Mi desesperación fue creciendo por momentos: llamé unas cincuenta veces aproximadamente pero no recibía respuesta a cambio. Primero se cortaba la llamada y otras era yo quien optaba por colgar para evitar estar esperando. Lancé mi teléfono a la cama y decidí calmarme. Me senté y respiré hondo hasta que una sensación de alivio me invadió poco a poco.
A través de los ventanales podía apreciar la tranquilidad. Algunos transeúntes navegaban de un lado a otro sin rumbo fijo; otros, por contra, reían contentos a consecuencia de haber consumido una alta dosis de alcohol, pues arrastraban las palabras y actuaban extrañamente. Pensé detenidamente si eso era posible pero, posteriormente, caí en la cuenta de que era muy habitual, dado que algunos no encontraban medida a la hora de ingerir cualquier tipo de bebida.
Las horas transcurrieron y no hubo señal alguna de llamadas. Opté por llamar al contestador pero tampoco hubo ningún mensaje registrado. ¡Qué extraño! Decidí rebuscar por mi correo electrónico y ni en la bandeja de entrada ni en la carpeta spam había ningún rastro que pudiera sospechar que las cosas estaban yendo mal. Cerré el portátil y decidí acostarme. Después de la fiesta de ayer no tenía muchas ganas de hacer nada más, pues las fuerzas eran inexistentes.
Abrí los ojos y la oscuridad de la noche me envolvió por completo. No sabía la cantidad de horas que había dormido, pero tuve que encender la luz de la mesilla para tratar de volver a la vida real. Afuera los coches transitaban a toda prisa y los pasos de personas en el amplio jardín de la residencia despertaron mi curiosidad.
— Vaya, es la misma chica que vi ayer - parpadeé durante un instante para ver si estaba soñando - pero, ¿quien la acompaña? - observé detenidamente la escena.
Un señor alto, con traje negro y gafas de sol a conjunto iba a su lado: podría decir que era una especie de guardaespaldas. Me mantuve escondida para que no me viera y evité cualquier sonido que pudiera obligarle a hacerle mirar hacia arriba. No sabría exactamente qué edad tendría pero, perfectamente, estaría rozando los 40 o 45 años. Ella parecía ebria y articulaba unas palabras que no lograba llegar a entender. Aún así seguí allí, esperando un giro radical de la historia.
— Venga guapo, acompáñame dentro - dijo como pudo pues estaba bastante afectada - En la discoteca parecías más divertido.
Siguió enfrente de ella sin decir nada y observando a todos lados buscando algo que necesitaba urgentemente.
— ¿No piensas decir nada? - dudosa le dio una última oportunidad - ¡Como quieras! Estarás contento: ¡has arruinado todo!
Y, tras esto, se giró y se marchó sin a penas mediar palabra. Entró dentro del mismo edificio donde me encontraba yo pero, por algún extraño motivo, la persona cuya identidad era todo un misterio seguía de pie, delante de la puerta. Al no poder conseguir recabar más información sobre este suceso, decidí ignorarlo. A pesar de todo, mi mente seguía activa queriendo desentrañar lo que estaba sucediendo allí.
Volví a caer en un sueño profundo. Seguí escuchando sonidos de personas y la puerta del edificio volvió a abrirse. Se escucharon pasos de tacones pero, dado mi cansancio, preferí seguir durmiendo y restar importancia a lo que ocurría afuera.
Todo me resultaba diferente hasta ahora. Mi casa de Nueva York estaba ubicada en un apacible barrio a las afueras de la ciudad. Se trataba de un recinto cerrado y video vigilado las 24 horas del día, donde poder pasear tranquilamente y donde a penas ocurrían grandes sucesos. En general, aunque mi vida había sido bastante inestable, siempre terminábamos viviendo en alguna zona residencial apartada del bullicio de la gran ciudad. Tanto mi madre como mi padre siempre habían sido partidarios de ofrecerme una educación correcta en lugares sosegados; siempre habían considerado que era lo más sano para mí.
De repente, un sonido ensordecedor interrumpió mi sueño por completo. Un terrorífico chillido cortó el silencio de la noche y me desperté de un salto. Me asomé al balcón tratando de ver el lugar del que procedía el grito, pero las farolas de afuera no eran suficientes para resolver mis dudas. No se veía absolutamente nada pero, instantáneamente, un golpe seco en la puerta fue lo que terminó por sobresaltarme. Al principio, tenía miedo de abrir y que hubiera alguien extraño de pie enfrente de mi habitación. Seguidamente, fui despacio y en silencio a la entrada esperando un segundo golpe que jamás volvió a darse. Finalmente, opté por abrir la puerta esperando encontrarme a Priya o a cualquier otra persona del edificio llamando en busca de auxilio.
Lo que menos pensaba encontrarme en el suelo era un misterioso sobre. Antes de decidirme a cogerlo, salí al pasillo y observé en ambas direcciones. Mi habitación era la 302 y no se escuchaba nada más que mi corazón latiendo a cien por hora. Era extraño porque el chillido había sido lo suficientemente estridente como para despertar a todo el personal y compañeros de la residencia. En cambio, solo se escuchaba silencio. Era como si el tiempo se hubiera detenido por completo y no hubiese nadie más en el mundo que yo misma.
Cerré la puerta y le eché el cerrojo, pues así me sentía más segura. Abrí el sobre y extraje lo que había en su interior. Se trataba de una tarjeta rectangular holográfica que brillaba. No logré descifrar las letras o el mensaje que había escrito en ella, así que decidí guardarla para investigar más acerca de esto cuando tuviese tiempo.
Eran las cuatro de la madrugada y decidí salir a buscar a Priya. Aunque tenía mucho miedo, lo cual era innegable, necesitaba salir de dudas y ver si estaba bien. Anduve hacia adelante y, sin hacer mucho ruido, llegué a su habitación. Decidí dar un suave golpe a su puerta. Al no recibir respuesta al otro lado, decidí dar tres golpes sueltos y, seguidamente, la puerta se abrió.
— ¿Quien es? - se frotó los ojos - Ah, eres tú Chloe. Me has despertado - por mi semblante asustado prosiguió - oye, ¿estás bien?
— ¿Como se supone que voy a estar bien si ese chillido me ha dejado mal cuerpo?
Sin entender sobre qué le estaba hablando, prosiguió.
— Espera, espera... ¿De qué chillido estás hablando?
— Sí, el chillido de hace a penas unos minutos - traté de explicarle sin éxito.
— Oye, creo que necesitas descansar o algo. Quizás fue una pesadilla tía.
No podía creerme lo que estaba escuchando. Aún así me dio un fuerte abrazo y me reconfortó. A pesar de haberme invitado a entrar, preferí no hacerlo y decidí respetar sus horas de sueño pues, por su rostro, parecía necesitarlo. La puerta se cerró ante mí y, tras respirar un instante, di media vuelta para ir en dirección hacia mi habitación. En un abrir y cerrar de ojos, una puerta al fondo del pasillo se cerró de golpe.
— ¿Hola? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? - me apresuré tomando cierta distancia para evitar sustos.
No hubo respuesta y decidí quitar de mi mente todo aquello que había visto hasta el momento. De regreso a mi habitación, sentí la extraña sensación que se tiene cuando alguien te observa: me detuve para mirar aquel angosto pasillo, pero estaba desierto y solo escuchaba el latido de mi corazón y mi respiración acelerada. Al regresar, todo estaba en calma. El amanecer pronto llegaría para indicarme el comienzo de un nuevo día. Me tumbé, me tapé y permití que el sueño me invadiera.
Quizás había sido todo una pesadilla.
ESTÁS LEYENDO
Cuando la luz te encuentre
FanficLo que parecía normal realmente no lo era y no fue hasta los 18 que pude descubrir que vivía en una completa mentira. Todo aquello que creí real era fruto únicamente de mi imaginación. Sin darme cuenta, mis decisiones no eran cosa mía sino de esos q...