Capítulo 61

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Llegamos a la habitación como pudimos. La cantidad de alcohol que había ingerido había sido tal que todo me daba vueltas. Él, al parecer, solo estaba contento y seguía siendo consciente de la realidad. Con su brazo a mi alrededor, me sostenía para evitar que me cayese pues, allí, no había ningún ascensor que facilitara la tarea de llegar más cómodamente al cuarto que habíamos reservado.

Introdujo la llave y, mientras seguía cuidándome para evitar caer, me llevó hasta la cama.

— E-eres tan guapo - arrastraba las palabras como si pesaran demasiado.

Hizo caso omiso a mi declaración y me ayudó para ponerme el pijama correctamente. Todo me resultaba borroso pero, aún así, el aroma de su fragancia impregnado en el ambiente, seguía siendo algo que me trastornaba.

— Ese olor - olfateé - Me vuelve loca.

— Venga, es hora de acostarse a dormir - parecía nervioso, pues su voz era inestable.

— ¿Tú y yo vamos a acostarnos en... esta cama?

— Había pensado en dormir en el suelo - expresó firmemente.

— Tengo miedo. No quiero estar sola - la congoja se apoderó de mí.

— Pero estoy aquí - su sonrisa me resultaba borrosa.

— Quiero que me abraces mientras dormimos. Siento que solo tú puedes protegerme.

Yo seguía balbuceando mientras notaba que la sinceridad absoluta había optado por salir de mi boca sin haber podido hacer nada por detenerla. A pesar de no ser consciente de lo que estaba diciendo, una parte de mí se sentía cómoda por expresarse de esta manera. Sin ataduras.

Una vez hubo terminado de ayudarme a vestirme, nos tumbamos mientras la sábana nos cubrió para evitar pasar frío. Yo seguía murmurando cosas en voz alta y me acurruqué a su lado hasta que el sueño se apoderó de mí.

— Siempre lo haré - su voz, desde la lejanía, parecía responder a mi petición.

Noté sus labios sobre mi frente y, lentamente, la habitación se fue sumiendo en un profundo silencio.

...

Los rayos de sol me despertaron. El lado derecho de mi cama estaba vacío y miré a todas partes desesperada pensando que se había marchado. Parpadeé varias veces con tal de enfocar y, una persona más que conocida ya, me observaba mientras se mantenía sentado en la silla vieja que ocupaba el rincón vacío de aquel austero entorno. A su lado, había una pequeña mesita con lo que parecía ser una libreta sobre ella. Una sonrisa automática se formó en mi rostro.

— ¿Qué miras? - dije.

— ¿Acaso es un delito mirarte?

Me sonrojé y decidí acercarme para ver aquello que había sobre la mesilla. La suave brisa que entraba por la ventana movió las hojas de un lado a otro y su mano se posó, de golpe, sobre la libreta. Su expresión se tornó en una más tensa pero, a pesar de todo, decidí darle una sonrisa de tranquilidad, mostrándole que todo estaba bien. Su rostro se relajó y me permitió ver lo que había escondido entre aquel montón de folios.

Cuando observé aquel dibujo, mis ojos se humedecieron. Me había quedado sin palabras tras ver aquello y, después, le di un vistazo a él, quien parecía no haber apartado su mirada de mí ni un instante.

— ¿T-te gusta? - preguntó esperando una respuesta por mi parte.

Asentí. La delicadeza de cada trazo y el sentimiento detrás de aquella obra de arte me sorprendieron gratamente. Nunca nadie me había dibujado de esta manera, pero era como estar observándome en un espejo. Uno que iba más allá de lo superficial y se sumergía en mi interior con tal de retratar lo que estaba ocurriendo. Esta era una nueva faceta suya. Una más personal. Y sentí que, al permitirme explorar lo que allí había, también estaba mostrándome algo distinto que no había sido capaz de ver hasta ahora. Por primera vez, pude quitar de él ese manto de oscuridad, del que tanto había hablado, para poder adentrarme en su alma, en su rincón más humano.

Cuando la luz te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora