Vivir duele demasiado.

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Todos, absolutamente todos buscamos una bocanada de aire y libertad en medio de tanta agonía.
Es un día negro y gris, con más dudas que certezas. Tal vez no es el mejor ejemplo de desdicha y soberbia, pero siempre que estoy en trance siento que la tierra aplasta al cielo en un intento fallido de surcar en esos silencios que nada pueden establecer.
Y si, si me lo preguntas, creo que son incontables las veces que lloré...
Salí, corrí, intenté ser lo más correcto posible, no esconderme en un callejón oscuro... seguir la corriente.
Creo que estoy vivo de milagro. Y apesta.
Hay muchos que le temen a la muerte, yo tengo miedo de vivir sin un propósito, sabes?
Tal vez sea el momento de que el tiempo se agote. Quizás sea una eterna noche sin pesadillas...
Condenas y más condenas.
Hay veces que quisiera tener un interruptor para apagar a mi cerebro y sus extraños pensamientos.
Todos aquellos demonios invisibles que habitan en mi cuarto no dejan de emitir señales, como si los miramientos del pasado empezaran a mimetizarse con el presente.
El espejo me devuelve muecas grotescas de un hombre arruinado por malas decisiones...
Calles llenas de nada son el espacio que necesito para descansar.
Como detener a ese vacío que inunda el alma del más errante?
Todos llevamos un poco de culpa y soledad en la piel. Pero eso no quita de que podamos sentir.
Yo solo quiero enterrar a esta fatiga que no me deja seguir.
Las tinieblas poco a poco van abriendo sus puertas, las penas ya no son sólo del corazón, y ya no puedo discernir entre lo bueno y lo malo.
Mentiras y ruinas. Algo nuevo que ofrendar...
Día a día, paso a paso, una nueva caída y esta razón sin razón que escupe y empuja hacia atrás.
Creo que demasiadas veces hice pecados con absoluta felicidad!
Un hombre que no lleva mi nombre me llena de ideas de honestidad, martirio y suicidios... y no puedo sacarlo de mi conciencia.
Fui cegado, fui juzgado, fui condenado por seres extraños que jamás me conocieron y solo creyeron que era culpable (estos seres viven en mi interior)
Y ojo, jamás me puse el título de mártir.
Así, mi vida va pasando, cuando lo único que puedo hacer es lamer cada herida de mi cuerpo y de mi alma esperando que todo cese de una vez.
No es un abismo, no es un puente a medio terminar, no es un mapa con la equis mal marcada. Soy yo con mis errores y virtudes, el muchacho de ojos extraños al cual le da mucho miedo vivir!
Cuantos segundos quepan en dos o tres días? Esa es la cuenta de todos los ataques de pánico que puedo soportar.
Cuantas cruces puedes creer que tengo en los bolsillos? Te aseguro que son más de las que te puedas imaginar.
Las madrugadas se vuelven demasiado frías para todo aquel que no pueda abrigarse en los recuerdos...
Supongo que es el momento de bajar el último escalón.
Y no, no hay final feliz. Tampoco héroes. Somos marginados de una sociedad sin límites que cree tener la verdad verdadera... esa sociedad es nuestra plena conciencia.
Borrando nuestra visión, nuestro lado de la campana.
Si, vivir duele demasiado. Y no le temo a la muerte, porque sé bien que algo peor que esta vida no puede existir...
Y en esa idea, en esa frase, encuentro cobijo. No es mucho, pero te aseguro que es un bálsamo. Y no tengo nada más a que aferrarme...

Amor, desamor y otras formas de morir (parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora