Historias por contar

23 2 0
                                    

Pasaron horas, tal vez días, quizás meses o años dentro del diario... O así se sintió.

Una habilidad muy curiosa de aquel espectro era que podía describir el sufrimiento de cualquier tortura y borrar todo lo vivido con solo rayar el texto escrito; Alzul había perdido la noción del tiempo con los ataques, no al grado de casi morir (por suerte), pero si terminaba con cortes, atravesadas, la ahogaban, o la quemaban, pero nada que el escritor no pudiera revertir al tachar lo que él mismo anotaba, además de dar la sensación de que aquellos castigos duraron por más tiempo del que transcurría.

Hasta que se aburrió, si bien la joven había aceptado el castigo y se había defendido, se cansó del tormento que tanto había planeado durante dos siglos terrenales, se sintió un niño ingenuo y detuvo todo ataque, miro a la joven guerrera, quien a penas se mantenía de pie, y escribió sin emoción.

—Y todo se detuvo, y la guerrera cumplió con la deuda.

La chica se sintió sana y aliviada, su cansancio se había ido, y el fantasma estaba por liberarla cuando ella lo detuvo.

—¿Seguro que te sientes mejor? —dijo preocupada por el joven—. Te noto deprimido, cansado...

—¿Por qué te preocupa cómo me siento?

—Mi deber es ayudarte, y quiero hacerlo.

—No entenderías, llevo atrapado en este diario desde mi muerte, mi único amigo ha sido un cuaderno, todos en aquel entonces se burlaban de mí...

La ira se mostró como si las paredes se cubrieran en llamas, la joven tuvo miedo por ello, pero decidió resistir y seguir con la conversación.

—Por eso te encerraron aquí, ¿no es así?

—Yo... Soñaba con ser escritor desde pequeño, me encantaban mucho las historias, quería hacer obras que la gente recordara...

El ambiente era como una película antigua, el paisaje se tornó de colores sepia y se le veía a un pequeño siendo regañado por su padre, rodeado de miradas y señalado por niños, y rechazado por otros jóvenes de su edad, un indefenso y diminuto escritor que sufría desde antes.

—"De nada te sirve vivir de letras, ¿Qué pretendes con crear más fantasía?"

—Mis padres me obligaron a estudiar un trabajo que yo odiaba con toda mi alma, yo sabía que podría crear grandes novelas...

—"Cualquiera puede escribir basura, y nadie ha ganado ningún reconocimiento por ello. Sé realista, nadie nunca ha vivido de sueños y arte".

—En la escuela todos decían que era un bebé aún en cuna.

—"Miren, ahí va la imprenta", "Ahí va el ratón de biblioteca", "Que inmaduro escribir poemas a una joven"...

—Seguí escribiendo, nunca lo dejé, pero un día... Estaba en la biblioteca... Ellos vinieron a joderme y arruinaron lo que tenía... Llegué a casa... Y mi padre lo destruyó todo... Ya no quise vivir más con ese tormento... No quise cruzar, preferí andar errante a vivir otra vida donde me pudieran hacer el mismo infierno.

—Porque te obligaban a ser como ellos —concluyó la joven triste, a lo que él asintió.

—Hace dos siglos, antes de mi encierro, creí que al menos podría entretener a los muertos... Decían exactamente lo mismo, creí que podía ahogarme en la biblioteca, pero de repente... Solo estallé... Itzala me encerró al ver lo que podía hacer, y me dio libros para que no pudiera hacer más daño... Con el tiempo me los robaron, y quedé rodeado de pura fantasía... Llegué a odiarla por completo.

—Leer lo mismo hasta que te aprendes los párrafos, sabes dónde se encuentran, quién lo escribió. Dejas de leer y nada te llama la atención.

El joven la observó y quedó intrigado, pues era casi lo que había sentido durante doscientos años.

—Solo he vivido por cincuenta y cuatro años, pero sé lo que es repetir los mismos libros.

—Me supongo que no todo fue fantástico.

La joven negó y hubo un tiempo de silencio, un tiempo para que entonces la calma regresara, a la vez que el escritor describió un lugar hermoso: era un amanecer de colores pastel, en un prado de flores hermosas y de buen perfume. La chica le sonríe al muchacho, y ante el gesto, el fantasma rompe a llorar.

—Perdóname, pido perdón por mis acciones... No quise hacer tanto daño...

Alzul le abraza y consuela.

—Sé lo que es que te presionen para cumplir los deseos de otros... Que todos sus ideales aplasten tus sueños... No estarás solo de nuevo.

Estuvieron en silencio cuando el sol reveló un cielo celeste, entonces el joven se separa y se arrodilla.

—Te pido un año.

—¿Un año?

—Sí, un año, y te escribiré la mejor historia que puedas leer sin parar por toda tu vida.

—No hace falta, y puedes escribir más de un año, más de una historia, del tema que más te guste...

—¿De verdad?

—Por supuesto, estaré esperando encantada.

El muchacho sonrió, le dio un abrazo y la liberó del diario, no sin antes despedirse.

—Muchísimas gracias, aamusan Alzul...

🌸💮💮💮🌸

En la biblioteca vacía, los libros de aquel viejo estante habían sido devueltos a su lugar, y el diario cayó, esta vez sin emitir sonido alguno, y la joven guerrera salió ilesa y sonriente. Levantó el libro con mucho cuidado, y su cubierta, anteriormente gastada, se veía nueva y de color rojo, teniendo por título: "Cuentos de Elieh, el soñador de tinta". Lo abrazó y volteó a todos lados.

—Bien podríamos buscar inspiración.

Estuvo a punto de transformarse, de no ser por la voz de Likht.

—Veo que ese escritor no supo terminar una tarea.

—Eso no es excusa para que hayas salido de tu santuario, ¿Por qué sigues aquí?

—Bueno, no es precisamente que deba regresar, pero tampoco puedo dejar mis asuntos aquí, y hasta que no acabes en el Limbo, no voy a dejar este sitio.

El joven se desvaneció, y estuvo a punto de irse cuando Simon la encontró.

—¿Lo derrotaste? Habían pasado dos horas desde que salimos de ahí, ¿Qué pasó?

—Hicimos las paces... ¿Y tu compañera?

—Salió corriendo y ahora se hace la víctima.

—No me sorprende.

—¿Y qué harás con él?

La joven pensó un momento, recordando que el joven escritor necesitaría un poco de ayuda.

—El joven necesita un lector, y varios libros para que siga sus sueños... ¿Tienes algunos?

🌸💮💮💮🌸

Era de noche, Roxanne estaba en la habitación escuchando los ronquidos de sus compañeras, por lo que tomó una linterna y el diario de un estante, Simon le prometió traer los libros que tuviera en casa, a la vez que tuvo que mentirle diciendo que ella lo tendría para así mantenerlo vigilado. Al abrir el diario, una frase en el libro la recibió.

—Nadie sabe cómo se dio la vida, pero ha pasado tanto tiempo que el nombre de los Arcel...

Afterlife AcademyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora