[EPÍLOGO] Un año después.

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—«Clásicos feministas: el blog de mujeres para mujeres que analiza los clásicos de la literatura universal con perspectiva feminista» —Damiano lee el titular de la edición en papel de Il Corriere di Verona, complacido. —«Según sus impulsoras, las activistas Chiara Di Stefano y Sofía Fabricconi-Díaz, la idea de este proyecto surgió mientras a raíz de su anterior trabajo en Casa di Giuglia. Entonces, su Jefa les pidió que elaborasen una versión adaptada y «edulcorada» de un clásico de la literatura universal, Romeo y Julieta de William Shakespeare. La propuesta movió en primer lugar a Di Stefano, quien comenzó a esbozar el borrador de Lidia, su ópera prima, que saldrá a la venta el 24 de septiembre de 2024. Algo más escéptica, Fabricconi-Díaz tardó casi medio año en unirse al proyecto, en tanto que ambas fueron despedidas (de forma ilícita, como han declarado los tribunales veroneses) de sus puestos de trabajo por «diferencias creativas». Con el dinero de la cuantiosa indemnización, 10.000 euros a cada una más 50.000 a ésta última, por desvelar a la prensa quién era su pareja, iniciaron este proyecto, que hoy cuenta con miles de fans alrededor del globo terráqueo».

—¿Quieres dejar de leer el periódico? —Lo reprende Sofía, molesta.

Golpetea con el ramo de claveles blancos, rosas y campanillas la débil estructura de papel envejecido que él canturrea en voz alta. Varios pétalos, hojas se desprenden del escueto conjunto florido, pero arrancan a Damiano de su quehacer. Abandona Il Corriere Di Verona para rehacer la trenza rebelde, pelirroja e indomable con la que ella lucha, incansable. Sus dedos doman, moldean el cabello a su antojo.

—Estás preciosa —comenta, lleno de éxtasis.

Desvía la vista al espejo sólo para poder volver a contemplar su precioso traje de Dama de Honor. Entallado, largo y vaporoso, realza la figura de Sofía. Su color hueso, el escote de pico o las mangas al codo, junto a la falda por capas le dan un toque casi místico. De no ser por las viejas deportivas que ha optado por calzar, su look sería más prototípico de un cuento de hadas que de una boda campestre. A los zapatos, se une un maquillaje claro, discreto y natural, a base de colores pastel que enmarcan los pendientes de plata. Ella sonríe, resplandeciente.

—¿Quieres que te ponga la corona de flores o nos esperamos? —Interroga.

En el lateral del tocador, sobre un abultado cojín, descansa el objeto. Hecho de ramitas viejas, frescas flores asilvestradas y un par de hojas caídas, las manos de Romeo le han dado un toque especial. Otro similar, aunque más recargado e imponente yace en la habitación contigua, regalo de bodas del novio a la novia. También Chiara contempla la pequeña obra de arte, de punta en blanco y sin poder parar de llorar. Jamás creyó que llegaría el día de su boda.

—Creo que voy a necesitar una gaseosa primero —observa ella. Y no necesita agregar más porque Damiano reconoce la náusea de inmediato. Autómata, extrae el solicitado refresco. Está gélido, frío a pesar del calor. Lo destapa para ella. Sofía da un trago largo.

—La ginecóloga dijo que las náuseas serían normales —comenta. Aún así, el ceño fruncido no desaparece. —Por lo menos, hasta el segundo trimestre.

—Vomitar es lo peor del embarazo, sin duda alguna.

Afuera, el ruido de voces, pasos o prisas aumenta.

—Chiara busca a Sofía —explica Romeo a Damiano.

Ajustado a la forma exacta de su cuerpo, el esmoquin le queda perfecto, hecho a medida. Resplandecen los zapatos y, también, los ojos oscuros, cargados de un no sé qué indescriptible. Entre sus brazos, carga a su bebé recién nacido. Apenas tiene seis semanas la criatura. Cabe en el antebrazo de su padre, quien la alimenta con devoción. La carga, inclina el biberón y, de él, succiona la leche materna. En cuanto el cantante traslada el encargo a su pareja, se sienta al lado de su nuevo amigo y, con mimo, acaricia el pie de la niña. Como respuesta, una patadita. Ambos la contemplan, ensimismados y, en cuanto Sofía cruza a la otra punta de la estancia, reanudan la conversación latente.

—Es maravilloso —informa el Vigilante de Seguridad. —Creía que yo había vivido el amor en su máxima expresión con Chiara hasta que este duendecillo nació. En cuanto me la pusieron en brazos, sabía que viviría y moriría por ella. Ni siquiera hay palabras que lo describen. Tener una hija es lo mejor que me ha pasado en la vida.

—Quiero que nazca ya —confiesa.

Un chorro de aire caliente ingresa a la estancia en la que se encuentran. Cruzan el umbral de la puerta la Dama de Honor y la Oficiante, resplandecientes e impecables, conjuntadas con Sofía. Muy enamoradas, de la mano, Victoria y Anna saludan a la variopinta pareja.

—Chicos, es la hora.

Elegante, trajeado y muy serio, Ethan avisa al cuarteto.

—No me lo puedo creer —exhala, incapaz de asumir el momento. Deja a un lado el biberón vacío.

—Es la hora, amigo —conviene Damiano, nervioso por su igual.

Ambos se ponen en pie, algo torpes. Colocan a la niña en el porteador. De inmediato, se recuesta en el pecho tembloroso, torpe de su padre y comienza a adormilarse, a pesar de la desazón de éste o el latir desbocado de su corazón.

—Como yo soy la oficiante, me adelanto —repone Victoria.

Gira sobre sí y, sin aguardar una respuesta por parte de alguna de ellas, emerge al precioso campo veronés.

—¿Estarás bien? —Interroga el padre a su hija, solícito y con el ceño fruncido, temeroso de poder herirla de alguna forma. Besa a su hija antes de ponerse en marcha, camino al altar.

—Y si no lo está, tiene a su padrino y a su madrina para ocuparse de ella —responde Damiano, vehemente.

Sujeta la puerta para su amigo, quien emerge al precioso jardín. El cielo limpio, azul y eterno comienza a cambiar su tonalidad; poco a poco, arriban el dorado, la paleta rosada crepuscular. Allá, en lo alto, Venus brilla en el firmamento y, también, alguna que otra estrella. Romeo sigue el sendero empedrado e irregular hacia el altar, feliz. Bajo el arco repleto de flores, de hojas o ramitas  escogidas por la pareja, Victoria le aguarda.

Pronto, la versión de If Not For You para cuarteto de cuerdas y piano empieza a sonar. Desfilan las dos hijas de Chiara en calidad de niñas de las flores. Anna las sigue, provista de los anillos y, después, tuerce la esquina Sofía. Embarazada, preciosa e impecable, perfecta. Esboza una sonrisa irregular, torcida que tiene por destinatario a Damiano. Y él devuelve el gesto, exultante.

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