Sofía,
confieso que me siento extraño e irreal frente a esta hoja en blanco. Su largo, su ancho es imponente y, a pesar de mi trayectoria, mi desempeño como escritor, redactar estas palabras es el reto más difícil de mi carrera. Es cierto que sé qué decir, pero no cómo hacerlo, ¿qué puedo comunicar, escribir que sea digno de ti?
Este idioma que hablamos se me antoja vulgar, mundano e imperfecto, insuficiente para dirigir sus palabras hacia ti.
La mano me tiembla.
Tiemblo porque siento un frío vacío, desgarrador e insoportable, gélido. Como el hielo seco, pegajoso. Y la sensación no se va, ni se disipa por más que luche. Aquí, sentado, abrigado y frente al avance inexorable e irrefrenable de las manecillas del reloj, sé que jamás llegará el calor y, entonces, enfrento la ausencia. Un agujero negro, profundo. Oscuro como estos días, sin luz, sin color, ni música. Un dolor que es tan intenso que me anestesia, me inhabilita para respirar, pensar, comer. ¿Cómo podría, si mi Sol ha desaparecido?
Dime, Sofía, ¿cuál ha sido el error que ha precipitado este absoluto fracaso? Confieso que me he devanado los sesos hasta la extenuación. Largas noches en vela, desaboridas, sinsentido. Desnudo, vestido y tumbado, pero de pie o frente a la ventana, embotado e incapaz de hilar dos frases coherentes. Lleno de desazón, de pena. Reviso el tiempo, a mí, a ti y, con el amanecer, desisto, roto de desamor, aunque no es eso lo peor, sin duda alguna. Creo que el momento más amargo, duro e insostenible llegó de la mano de tu hilo. Escrito hacía un par de días, había pasado desapercibido. Quizás, en mi desazón, mi ceguera sobrevenida, crucé sobre él, sin verlo; de haberlo hecho, dudo que lo soportase. Repleto de aflicción, honda amargura, descompuesto en miles de pedacitos de ti. Sentí una punzada brutal, asfixiante. Creí que moriría y cito, me atrevo a reprocudir el por qué:
«Siento la humillación tan honda que no sé cómo respiro, lato, existo. Esta sensación es arrebatadora, desgarradora y, en su curso, debería haberme arrancado la vida. Porque es insoportable».
¿Reconoces esas palabras? A mí me aguijonean hasta el alma y por dos motivos.
Uno de ellos, porque las comparto, las noto hondo e inherentes a mí, parte de mi psique. Todavía percibo el sobrecogimiento de ver, de leer mi propio huracán reflejado en el texto de otra persona y, confieso, es algo que me desencaja. De qué forma me capturas, desenvuelves esta tormenta que me impulsa a escribir sin palabras. Un misterio que no hace sino convencerme de que eres tú, Sofía. Siempre has sido tú.
Por su parte, el otro es que confiesas amarme. Dices estar enamorada de mí y éste es un hecho atónito e insólito porque, mientras que tu texto es un regalo a los sentidos, la emoción que me suscita me rompe por dentro. Crees que eres indigna de mí. Crees que he jugado contigo, que me diviertes. Crees que yo no podría amarte porque cómo, yo soy Dios y tú una vulgar chica, una que no merece a nada, ni a nadie, ¿verdad? ¿Es esa la lógica que empleas respecto al romance? Y es una que desprecio con energía porque es falaz, sucia, cruel.
Sofía, si tú supieras. Si tú siquiera tuvieras una remota idea de qué es lo que yo siento por ti, callarías. Oh, mi amor, callarías.
¿Quieres conocer todas mis razones? ¿Las razones por las que escogí hablar contigo, entablar una conversación?
Yo te elegí, a conciencia y aquí va mi lista, mis diez razones.
1. Porque eres inteligente, vivaz, astuta. No hay nada que por delante de tus narices cruce sin que lo cuestiones, lo analices y desmenuces para asimilarlo.
2. Eres crítica, muy crítica. Cuando entro a Twitter, aunque sea de incógnito, sé que voy a ver alabanzas, juicios y críticas a partes iguales, pero ninguna de ellas son como las tuyas. Tú vas al fondo de la cuestión. Puedes ser dura e intransigente, pero aportas un estilo, un punto de vista tan único que no he podido sino evitar tomar nota de todas tus propuestas.
3. Porque tienes una conciencia que va más allá de lo que está presente. Eres política, te enfangas hasta los muslos con los temas que te interesan y luchas por causas perdidas.
4. No tienes miedo, ni reparo a decir qué es lo que piensas. Tienes una forma de sinceridad que resulta brutal, muy directa y, a la vez, respetuosa.
5. Porque eres sensible, empática, dulce. Dudo que haya conocido a una criatura tan capaz de leer el entorno que la rodea, tan consciente y consecuente.
6. Sé que es pura atracción, puro físico, pero eres la mujer más hermosa que he visto jamás. Besaría todos los milímetros que construyen tu piel, uno a uno; tus granos, tus pecas, tus lunares. Eres extraordinaria, eres mi prototipo de mujer.
7. Porque tienes un estilo propio, una personalidad tan marcada, que destaca sobre todo lo demás. Si el mundo es gris, tú encarnas el arcoíris.
8. Es innegable que compartimos el mismo sistema de valores, Sofía. Todos los debates, los desencuentros han venido dados por cosas que haríamos diferente, aunque partiendo de la misma base, de los mismos principios inalterables e incorruptos.
9. Porque, a pesar de todas tus ataduras, eres libre. Bebes de la vida, del mundo a mares y tu creatividad, no conoce límites. El libro (que me ha llegado gracias a Chiara) es algo tuyo que voy a atesorar para siempre.
10. A mí me haces mejor persona, ver las cosas distintas, de otra perspectiva y, desde que te conozco, he pulido quién soy, hacia dónde voy o cómo quiero hacer mi impacto en el mundo.
Cariño, me remueves, me incomodas e impulsas a cuestionar todo lo que conozco. Todo porque yo quiero ser mejor, mi mejor versión para ti.
De rodillas, vulnerable, expectante ante tu respuesta (por favor), te pido que le des a una oportunidad a este torpe, humilde enamorado.
Te ama,
Damiano.