Era plenamente consciente de lo que dije acerca de que este año iba a centrarme en mis estudios y a no marearme por nada ni por nadie. En mis planes no estaba ni debía estar el complicarme la vida por nadie que suficientemente lo mereciera. Y, ahora mismo, no me reconocía: estaba subida en la Harley de un chico al que a penas conocía pero que, desde que me vio, intentó jugar a algo que seguía sin entender.
Después de despedirnos del resto de chicos y agradecerles por su hospitalidad, recibí instrucciones sobre cómo subirme a una moto. En mis 18 años de vida jamás había tenido la oportunidad de hacerlo y, a decir verdad, no comprendía la forma de subirme en la parte trasera. Mi atuendo probablemente no era la mejor combinación para ir en un medio de transporte como este, pues el vestido era ajustado y sabía a ciencia cierta que pasaría un momento de incomodidad. Él, en cambio, iba con un pantalón de deporte negro y una camiseta blanca de tirante bastante suelta acompañada de una chupa de cuero. Me observaba de pie mientras trataba de ponerme el casco y, tras varios intentos fallidos, me ayudó a abrochármelo.
— Te aconsejo que te agarres fuerte y te pegues lo suficientemente a mí para evitar dejar huecos entre nosotros que den lugar al paso de aire. Si permites que eso pase, probablemente, tengas alguna mala pasada. ¿Entendido?
Preferí no responder. Había comprendido al pie de la letra toda la información que me había transmitido.
— Te he preguntado si lo has entendido - su expresión era fría y seria.
— Sí, mi capitán - hice el gesto típico de los soldados y me subí detrás suya.
Mis manos empezaron a humedecerse por los nervios y, tras pensarlo unos segundos, rodeé su cintura con mis brazos, dejando apoyar todo mi cuerpo sobre su espalda: era ancha y atlética. Miré al retrovisor izquierdo y pude ver una corta sonrisa.
El trayecto fue bastante largo y se detuvo justo enfrente de la universidad. Mi único deseo ahora era el de poder bajar, dado que no me sentía las piernas después de un largo rato en la misma posición. Me quité el casco, le devolví sus pertenencias y le agradecí por su esfuerzo en traerme.
— No te acostumbres a esto - dijo con una mirada retadora.
— ¿A qué exactamente? - me hice la tonta.
— La forma en como me agarrabas. Al final pensaré que no eres tan dura como pareces serlo.
— Te agarraba por seguridad: no me quedaba otra - expresé con enfado - además, ni en tus mejores sueños.
— Como digas, señorita mentirosa - dijo mofándose.
La gente nos miraba al pasar y algunos comentarios me permitieron deducir que no era a mí exactamente a quien miraban, sino al chico con chupa de cuero que había actuado como un chófer para traerme hasta aquí. Él seguía observándome y una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios se formó durante un corto rato para después desaparecer.
— ¡Ey cielo! ¿Así que me estabas esperando? - dijo una voz femenina bastante aguda detrás de mí. Era una mujer alta, rubia, bastante atractiva y muy bien vestida. Se acercó y lo abrazó fuerte - ¿y esta quien es? - me miraba con recelo y no hubo respuesta por su parte.
"Parezco estúpida. ¿Por qué iba a pensar que era a mí a quien estaba sonriendo?"
Él ya no estaba pendiente y aproveché ese instante para escabullirme de allí. Estaba muerta de frío, pues al ir en moto el viento te envolvía por completo y no te soltaba. Mientras me marchaba, miré atrás y me percaté de que era la mejor decisión que hubiera podido tomar: ambos ya se habían largado del lugar.
Entré en la residencia tratando de llegar a mi habitación cuando la conserje del edificio vino detrás de mí despavorida:
— ¿Es usted Chloe Salvatore?
— La misma - asentí sin saber que estaba ocurriendo.
— Tus padres han llamado y dicen que es urgente - en su cara pude ver que no eran precisamente buenas noticias.
Y me sentí realmente mal conmigo misma por haberme olvidado por completo de ellos estando a tantos kilómetros de distancia.
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Cuando la luz te encuentre
FanfictionLo que parecía normal realmente no lo era y no fue hasta los 18 que pude descubrir que vivía en una completa mentira. Todo aquello que creí real era fruto únicamente de mi imaginación. Sin darme cuenta, mis decisiones no eran cosa mía sino de esos q...