Capítulo 94

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Seguimos contemplando aquellas invitaciones. Decidí rebobinar un poco en el tiempo para volver al día en que Dafne nos contó cuál era el plan. Todavía era 11 de diciembre y, aunque no había habido rastro de ninguna de ellas, mañana era el gran día. Jamás había asistido a ninguna gala benéfica, y mucho menos a una de LUX, pero una parte de mí sentía realmente curiosidad por los rituales que fueran a llevarse a cabo allí.

Volví a rebuscar entre mi bolsillo para extraer aquellas imágenes que había podido sustraer del palacete. Aunque desconocía totalmente quienes aparecían allí, quizás alguno de ellos sí supiera de qué iba todo aquello.

— Mirad chicos. En nuestra visita a la mansión, pude encontrar estas fotos en uno de los cajones que había - se las mostré - Quizás vosotros sí sepáis de quienes se trata.

Aunque, en un principio, nadie pareció mostrar especial interés en estas, poco a poco fueron analizándolas detenidamente. Ellos, probablemente, gozaban de muchísima más información de la que yo tenía, pues llevaban mucho más tiempo detrás de ellos.

— ¡Son ellos! - exclamó Taehyung.

— ¿De qué hablas? - pregunté sin comprender su punto.

— Chloe, ¿recuerdas cuando te hablé de mis padres? - respiró profundamente - En algunas de estas fotografías aparecen ellos. Aunque no llegué a profundizar mucho, ellos también son parte de LUX.

— Se trata de una de las tantas galas benéficas que celebran anualmente - añadió Suga - Y esa, precisamente, es la felicidad fingida que tratan de transmitir. Su idea es mostrar al mundo que ahí reina la paz y la armonía. Por desgracia, no todo es lo que parece.

Lentamente fui entendiendo que se trataba de viejos archivos que habían quedado en el olvido en un cajón carcomido por el paso del tiempo. Y eso, en parte, era el fiel reflejo de la soledad: estar rodeado de personas pero, al mismo tiempo, sentirse solo. Ver mil rostros sonrientes esperando al flash para capturar ese instante, no es sinónimo de felicidad.

Volví a observar detenidamente sus caras repletas de tristeza y disfrazadas con una amplia sonrisa. Por un momento, me pareció reconocer a quienes fueron mis padres durante estos últimos años. Pero, por algún motivo, una parte de mí había borrado de la memoria cómo eran. Y, por extraño que pareciese, no despertaban ningún sentimiento positivo ni negativo. Simplemente, me eran indiferentes.

El reloj marcaba las doce de la noche y, después de una larga charla, me despedí de todos y cada uno de ellos. Sentía un fuerte cansancio y lo que más necesitaba, ahora, era reponer fuerzas para afrontar mejor el día que estaba por venir. Mientras ascendía en dirección a mi habitación, fue inevitable no pensar cómo se sentiría ahora Dafne, Blair o Bridget. Si bien es cierto que, con Bridget, a penas había entablado una relación más allá de lo profesional, necesitaba saber que ella estaba bien. En el fondo, estaba aliviada de saber que eran lo suficientemente valientes para enfrentarse a LUX pero, por otro lado, me sentía angustiada de no poder estar allí con ellas. Pero, sobre todo, me aterraba la idea de saber que pudieran estar sufriendo o siendo víctimas de alguna tortura indescriptible con palabras.

El pasillo estaba despejado, aunque la oscuridad era evidente. Si hubiera alguien escondido tratando de encontrar el momento correcto para actuar, sin duda sería este. Mientras seguía avanzando escuché lo que parecían ser unos pasos un poco más alejados de los míos. Sabía de quien se trataba y lo que buscaba, así que opté por ser inesperada. Si en su plan inicial estaba el de sorprenderme de espaldas mientras abría la puerta de mi habitación, decidí hacer totalmente lo contrario. Me alejé de allí y seguí andando hacia adelante, sin saber hacia donde me estaba dirigiendo. En el ambiente pude notar una expresión de desconcierto y eso, en parte, era precisamente lo que estaba tratando de hacer. Aprovechando la curva del pasillo, aceleré el paso y me escondí en el primer lugar que encontré. Me mantuve en total silencio, aunque el olor allí dentro era terrible. La mezcla de productos de limpieza no eran la mejor alternativa para mantenerme callada. Mi corazón iba a mil por hora y, tras cerciorarme de que todo estaba en calma, decidí salir de mi escondite en el más absoluto silencio. Todo parecía estar tranquilo y, de puntillas, retomé el camino hacia mi habitación. Respiré hondo, tragué saliva y me autoconvencí de que lo mejor ahora mismo era mantenerme relajada. A cada paso la puerta se encontraba más cerca pero, de repente, unos brazos musculosos me tomaron por sorpresa por la cadera y me levantaron. Como quien sujeta una bombona de butano, me sentí incapaz de moverme. Opté por dejar de hacer pataletas y dejarme llevar, a donde fuera que estuviéramos yendo.

Cuando la luz te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora