22 de diciembre

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Damiano,

como ves, he hecho llegar mi respuesta a tu maravillosa carta a toda velocidad.

Declaro que estoy muy abrumada. Apenas sé qué escribir porque mis manos sudan, tiemblan de impaciencia. Las palabras bullen en mi pecho, brutales e inconexas. Dudo, escribo, reescribo porque no sé cómo conseguir que suenen mejor, quedar a la altura de la perfección literaria de la epístola tuya que he recibido, pero tienes talento. Recorrer tus frases, tus párrafos cargados de dolor, de emoción es un privilegio y Damiano, dudo estar a tu altura.

Primero, he de disculparme. Admito que mi comportamiento ha sido cruel, déspota e infantil. Relatar todo cuanto siento por ti al mundo, sin que tú hayas sido un partícipe directo (sino un mero lector) ha sido un error garrafal que espero, deseo que me disculpes aunque yo lo considero imperdonable. Creo que ha sido un acto despiadado, sin empatía, carente de responsabilidad afectiva y, de mil amores, de rodillas imploro tu perdón. Sé que debería haber respondido. E iba a hacerlo, pero no supe cómo. Cuando leí tus palabras, tu confesión, apenas supe qué hacer; me quedé helada, incapaz de procesar una sola idea más. Y yo me sentí tonta, mi amor, muy tonta. La primera ráfaga de ideas coherentes que recuerdo es una sarta de insultos, descalificativos hacia mí por no saberlo, no haberlo visto. Creo que llevas en Twitter el suficiente tiempo como para saber que afloran, proliferan las cuentas parodia, paralelas o como desees llamarlas, por lo que creí que serías un chico cualquiera, a caballo entre la seriedad y el tono irónico, jocoso. Muchos detalles que me narraste encajaban con tu vida, tu historia y creo que, de alguna forma, muy en el fondo, sabía que eras tú, pero estaba demasiado aterrada para confesarlo. Sentía pavor ante el hecho de ser una caricatura, un ser ridículo e inferior, cargado de sueños, críticas, anhelos inalcanzables a costa del que te divertías. Pensaba eso en serio, de corazón porque, a decir verdad, he tenido poca suerte en el plano afectivo. Que sé que esto no justifica mi conducta (de nuevo, perdón), sino que la explica. Siempre he creído que no estaba a la altura. ¿Cómo iba un chico guapo, rico, talentoso, de éxito, repleto de virtudes a enamorarse de algo tan vulgar como yo? Tantos años de burlas por parte de mi madre supongo que me han hecho así: desconfiada. Ahora veo que eras sincero. Las palabras dulces, tiernas, poéticas que has escrito sobre mí me han hecho llorar a mares. Jamás en la vida creí que alguien pudiera ver todo eso en mí, así que te doy las gracias.

Lamento mi silencio, lamento todo el dolor que te he causado. Soy muy consciente de que mis actos han tenido una consecuencia horrible y, en realidad, me gustaría compensártelo. No sé cómo podría hacer semejante proeza, pero se me ocurre empezar por una confesión. Que sé que estoy enamorada de ti hasta las trancas, desde hace mucho tiempo. Y este es un sentimiento que no me había atrevido a verbalizar, ni explorar hacía mucho tiempo. Sé que te quiero, Damiano. Esta es una sensación mágica, brillante que, de una forma u otra, me hace sentir más el suelo que piso, el aire que respiro o la sangre que mi corazón bombea. Percibo la vida repleta de luz, de color, de música. Los estímulos resuenan más fuerte, potentes y me llenan de vida. Confieso (muy avergonzada) que cada vez que suena el despertador, mantengo los ojos cerrados un solo segundo e imagino que estás conmigo, a mi lado, que me besas y exhalas palabras de aliento para que inicie el día. Soy dichosa, feliz y quiero estar contigo, a tu lado. Pero debo pedir prudencia porque jamás nos hemos visto y, sobre todo, porque te marchas del país por tres meses. Y yo no quiero que los tres primeros meses de mi relación estén marcados por la distancia, así como que no vengan precedidos por una conversación larga, honesta y adulta.

Deseo hacer las cosas bien, bien de verdad y, para ello, por favor, te pido paciencia. Tampoco yo he tenido un pasado romántico apacible o incentivador, sino todo lo contrario: ha sido tormentoso, exiguo, traumático. Quisiera empezar de cero a tu lado, dispuesta a darte todo cuanto necesites, sin interferencias y, para ello, necesito más seguridad. 

Ahora, anuncio que la carta es un medio útil, romántico, aunque prefiero la inmediatez de los mensajes. Respóndeme por escrito en cuanto la recibas, por favor. Quiero saber todo de ti, quiero estar en contacto, quiero que nos conozcamos mejor, ¿aceptas mi propuesta? Impaciente, aguardo tu Mensaje Directo.

Un abrazo cálido,
Sofía.

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