Capítulo 49

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Introduje rápidamente el truco para cambiar la clave que venía por defecto. Al principio fracasé en mis varios intentos y, tras maldecir un par de veces, se ofreció a ayudarme con ello. Estaba bastante nerviosa con la situación de él observándome con atención y me aparté cuidadosamente para evitar que nuestras manos se rozaran. Era consciente de que deseaba que hubiese más momentos como este pero, por otro lado, no era capaz de evitar los movimientos involuntarios de mi cuerpo cada vez que él se encontraba cerca.

— ¡Listo! Ahora puedes introducir la clave.

A penas lo miré pero sabía que estaba disfrutando al verme sufrir de esta manera. Tapé con mi mano la pantalla para evitar que él supiera la combinación y su risa me desconcertó.

— Venga Chloe, ¿no pensarás que deseo saber tu contraseña para entrar en tu habitación y observarte mientras duermes, no?

Enmudecí mientras buscaba encontrar la manera de evitar sonrojarme por quinta vez pero, al parecer, eso iba a ser misión imposible.

— Sé que lo deseas, deja de fingir - respondí mirándole con la expresión más serena posible.

Al parecer no esperaba esa respuesta por mi parte, pero una sonrisa inconsciente terminó por delatarle haciéndole ver que disfrutaba preguntándome cosas para ponerme nerviosa. Él sabía el efecto que causaba en mí y no iba a dejar de provocarlo tantas veces como lo necesitara. Me apresuré a entrar a mi habitación y cerré la puerta de golpe. Respiré hondo apoyándome sobre la puerta y dejándome caer al suelo rendida por el cansancio acumulado de estos días atrás.

Después de varios minutos me percaté en que no había escuchado su puerta abrirse ni cerrarse en ningún momento. Me levanté de nuevo y apoyé las palmas de mis manos y mi oreja derecha sobre la puerta para alcanzar a escuchar algún sonido desconcertante. Noté como si también hubiera decidido hacer lo mismo, dado que era como si su respiración estuviese atravesándome por completo. Continué pegada en la misma posición y, finalmente, su puerta cerrándose fue la clara señal de que había estado un largo instante en el mismo pasillo donde desaparecí. ¿Acaso quería, por fin, decirme todas esas cosas de las que no había hablado antes dado que siempre había alguien o algo que lo interrumpiera? En todo caso, teníamos tiempo suficiente para ello y no pensaba atosigarle a cuestiones banales que pudieran estresarle todavía más.

Me tumbé sobre mi cama y cerré mis ojos que ya empezaban a pesar de nuevo. Mi cuerpo estaba completamente relajado y, poco a poco, el murmullo de afuera fue disminuyendo y me transporté a un lugar al que juraría no haber estado antes. Estaba en un playa extensa cuya arena parecía haberse transformado en un espejo desde el que poder mirarme. La soledad era mi amiga y la suave brisa apartaba los mechones que iban acumulándose alrededor de mi cara. Era como sentir las yemas de alguien sobre mi piel tratando de palpar mi rostro para memorizarlo a la perfección. Y, a pesar de estar sola, me sentía acompañada. Anduve unos cuantos pasos mientras miraba en todas las direcciones posibles. Grité, pero el eco me devolvió el vacío que me invadía ahora mismo. Aquel lugar parecía no tener fin y, lo que pensé que era un mar profundo, tan solo alcanzaba a cubrirme los pies. Me adentré, dejando de lado la superficie, y tropecé con un extraño objeto que me impedía salir. Me agaché para recogerlo y un colgante azul emitía leves destellos sobre mis manos. Esa luz me hipnotizó por completo llegando a absorberme para dirigir mi absoluta atención a esa piedra tan particular que yacía sobre la palma de mi mano. El temporal arreció y una fuerte tempestad me inundó, haciéndome caer al suelo y provocando que aquel extenso mar me cubriese por completo hasta el punto de sentir que me ahogaba. Traté de salir de allí pero el agua adquirió una densidad que no había visto antes. Era espesa y una fuerte presión emergió de las profundidades, tomando con fuerza mis piernas y mis pies y empujándome hacia dentro. Busqué nadar a contracorriente tomando el colgante con toda la fuerza posible. La luz se había apagado y cerré mis ojos para concentrar toda mi energía en salir hacia adelante. Seguí intentándolo hasta el final y, como por arte de magia, la tranquilidad volvió a establecerse en aquel recóndito espacio alejado del mundo. Me puse en pie y comprobé que el colgante había vuelto a su estado normal.

— ¿Hola? ¿Hay alguien? - grité varias veces pero el eco solo hacía que devolverme mis propias preguntas.

Poco a poco fue desapareciendo todo lo que había visto y una enorme sala blanca, sin escapatoria posible, se presentó ante mí. Corrí, sin sentir que avanzara, y llegué al límite. Miré hacia abajo y me dejé caer sin miedo a lo que pudiera encontrarme al final de aquel espacio sin significado alguno. Mientras caía, me sobresalté y me levanté de golpe de la cama.

Observé la habitación. A mi lado derecho se encontraba el ventanal que daba a la calle. Miré con detenimiento aquello y parecía que la fiesta había cesado. ¿Qué había pasado allí? ¿Acaso había tenido una pesadilla? Pero parecía tan real que sentía miedo al saber si todo aquello, realmente, tenía algún sentido. Me senté para tratar de tranquilizarme y el reloj de la mesita de noche marcaba las tres de la tarde.

Decidí que lo mejor era salir a tomar el aire fresco lejos de esa habitación que, ahora mismo, se sentía como una prisión. Cerré con cuidado pero todo parecía tranquilo. Me acerqué a cada puerta pero no escuché ningún sonido, por lo que presentí que todos estaban fuera o en el área central que había visto al entrar por primera vez en esta casa. Bajé las escaleras y, poco a poco, algunas voces familiares me hicieron respirar hondo.

— ¿Has descansado? - preguntó Namjoon observándome.

— Vaya, pareces bastante aturdida. ¿Va todo bien? - Suga estaba preocupado al ver mi cara.

— Oh, no ha sido nada. Me he tumbado a dormir y siento como si hubiera dormido cinco años. No sé cuánto tiempo ha pasado pero, probablemente, sea consecuencia del jet lag - quité importancia porque, de momento, no quería informarles sobre lo sucedido.

— ¿Quieres tomar algo? Tenemos agua, té, zumo... - Jimin me miró sonriente.

Todos esperaban mi respuesta y terminé accediendo para no hacerles el feo. Jungkook, en cambio, estaba de pie mirándome porque sabía que algo no iba bien. Juré que estaba en su habitación, pues había escuchado su puerta abrirse y cerrarse, pero en cambio estaba allí con todos. Su mirada era fría y me sentí atravesada, dado que era como si estuviera analizando mi mente a la perfección. Tras un par de minutos, apartó su vista de mí y conversó con el resto. ¿Acaso presentía algo? Quería esperar, aunque fuera unos días, para contarles las cosas cuando me sintiera preparada. Pero sabía que, en cualquier momento, me increparía por los pasillos para preguntarme más sobre lo sucedido.

— Por cierto Chloe, esta noche vamos a hacer una cena todos juntos. ¿Te apuntas? - Taehyung se mostraba sonriente.

— ¡Sí claro! Estaré encantada de asistir - añadí - Por cierto, creo que voy a salir a tomar el aire fresco, para familiarizarme con este lugar nuevo. Luego nos vemos.

Se despidieron de mí y me dirigí a la calle. La calma había vuelto a aquel barrio de Boston que había pasado a ser mi nuevo hogar. Aún había puestos de comida y pequeños músicos callejeros que trataban de mantener en pie la fiesta que, poco a poco, había ido decayendo. Me paré enfrente de uno de esos artistas para apreciar mejor su arte cuando, de repente, una persona apareció a mi lado derecho.

— ¿No estás cansada de seguir huyendo? - Jungkook estaba a mi lado apreciando al artista callejero que había ante nosotros.

— No sé de qué estás hablando - giré tratando de alejarme de él.

Su mano me detuvo. Aunque quisiera seguir haciéndolo, sabía que de nada serviría.

— Tu cuello. ¿Qué le ha pasado?

No sabía de qué estaba hablando y, con uno de mis dedos, palpé la zona que me había indicado. Un ardor creciente se apoderó de mí en la parte que me había señalado y sabía que algo no estaba yendo bien.

Cuando la luz te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora