Caos.

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Los ataques de pánico se volvieron cada vez más recurrentes. De la tranquilidad al odio, a la desesperación, a la desolación misma. Intentas llorar, pero el mismo sosiego enmudece tus lágrimas...
Todo pasa a segundo plano, pierdes tus sentidos, el miedo toma cada parte de tu ser. Como si tuvieras una bomba dentro de la conciencia, y el reloj de cuenta regresiva estuviera encajado en tu frente!
Buscas refugio en algún lugar oscuro, atento, alerta a cualquier movimiento externo.
Se le puede llamar vida a eso?
Así, vas empeorando cada vez más. Todo se torna agresivo, difuso, inverosímil... un maldito desperdicio.
Quizás no sea mucho, pero encuentro un poco de calma y paz en las escrituras.
Libros raros, rotos en alguna parte de mi habitación son testigos secundarios de como mi cordura comienza a agrietarse.
Así, voy suturando mis heridas en solitario. Sin destino...
Es que no se trata tan solo de perder batallas, sino de que dentro de uno mismo, sabemos que no saldremos victoriosos en esta guerra que libramos contra nuestro subconsciente!
Intentas convencerte de una manera burocrática de que todo estará bien cuando muy en el fondo sabes que eso no será posible.
Dicen por ahi que el universo siempre conspira a favor de todos aquellos que luchan por lo que realmente quieren. Pero estoy cansado de ver que ese maldito universo se olvidó de mí hace bastante tiempo.
Todo es agotador, entiendes?
No quiero vivir en este estado catatónico, no quiero seguir con crisis depresivas, no quiero vivir con sollozos compulsivos.
Alguien podría explicarme con palabras literales que es la locura?
Tal vez todo sea un desorden psíquico.
O solo sea el deseo de ser diferente al resto del mundo, quien sabe.
No soy una persona pasivamente productiva, creo que tampoco puedo considerarme una amenaza. Pero estoy harto de golpear a la pared echándole la culpa a la realidad...
Perniciosos.
Ser anormal es lo mismo que ser diferente?
Son palabras antagónicas que se asemejan en cierto punto?
Yo pienso que solo son estadísticas.
Estadísticas sin repercusión alguna.
Hay una gran distancia entre la intención, el acto en sí mismo y la acción que conlleva tomar ciertas decisiones de las cuales no hay retorno.
Quizás deberíamos buscar lo más fácil o que esté al alcance de la mano para poder subsistir, pero me niego a ello.
Insisto en que esto no es vida. No quiero volver a terminar debajo de mi cama entre llantos mudos y desesperación!
Reniego de mi pasividad natural.
Nada sucede por casualidad, leí por ahí. Somos presos de nuestras decisiones y nuestros actos.
Pero nada es lo que era, o lo que era ya no es nada ahora.
Hay demasiados mensajes encriptados, ocultos al ojo humano, que gritan sin cesar que necesitan que el dolor se apague de una buena vez...
El suicidio es una opción cobarde, pero opción al fin y al cabo.
Trastornos desfigurados.
Mente en consonancia.
Sentimentalismos poco convencionales...
Pero la peor incógnita es preguntarse en que fallamos para terminar así.
Así, sistemáticamente vamos acumulando derrotas en nuestras espaldas, burlonas y crueles.
Tengo las manos llenas de soledad, asco, renuncia y amargura.
Mi cabeza busca rápidamente la salida más sencilla, una brecha entre lo imaginable y lo real, y la incapacidad de reaccionar vuelve a asomar por encima del declive.
Mis células atraviesan una gran sublevación en masa, un deseo anárquico de congojas inesperadas, un sinfín de emociones alteradas.
Así, el corazón se debilita.
No hay "tal vez" porque la elección siempre será la misma.
Es que a su vez, toda la sinfonía predeterminada que convivía en sus venas se fue esfumando al filo de las horas...
Seria más fácil entrar en un coma inducido, así poder sobrellevar la idea de que el dolor se apague pero no morir en el intento.
Algo así como un organismo en reposo, patologicamente vivo.
Algunas veces, en medio del caos, pude hacer que mi espíritu se ausentara de mi cuerpo. Y que regresara al momento terminal...
Pero nunca aprendí como se hace, o como lo logré. Simplemente, sucedía.
Quizás era alguna especie de viaje astral.
Hay momentos donde puedo aprovechar el espacio, tiempo y superficie para calmar esta agonía, esta inevitable decadencia. Pero son los menos.
Pensando que tendré que asimilar el vivir de esta forma... pero me niego rotundamente!
Los ataques de pánico se volvieron recurrentes. Más de lo que me temía.
La sensación de bienestar continua ausente. Y es así como debe ser, supongo...
Esta horrible experiencia parece estar muy lejos de acabar.
Existe una cárcel, es la misma presión que ejercemos en nosotros mismos.
Quizás algún día junte el coraje para amarrar una soga a esa viga grande y fuerte, y con el cuello apretado exhale un último suspiro mientras pego ese salto que haga perecer a esta angustia que se adhiere cada vez más a mi alma y me impide respirar...

Amor, desamor y otras formas de morir (parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora