Parte 9.6. La Capital.

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Con gran impaciencia Tarl avanzaba junto a su ejercito, la ultima vez que sucedió algo como esto perdió la mayor parte de su tribu frente al Héroe Negro.

Claro que antes era diferente ya que no le importaba perder a muchos de los de su tribu ya que solo los veía como bestias, pero ahora tenía una familia, tenía amigos, todo esto solo hacía que el Emperador sonriera amargamente.

Tarl: - ¡Más rápido!-

Al cruzar por los pueblos pedía inmediato acceso a todos los recursos militares, llevaría todo el poderío que se encontrara en su alcance

Era una gigantesca marcha bestial de Orcos, Hobgoblins, Centauros, Cíclopes, Orcos, Minotauros, Hombres Bestias, todo este contingente violento dirigido por un Alto Orco lleno de rabia por la tonta criatura que decidió atacar su hogar.

El constante rugir del emperador y su intimidante aura llenaba de miedo a sus súbditos, pero al mismo tiempo los alimentaba con su sed de sangre, alimentando su adrenalina y las ganas de combatir.

Era un recorrido desesperante, tardarían un rato en llegar, Tarl sólo podía pensar en las peores cosas que podían pasar, la experiencia que ya tenía solo le advertía de las terribles cosas que encontraría al llegar.

Los segundos se convirtieron en horas, sin embargo para Tarl parecían ser días.

Por fin, solo un poco más para alcanzar la capital, la majestuosa vista llena de vida cambió por una ciudad en ruinas, el suelo manchado de sangre seca junto a los incontables cadáveres mosqueados relataban lo sucedido.

Los edificios construidos con sudor y esfuerzo estaban destruidos, en donde ondeaban las orgullosas banderas del Imperio Orc Kus Khan se encontraban usurpando su lugar las banderas de los Piel Rojiza.

La sangre del Emperador hervía, sin demora dio un poderoso "Grito de Guerra" mejorando las estadísticas ofensivas suyas junto a las de sus aliados.

Tomó en su mano al "Poder del Maestro Forjador" y lo levantó en los cielos.

Tarl: - ¡Mátenlos a todos, devorarlos a todos, consuman incluso sus almas, a estos perros malparidos los maldigo! -.

Sin más todos comenzaron un ataque en gran escala contra su antigua Capital, era momento de pagar tan gran agravio.

El conflicto explotó nuevamente en las tierras principales de Orc Kus Khan, ambos lados de los combatientes estaban desgastados.

Las tropas de Tarl se encontraban cansados por el viaje sin descanso, mientras que los integrantes de Piel Rojiza estaban agotados por combatir durante días contra las tropas del Héroe Negro y luchar recientemente contra la Capital del Alto Orco.

Claramente el problema principal para nuestro protagonista no era eliminar a estas simples basuras, sino que el líder contrario era alguien prácticamente imbatible, pero por el momento no lo sabía.

Tarl con su gigantesco martillo de guerra aplastaba literalmente las cabezas de los pobres inmundos que se le opusieron, buscaba entre las calles y casas destruidas a sus concubinas, a sus compañeros, a cualquiera.

Pensaba que todo debería estar bien mientras Gazul comandara su ejército, pero que pudo salir tan mal como para terminar de esta manera.

Tras de él Dendro se movía sigilosamente descuartizando a cualquiera que pensara atacar por la espalda al líder Orco, sobre ellos silbaban al pasar los gigantescos proyectiles de las ballestotas aliadas.

Caminando y luchando con los esporádicos enemigos que salían en su encuentro llegaron hasta el centro de la Capital, donde los edificios más importantes se encontraban, entre ellos se podía ver el hogar de Tarl.

Pero justo frente a ella, lo que sería equivalente a la plaza principal de una ciudad se encontraban una gran parte de sus ciudadanos y sin duda el grueso de todo el ejército rival.

Lo que se podía ver era simplemente repugnante, era una escena simplemente grotesca que sin duda los Pecados Capitales celebrarán a lo grande, era una enorme orgia donde violaban a sus ciudadanos mientras los devoraban vivos.

Seguramente era lo que buscaban estas criaturas, planeaban fortalecerse obteniendo Títulos Capitales, eran unos malditos degenerados.

Sin embargo esto no solo terminaba con eso ya que el trono de roca del Alto Orco lo habían movido hacia el exterior de su posada, en el Fi Zou se encontraba sentado comiendo.

Al prestar mayor atención de lo que se alimentaba el Oni no era otra cosa más que un bebé Orco, seguramente lo escogió por tener la carne más tierna, justo a un lado de esta poderosa criatura se podía observar el cuerpo medio comido de una minotauro, algunos goblins aún abusaban de su cuerpo en descomposición esperando la bendición del Pecado de la Lujuria o el de la Glotonería.

Esta fue la última vista con la que Tarl se quedó en su mente, ya no necesitaba buscar más, simplemente todo estaba perdido, ahora solo quedaba derramar su oscura y amarga ira sobre estas mierdas.

Dendro retrocedió un poco al ver a su líder, algo malo estaba a punto de suceder, pero no sabia que era exactamente.

Sin que nadie lo pudiera ver un Demonio musculoso con cuernos en lugar de ojos le susurraba al oído a nuestro protagonista.

Ira: - Enfurécete más, piensa en todo lo que hicieron con tus hijos, con tus esposas, con tu amigos, húndete en la ira, destrúyelo todo, o ¿acaso eres un miedoso? -.

El pecado de la Ira continuaba instándolo para que activara su Título Capital, fue para él muy sencillo que el Orco cayera ante su engaños.

Tarl: - ¡Ira! -

Gritó con gran furia a todo pulmón, todos voltearon a verlo.

Todos temblaron al observar al gigantesco Orco con los ojos inyectados en sangre, sin pensarlo entró en combate contra todo el ejército en solitario.

Ira: - Sí que tu mente se nuble, que tu ojos dejen de ver, que tu piel deje de sentir, déjame apoderarme de tu ser -.

Se reía burlonamente, sin duda pronto sería libre en el cuerpo de su nuevo huésped, lo usaría para combatir hasta que el cuerpo de este estúpido Orco dejará de servir.

Pronto Tarl perdió razón de sí mismo y fue el Pecado el que controló la situación.

Ira: - ¡El cuerpo de esta maldita criatura es mejor de lo que esperaba!-.

Con un solo zarpazo le arrancó brutalmente la cabeza a un Cíclope.

Todos alrededor de él retrocedieron un paso al ver la encolerizada bestia frente a ellos, las garras de Alto arco comenzaron a crecer y tornarse de un tono más oscuro, el hombro sin brazo se movía como loco ya que de la enorme cicatriz estaba creciendo una extremidad.

Ira: - ¡Vamos malditos diviértanme! -.

Cada embestida del Alto Orco dejaba decenas de muertos, los destripaba, les comía las cabezas, los pisaba hasta explotar.

En poco tiempo aniquiló a la mayor parte de los enemigos, justo en el momento que un nuevo brazo le había surgido por completo.

Ahora frente a él se encontraba el premio mayor, el rival más fuerte de este montón de inútiles, Fi Zou.

Ira: - ¡Defiéndete Pereza o matare a tu súbdito!-.

Tras el Oni el Pecado de la Ira podía ver claramente a un enorme Demonio mórbido, el cual simplemente permanecía en el suelo mientras constantemente era devorado por miles de larvas de moscas del Beelzebub.

El Oni de Hierro se levantó de su silla completamente estoico, ninguna emoción desprendía su rostro.

El combate de dos poderosos Pecados estaba a punto de comenzar.




*Nota: Parte final.

Reencarne en un Orco (Re)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora