Capítulo 1.

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Su cuerpo brincó y por inercia trató de sostenerse pero al hacerlo solo cayó al rodar hacia un lado. Casi que podía estar completamente seguro de haberse acostado del lado contrario así que su ceño se frunció por la mezcla de dolor y confusión. Por suerte ambas manos habían evitado que su rostro diera contra el fio suelo.

¿Frio? Bastante para el suelo de madera que tenía en casa. Sus ojos se abrieron y escanearon rápidamente el lugar.

Lo primero que llegó a su mente es que podía ver muy claramente, demasiado para alguien que sufría miopía y un grado de astigmatismo. El lugar estaba oscuro por la noche pero la luz de la luna llena llenaba en gran parte la habitación con un brillo azulado, sin luz artificial estropeándolo.

El cuarto era amplio, tanto como lo era todo su aparta-estudio, una cama doble con apariencia antigua mantenían una figura grande y negra de un dragón dormido, reconoció a chimuelo de inmediato tanto por la apariencia familiar como por la forma de atrapasueños en su frente y quedo sin aliento por lo físico que era, incluso si antes había hecho algo así el saber que él lo había "creado" ahí era fascinante.

Se colocó de pie con algo de dificultad al sentirse mareado y una vez derecho solo pudo subir una mano hasta su boca al sentir las ganas de vomitar. Se apuró como pudo hacia donde sabía que estaba el baño mientras miraba su otra mano con perplejidad.

Era tan jodidamente pequeña y se sentía tan jodidamente enano. Mucho más de lo normal, al menos.

Además de que el suelo de mármol era tan frio que lo hacía temblar. Era menos elegante pero definitivamente prefería la madera.

Fue directamente hasta el baño y no dudo en devolver lo que hubiera en su estómago, sintiéndose asqueado caminó hasta el lavado subiendo con algo de diversión los pequeños escalones que habían puesto frente a este. Cuando su mirada se posó finalmente en el espejo por un largo momento no pudo moverse.

Fue choqueante, y no, no se había cambiado mucho a si mismo pero verse de nuevo tan joven le daba escalofríos. Sus ojos se cerraron y tomo una bocanada de aire temblorosamente mientras se centraba en percibir cinco sonidos.

El viento afuera golpeteaba el vidrio de la ventana, debían estar rodeados de altos arboles porque escuchaba el movimiento de estos, también la respiración pesada de chimuelo y su propia respiración que lentamente se fue serenando.

Un "¡Plop!" lo hizo saltar sorprendido en su lugar y su mirada se dirigió hasta el pequeño ser que le había interrumpido.

­ —¿Amito? ¿Se siente bien? ¿Maca puede hacer algo por usted? –La elfina el observaba de manera tranquila, parpadeando varias veces Matthew se tranquilizó a sí mismo, no era la primera vez que veía a un elfo y aunque no era bonitos luego de adaptarte realmente podían ser algo... Un poco adorables.

—Estoy bien, ¿Me traes un poco de agua, por favor? –Se apresuró a contestar, frunciendo su nariz al escuchar la voz aniñada salir de su garganta.

—Claro. –Asistió la elfina antes de desaparecer. El niño volvió a mirar su reflejo un momento.

Su cabello negro estaba desordenado, no era sorpresa pues en realidad nunca lograba arreglarlo y estaba más largo de cómo lo tenía en su mundo así que tapaba toda su frente y parte de sus ojos verdes. Su piel no era muy clara pero en ese momento se miraba absolutamente pálido y resaltaba más la cicatriz en forma de luna menguante en su pómulo izquierdo.

Suspiró, lavo su boca y se bajó por las escaleritas para volver a la cama justo cuando la elfina volvía con su vaso de agua, no dudo en beberlo luego de revisar mágicamente que no tuviera ninguna cosa extraña, manía que tenía por inercia al parecer pues solo se sorprendió por ello cuando ya lo había hecho, su cabeza palpitó y supo que debía acostarse ahora mismo.

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