Capítulo 16.

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Inglaterra siempre ha sido bastante fría, no como Canadá, pero si fría y húmeda. Eso se centraba aún más en las mazmorras, en cualquier estación del año. Era algo bueno cuando iba entrando el verano, pero cuando era el invierno lo que comenzaba a llegar podría ser un pequeño martirio.

Tal vez por eso varios de los estudiantes de la casa verde estaban agrupados cerca de la chimenea encendida de la sala común. Matthew no intentaba ser de estos, a él no le incomodaba para nada el frio, pero podía ver lo que eso hacía a su amiga quien desde la mañana se removía incomoda, frisaba mucho sus manos y por momentos apoyaba estas sobre su vientre bajo a la vez que soltaba un quejido.

¿A qué edad era que comenzaba a llegarles el periodo a las niñas?

Con un movimiento perezoso mandó un hechizo cálido hasta la ropa de la castaña, sorprendiéndola un momento.

—No estoy tratando de ser impertinente, pero... ¿Tienes cólicos? –Soltó luego de colocar una sala de privacidad, si a las chicas de épocas posteriores les incomodaba esa pregunta no quería imaginar a las de ahora. La niña parpadeo asombrada y se sonrojó lentamente, lo cual fue más una confirmación para el azabache. – No es normal que lo tengas, debe ser el frio. Necesitas calentarte internamente. Aunque podría ser un problema hormonal, pero descartemos lo primero.

Sin esperar respuesta Gates comenzó a revisar su grimorio personal, en su realidad común solía tener varias amigas, la mayoría de ellas con casos como esos, por eso siempre terminaba anotando información que recolectaba de esos temas y así poder ayudar.

—Mmn, tengo una idea, pero esa probablemente pueda dártela hasta mañana, por ahora, ¿Vamos y te hago un té? ¿Quieres un pastel de chocolate también? –Ofreció el niño, comenzando a preocuparse por la nula respuesta de su amiga. ¿Tal vez se estaba excediendo?

—Es... Un tema de mujeres... -Murmuró por fin la chica en un tono bastante bajo, como si temiera que alguien la escuchara tan solo decir eso. Matthew alzó una ceja y luego soltó un bufido.

—Sí, lo sé, pero es un tema normal que no debería hacerte susurrar o aguantar dolor. Principalmente lo último. –Añadió el chico comenzando a recoger sus cosas, Elizabeth le miro un momento, como si le viera por primera vez y quisiera descifrarlo, luego asistió con suavidad y comenzó a hacer lo mismo.

Acababa de bajar el hechizo de privacidad y aun no se había puesto de pie cuando Draco Malfoy se sentó de pronto. Ambos amigos se quedaron un momento quietos, confundidos, hasta que el rubio con una caja de bombones de chocolate en mano ofreció de estos al azabache.

Gates los reconocía, eran esos chocolates caros que la madre del otro niño solía enviarle dos veces por semana. Sabía que eran preciados para el chico y no dejaba que nadie los tocara, por tanto aunque no habló sabía lo que le quería decir el mayor.

Era como una rama de olivo, una disculpa. Y cuando Matthew tomó uno asistiendo con suavidad fue que el rubio volvió a respirar con normalidad.

—¿A dónde van? –Cuestionó entonces Draco, guardando el resto de sus preciados dulces. Elizabeth se tensó de inmediato.

—Eli tiene frio, no queremos que se resfrié, así que le haré un té.-Avisó el pelinegro para tranquilidad de la niña, después de todo ella no confiaba en el otro chico como para contarle sus cosas y eso Gates lo respetaba.

—¿Por qué no lo piden a un elfo y ya? –Preguntó confundido el mayor, aunque igualmente se colocó de pie cuando ellos lo hicieron y comenzó a seguirlos.

—Porque hay cosas que prefiero hacer yo mismo para verificar que estén perfectamente hechas, especialmente cuando son para mis personas. –Contestó tranquilamente Matthew, no le importaba si para el otro no era comprensible, él era sí y ya está. Pero el chico no le cuestionó nuevamente, tan solo los siguió mientras miraba el suelo pensativo.

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