La guerra de espíritus (primera parte: un gran paso para el final)

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Koko intentó ir tras los guerreros, pero el toro no se lo iba a dejar tan fácil.

Si bien ya había luchado contra un hechizo parecido, esta vez le estaba causando molestias pues la energía era lo suficientemente poderosa para que el conjuro funcionara, Simon estaba emocionado por su primera hazaña cuando su abuela le explicó rápidamente.

—La baraja que te di es de los astros, al igual que otras barajas te puede brindar los poderes que necesites, son mucho más fuertes si las dejas caer sin elegirlas, de lo contrario son menos útiles.

—Asombroso —murmuró el chico eligiendo otra de manera aleatoria.

—Esa debe ser Taurus, ten cuidado de no ver tus cartas cuando las elijas.

Su segunda carta era la de Corvus, y tal cual surgió el toro, de las estrellas se formó un ave que atacó directo al rostro del kosca, provocándole una cólera mayor, la constelación dejaba unas marcas en su carne y evitaba sus extremidades por un corto tiempo.

—¡ESTÚPIDO PAJARRACO! —chilló mientras lo acababa y esparcía sus estrellas.

Los chicos notaron aquel comportamiento, Likht probó su suerte y dirigió un ataque a su rostro.

—¡Maerent Gladio!

Su florete se tornó oscuro y lanzó su espada al aire, ésta se movió por sí solo hasta la cara de la entidad y perforó su ojo, por lo que Koko lo descubrió y arremetió con un poder colosal.

—¡Maldito plumero!

Luz alcanzó a proteger a su guerrero a costa de recibir el impacto, su cuerpo se lleno de cortes profundos y su cuerno quedó reducido a una mitad astillada.

—¡LUZ!

—No te preocupes, estaré bien —suspiró mientras caía al suelo debilitado.

—¡Maldita sea! —rugía la criatura mientras provocaba una ráfaga que sacudía la dimensión.

Simon probó con otra carta mientras su abuela hacía lo mismo con otro juego, Alzul rápidamente los salvó de una extremidad que iba hacia ellos, entonces Sombra y Pensamiento cambiaron el aspecto del lugar y ahora se encontraban en lo que podría ser un bosque nocturno y lluvioso.

—Aprovechen que los dejo jugar, en cuanto me harte de ustedes me aseguraré que ninguno vuelva a existir nunca de los nunca.

Los chicos se encontraban dispersos, Ilusión cargaba a Luz y se encontraba resentido con su hermano, cosa que Zabluda notó mientras curaba a Gedank.

—Deberíamos buscar otra solución —bufó la mujer molesta—. Ni siquiera con un nuevo Sehrgar pudimos hacerle frente.

—No hay manera, ha ganado mucha fuerza y no tenemos idea de cómo vencerlo.

—¿No hay manera de preguntarles a los dioses su punto débil? —murmuró Tonatiuh adolorido.

—Confesión de último momento —decía Pensamiento mientras aparecía—, jamás nos interesó saberlo.

—¿Cómo dices?

—Lo sé, es estúpido, pero hasta hace cincuenta años creímos que nunca saldría de este lugar, y mucho menos desde que Itzala y Jariq dieron sus vidas. Nunca creímos que debíamos recurrir a nuestros padres para este entonces.

Mientras los demás perdían la esperanza, Sombra y los chicos analizaban todo desde su escondite mientras la hechicera los atendía.

—Tengo mi sospecha —decía Likht hablando bajo—, que podemos hacerle bastante daño si le arrancamos la cabeza.

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