Un destino sellado

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Era el primer día de clases, Roxanne llegó a la escuela demasiado temprano, el día anterior de su ritual fingió un malestar y fue una buena actuación para aplazar la ceremonia familiar; fingir un dolor de estómago para un niño es solo llorar y agarrarte el abdomen, pero ella decidió ir un poco más lejos jugándose su salud en serio, pues había ingerido remedios para enfermar sin que nadie supiera a excepción de su madre, y había logrado engañarlos al principio diciendo que eran los nervios traicioneros, pero hasta que le tomaron la temperatura y la vieron en tal condición fue que cancelaron su ceremonia.

Esa mañana, por todo del internado, estaba rondando en cada rincón, escribiendo emblemas de memoria que debía poner para los profesores, trozos de papel que conocía como zapisi, todo con tal de estar repitiendo otro año como si fuese una alumna de nuevo curso; aquel verano fue su "graduación", lastimosamente nunca podría pasar a un colegio diferente o mudarse definitivamente, estaba condenada a vigilar el santuario por el resto de su vida sin envejecer más allá de los aparentes quince, mientras su familia podía desplazarse libremente y hacerse de familias propias.

Con las zapisi en mano comenzó a escabullirse entre los pasillos y rincones, logrando ponerlos entre algunas de las pertenencias de los profesores que se encontraban en el edificio y los que apenas llegaban, así evitaría que la reconocieran; lockers, mesas, aulas de teatro, cocinas, también en la entrada de los salones y del internado mismo, en el caso de los estudiantes y trabajadores que venían era igual, para los recién llegados no habría problema, no hasta que se les ocurriera hacer una visita después de graduados.

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Una vez acabada su labor solo quedó esperar a que los demás llegaran y reiniciar otro ciclo escolar, tras cincuenta años había aprobado cursos, reprobado otros, dejado a medias unos más, su familia no tenía problema con ello pues anteriormente hacían lo mismo, llevaban más tiempo en el oficio que nadie por un poco más de siglos; Roxanne solía soñar con una graduación normal, donde pudiera salir de la isla a otros destinos y tener un trabajo que no involucrara ver fantasmas y vigilar que éstos no hicieran un desastre, soñaba con recorrer el mundo y explorarlo hasta el último rincón, con conocer a los demás aamusan por lo menos, pero lo tenía prohibido.

Otra cosa que también la molestó, y es que un par de años después de la desaparición de su padre, ninguna familia (o al menos los guardianes) podía irse o alejarse del santuario pues se desataría el caos. Era pequeña cuando entendió que Leónidas no regresaría a la familia, cuando elegían a un tío para el siguiente puesto pero optaron por ella, como heredera del aamusan Itzala, una decisión en la que no podía negarse y Neru no 'decidió' rechazar.

Era su destino, una carga muy pesada para una joven soñadora.

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Eran las nueve de la mañana, todos los estudiantes ya se encontraban platicando sobre sus nuevos cursos y los de nuevo ingreso caminaban curiosos entre los pasillos, el ambiente parecía deprimente y el internado tenía de por sí un aspecto peculiar: una extraña pero magnífica unión entre la arquitectura oriental tradicional, columnas góticas de Europa, y piedra caliza de América que la hacía resistente a incendios (basado en una experiencia), era algo oscuro en cuanto a color, y sumado al regreso a clases era para la joven -según su propio pensamiento- un enjambre oficinista. No faltaban las clases de matemáticas, ciencias, literatura y otros idiomas, además de, por supuesto, clases donde enseñaban a leer las cartas y el té, analizando casos de eventos paranormales y haciendo prácticas de brujería de toda clase.

Roxanne podía ver no solo a los jóvenes jugando a ser hechiceros como en las películas que veían o encontraban en libros, sino también a los fantasmas que ahí residían, lo que hacía especial al internado Almawtu eran los espectros de tiempos pasados, atrapados en el plano terrenal por diversos motivos. Ella tenía el don de verlos por el lugar, juzgando a los chicos y sus formas de actuar y de vestir, era lo único que las ánimas podían hacer, pero ella jamás los oía, sabía que hablaban entre ellos, hasta movían los labios, pero no escuchaba las voces, y a diferencia de su familia ella podía interactuar con las almas, no completamente pero podía entenderlos un poco, conviviendo con ellos desde que puede recordar.

La primera clase apenas iba a empezar, estaba en su casillero cuando sintió un golpe de agua helada en su cabeza, seguido de un sonido de risas burlonas.

—Miren chicos, no era un incendio andante, era su cabeza.

Roxanne dio la vuelta y vio a un grupo de chicas, las reconoce como las que se dedican a molestar a otros solo por mera "diversión", le había ocurrido algo similar a los veinte y antes las asustó con un par de trucos, no se imaginó que volvería a repetirse la situación.

—Me disculpo por el baño —rió la que debía ser la líder de aquel revuelo—. Tu cabello es tan rojo como el fuego que pensé que era un casillero en llamas.

Las demás se burlaban con unas carcajadas grotescas, se notaba a simple vista que el resto eran para hacer destacar a la principal, por lo que no les dio importancia.

—Oh, vamos, quita esa cara... Sé que eres fea, pero seguro tienes algún repuesto.

La joven siguió con lo suyo y cerró su locker, pero cuando se disponía a irse, la detienen.

—Oye, mocosa, mírame cuando te estoy hablando.

—Déjala —reía otra de ellas—, seguro y tiene retraso, déjala que te comprenda.

—Es cierto —soltó Roxanne en respuesta—, no suelo hablar el lenguaje de las estúpidas, perdóname que no te entienda ni una "palabra".

La apartó de su camino y se retiraba mientras las chicas se ofendían y le gritaban cosas vulgares, Roxanne se repetía una y otra vez que no valía la pena, aunque admitió que era la primera vez en su vida que se atrevían a atacarla inmediatamente apenas la conocían.

—-Antes solo te decían insultos de niños —pensó para ella misma—, ahora se creen con el ego de dañarte físicamente sin escrúpulos.

El resto de llegados eran un poco más agradables, así que era más fácil añejarse y evitarse hacer amistades que tarde o temprano le irían a doler.

Afterlife AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora