Capítulo 50

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Su mano seguía sosteniéndome y su mirada suplicante me pedía que me quedara.

— Tienes que contarme qué está sucediendo, Chloe. Es importante para el progreso de la investigación.

En primera instancia dudé, pero sabía que tenía razón. Necesitaba ponerle al corriente sobre todo lo que había vivido y experimentado.

— Está bien. Os explicaré lo que ha estado sucediendo.

Nos dirigimos de regreso a casa y, aunque él se adelantó, me sentí obligada a quedarme quieta. Tras percatarse de que seguía paralizada en medio de la calle, se giró a observar qué estaba ocurriendo.

— Pero dime una cosa. ¿Solo te importa la investigación o es la excusa más sencilla para evitar decirme que te preocupas por mí? - mi mirada fría estaba posada sobre la suya.

Su silencio me bastó para saber que estaba muy equivocada. Seguía mirándole de frente tratando de obtener una respuesta válida a mi pregunta y varias lágrimas brotaron de mis ojos. Ahora mismo me sentía como una cría ilusionada por ese amor imposible que sabía que jamás iba a ocurrir. Su expresión cambió a una muy diferente: una profunda lástima se apoderó de él mientras seguía de pie impasible.

— Perdona, creo que todo esto me está afectando demasiado - me sequé las lágrimas con las mangas de mi suéter y me alejé sin mirarle.

Un susurro casi imperceptible me obligó a detenerme, pero decidí ignorarlo por completo y volver sola a casa. Una repentina sensación de tristeza me abrazó al entrar por la puerta. Todos estaban sentados charlando y compartiendo buenos momentos y, al verme, cambiaron repentinamente su semblante. Namjoon se levantó para tratar de consolarme ofreciéndome un abrazo y, con un leve movimiento, rechacé su oferta.

Subí las escaleras tan rápido como pude y me encerré en mi cuarto. Necesitaba relajarme, pues no entendía por qué estaba tan afectada. Quizás la mezcla de sentimientos entre lo que me estaba sucediendo y sus leves muestras de afecto me habían inundado por completo. Nunca antes había experimentado algo similar pero, urgentemente, merecía dedicarme tiempo para reflexionar y comprender mejor mis emociones.

Después de un par de horas en completa calma y silencio, supe que tenía que arreglarme para acudir a la cena de la que me habían informado previamente; ya me había desahogado lo suficiente y ahora era mi momento de impresionar. Me di una ducha rápida, me cepillé los dientes y apliqué algo del maquillaje que me quedaba sobre mi rostro. Me dirigí a una de mis mochilas para rebuscar en ella algún conjunto que fuera acorde a la reunión de esta noche. Dudé si ponerme el mismo vestido con el que fui a la fiesta y que aún conservaba, a pesar de estar enredado con el resto de camisetas y pantalones que había metido con prisas. Pero, mientras seguía pensando qué ponerme, giré levemente mi cabeza y me quedé impactada ante lo que mis ojos estaban viendo en este preciso instante: un vestido largo rojo con escote corazón colgaba sobre una de las perchas del armario viejo de la habitación. Me acerqué lentamente sin apartar mi vista de allí creyendo que desaparecería, de un momento a otro, al tratarse de una visión extraña. Cuando estuve lo suficientemente cerca, lo toqué con mis dedos y lo saqué de allí dentro para apreciarlo mejor. No sabía en qué momento había aparecido ni cómo es que no me había dado cuenta antes, pero evité hacerme demasiadas cuestiones. Escondido había una pequeña etiqueta cuyo mensaje decía «Esta es mi sorpresa para ti. Bienvenida a casa, Chloe». Palidecí un breve instante, pues pensaba que había cerrado la puerta al salir. A pesar de todo, opté por probármelo enfrente del espejo y me quedé sorprendida ante lo bonito que era y lo bien que quedaba; era como si estuviese hecho a medida. Sonreí al verme tan arreglada y pensé que, quizás, no era el atuendo más correcto para una cena pero, dado que el vestido estaba allí, me sentí elegida de algún modo.

Aparté mis ojos de mi reflejo y me quedé helada al ver, sobre la diminuta mesilla de café, varias joyas. Todas eran hermosas pero hubo una en especial que me dejó petrificada: en la pesadilla que había tenido hacía varias horas, aparecía el mismo collar que estaba viendo ahora mismo en vivo. Tenía el mismo color y sus brillos me deslumbraron por completo. Se trataba de una piedra preciosa azul que no había visto nunca antes. La palpé con mis dedos y, al contacto con mi piel, el destello iba in crescendo. Decidí ponerme los pendientes, el anillo y el collar que habían aparecido, por arte de magia, en mi cuarto y, antes de salir, presté atención a la marca extraña que había aparecido sobre mi cuello y de la que Jungkook me había advertido. Se trataba de un dibujo extraño con un color oscuro que resultaba novedoso. Aunque hubiera podido tapármelo con maquillaje, preferí dejarla al descubierto para que todo aquel que la viera, se parara a observarla. ¡Quizás alguien sí conocía su significado!

Di un último vistazo y cerré la puerta al salir. El pasillo por el que circulaba, ahora, tenía las luces de los laterales encendidas y, desde arriba, había una bonita terraza desde la que asomarse y ver el patio central de la casa. Escuché varias voces y entendí que ese era mi momento de descender aquellas escaleras que emitían el mismo chirrido que las de la casa de Taehyung donde se celebró la fiesta. Estas cesaron y varios ojos se posaron sobre mí para observarme: sus caras de sorpresa eran dignas de ser fotografiadas, pues cada una tenía su propio significado. Mis ojos recorrieron la sala entera y, aunque la mayor parte de ellos me sonreían, hubo dos personas cuyas expresiones faciales eran lo más parecido a cuando un simple mortal se arrodilla para admirar a un dios. Nunca antes había sido admirada por otro ser humano ni era algo que pensé que fuera a ocurrir nunca pero me sentí halagada, a pesar de recordar como varias horas antes me había enfadado con Jungkook por su no reacción hacia mi pregunta. Decidí enfrentarme con toda la confianza, como si fuese una estrella del cine habituada a bajar escalinatas ante la atenta mirada de cientos de personas. De alguna forma, buscaba disfrutar de ese instante para recordarlo en mi mente como un bucle infinito.

Los ojos de aquellos siete chicos, que me observaban desde abajo, me transportaron a la fiesta de bienvenida. La clara diferencia era que, en aquella ocasión, yo los observaba embobada mientras se mantenían quietos mirando a toda la gente que se presentó. Y, ahora, ocurría todo lo contrario. Seguí descendiendo, completamente enfocada en mi misma, para evitar tropezar o hacer algún gesto que me dejase en evidencia y, lentamente, cada mirada se fue centrando en el misterioso colgante con la piedra azul que relucía sobre mi escote. Todos estaban completamente cautivados por la belleza que emanaba de aquel cristal que parecía único en el mundo.

— Que empiece la fiesta, ¿no? - sonreí tratando de eliminar de mi mente toda cuestión ridícula y absurda.

Y me quedé allí plantada esperando una reacción por su parte. Pero la mirada de Namjoon desconcertada me ayudó a ser consciente de que aquello no era una mera casualidad.

Cuando la luz te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora