.

—¡Demonios! Eres tú... ¿Siempre apareces de esa manera? -Cuestionó Fred tomando una bocanada de aire y bajando la varita.

—¿La tienda no está en funcionamiento? -Cuestionó El Atrapasueños mientras miraba curioso el lugar.

—No sabemos si abrirlo en estos momentos, literalmente cualquiera podría entrar. -Mencionó el chico sentándose en un sillón y mirando al encapuchado fijamente.- ¿Por qué no has hablado con Harry? El niño está desesperado y arrepentido.

—No cualquiera puede entrar, las protecciones revisan las intenciones de las personas. Y soy muy preciso con eso. - Explicó Matthew mientras jalaba a su dragón que intentaba meter la cabeza a un caldero con curiosidad. - Y sobre Harry... Son demasiadas veces las que está arrepentido, muy pocas en las que he podido estar enojado.

—Sí, supe que te gritó... -El pelirrojo hizo una mueca y se enderezó en su lugar.- Es bueno saber lo de las protecciones, cuando vuelva George le avisaré entonces. Está en casa tratando de calmar a mamá, se enteró que Ron irá con Harry a una misión y los nervios la carcomen.

— ¿Una misión? Ugh, así que Dumbledore al final le dio a Harry una última orden... -El de capa gris realizó una mueca que su acompañante no pudo ver, pero aun así Fred alzó una ceja.- En fin, este lugar está asegurado, pero si necesitan más protección estos trasladores los llevaría a una zona segura. Solo para emergencias, ¿Bien?

—Comprendido, gracias. Estábamos pensando en montar una estación de radio, ¿Estará bien si lo hacemos acá? -Cuestionó el mayor mientras recibía la caja de madera con un brillo curioso en sus ojos azules. Matthew se encogió de hombros.

—Seguro, hagan lo que crean necesario, solo no se descuiden y se expongan innecesariamente. -Pidió antes de dar media vuelta y volver a jalar a su dragón, saliendo del lugar por la puerta principal. En ese momento de su brazo derecho cayeron ocho pequeñas piedras que se camuflaron en la oscuridad para comenzar a recorrer todo el sitio y registrarlo.

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