Capítulo 97

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— Probablemente te estés haciendo millones de preguntas. Aunque, quizás, muchas de ellas ya las conozcas - dijo susurrando sobre mi oído mientras me ataba con una cuerda para evitar que pudiera escaparme.

— ¿De qué va todo esto? - pregunté furiosa.

— De conseguir lo que necesito. Y yo siempre lo consigo.

— No lo comprendo. Si tan segura estás, ¿por qué te ha costado tanto tiempo hacerlo? Nos tenías cerca y permitiste que nos escapáramos - quería provocarla - Aunque, espera, ¿te marchaste cuando obtuviste tu objeto para tenerme controlada?

— ¿Te refieres a este? - extrajo de su bolsillo la pieza a la que estaba refiriéndome.

— Exactamente - estallé de risa cuando vi la réplica que tenía en su mano.

— ¿De qué te ríes? ¡Cállate!

— ¿Estás segura de que esa pieza es la que estás buscando? - mi seguridad volvió a salir a la luz.

— ¡Evidentemente! Y cuando extraiga de tu interior lo que necesito, dejarás de servirme para siempre - estaba convencida.

— ¡Vaya! Estoy deseando ver cómo lo logras.

— Una palabra más y te juro que...

— ¿Qué? ¿Acelerarás todo para conseguir lo que buscas? - no pensaba callarme - Aunque, bueno, para hacer eso primero deberías comprobar que todo sigue yendo en la dirección correcta, ¿no?

— No sé a qué estás tratando de jugar pero te aconsejo que no sigas por ese camino.

Decidí mantenerme en silencio para evitar alterarla demasiado. Todavía no era consciente de que su plan se había ido al garete hacía mucho tiempo. Dio vueltas a lo largo de la sala, acrecentando el suspense en aquel lugar. Nadie respiraba y nadie quería decir nada para evitar romper aquel silencio.

— Dado que tu tiempo se agota, te voy a dar la oportunidad de preguntar aquello que desees - expresó Ava - Al final, vas a acabar enterrada en alguna fosa común y caerás en el olvido. No te quedará nadie y, cuando logre borrar la memoria de todos, pasarás a ser otro defecto de la naturaleza.

— Algo que me sorprende de ti es que creas que la gente está siéndote leal - no le iba a dar el derecho de destruirme.

— La gente me respeta - se creía sus propias mentiras.

— ¿Como Miroslav?

Se quedó fría. Su sonrisa se apagó y su expresión cambió completamente.

— ¿De qué lo conoces?

— Bueno, digamos que la noche en que buscaste secuestrarme, él estaba presente en el jardín de la residencia. Pero lo realmente sorprendente fue cuando apretó el gatillo. Prefirió dejar de vivir que seguir cumpliendo tus órdenes. ¿Qué irónico, no?

— ¡Mientes! - su ira fue en aumento.

— ¿Estás segura de que miento? ¿Al igual que vendiste a mi madre para salirte con la tuya? Optaste por conseguir poder a cambio de proteger a aquellos que habían mostrado un poco de cariño por ti. Pero bueno, nadie es quien dice ser - necesitaba decirle lo que tanto deseaba - Las personas no cambian.

— No me quedaba otra.

— ¿No te quedaba otra porque te habían apuntado con la pistola de frente o por el miedo a perder tu posición? No lograste nada por méritos propios. Te regalaron ese puesto a cambio de tu silencio. ¿Y mi madre? Ella fue tu moneda de cambio - necesitaba hacer justicia.

Por un momento creí que rompería a llorar. Pero estaba equivocada. Una carcajada carente de humor impregnó las cuatro paredes de aquel lugar. Sentí repugnancia por aquella persona que estaba enfrente mía observándome desde arriba. Volvió a emprender su ruta, dando vueltas concentrada en su propio mundo.

Cuando la luz te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora