La vida se resume en lo que hacemos mientras estamos ocupados. Esa perfectamente podría ser la clase de inicio que una historia como la mía merece y, quizás, un resumen global que explica muy bien mis 17 años de vida.
Observo el diario abierto que se encuentra ante mí y, mientras sostengo mi pluma Montblanc, me sumerjo de lleno en mis propios pensamientos para plasmar así lo que pasa por mi mente. Hasta ahora no había tenido tiempo suficiente para dejar escritas mis ideas desde la comodidad de mi cuarto: en el transcurso de mi vida, solo había tenido ocasión de hacerlo desde las habitaciones de los trenes nocturnos que me llevaban de un lado a otro sin rumbo fijo. Aún escuchaba en mi mente el sonido del ferrocarril sobre las propias vías: todo era tan difuso que parecía que hubiesen pasado 10 años desde mi último viaje.
Jamás comprendí por qué era especial visitar nuevos lugares si la mitad del tiempo la pasaba subida a cualquier transporte público cuya función era llevarme a mi destino. Aún así y a pesar de todo, algo con lo que disfrutaba era empleando el concepto "tren" como metáfora para explicar la propia existencia o las decisiones que tomamos por el camino: este no pasa dos veces y, cuando lo tenemos en frente, debemos subir, pues desconocemos cuando volverá a pasar. En cierto modo, la ironía en todo esto es la de no conocer cuál será nuestro destino final o qué pasará mañana. Vivimos y disfrutamos de cada instante porque es un placer en sí mismo. Y lo hacemos porque somos privilegiados de estar un día más aquí; quizás mañana no sería así.
Ojeé mi diario para recordar todo lo experimentado hasta ahora: un factor positivo detrás de redactar mi vida o, incluso, plasmar la realidad a través de una imagen es la de tener el poder de congelar instantes eternamente. Los recuerdos se construyen en base a nuestras vivencias y son estas las que nos otorgan experiencia: no se trata solo de vivir, se trata de sentirse vivo.
"Somos dueños de nuestras decisiones y nosotros decidimos cuál será el siguiente paso" Esa idea siempre terminaba apareciendo cuando menos lo esperaba pero, desde mi propia perspectiva, no era al 100% así. Nos hallamos en un mundo cuya sociedad se podría dividir en dos sub-grupos: los denominados poderosos y el resto de mortales. Siempre existía en mí la idea de que alguien controla al resto para que piense y actúe como ellos desean y esperan que sea. Eso, en parte, me recuerda a los propios videojuegos, pues eres tú quien dirige al personaje: somos el resto de mortales los que nos convertimos en meras marionetas de esos poderosos que construyen y destruyen a su antojo todo lo que se encuentran a su paso.
Y, por más que queramos cambiarlo, ese es y siempre será nuestro destino.
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Cuando la luz te encuentre
FanfictionLo que parecía normal realmente no lo era y no fue hasta los 18 que pude descubrir que vivía en una completa mentira. Todo aquello que creí real era fruto únicamente de mi imaginación. Sin darme cuenta, mis decisiones no eran cosa mía sino de esos q...