Capítulo 9

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El bravucón no olvidó su "asunto" conmigo. Como si aquella interrupción cuando intimidaba al chico hubiera sido para tanto.

En la clase de gimnasia, jugamos un partido de basquetbol por petición de la profesora y en realidad no estaba tan interesada hasta que recibí el primer empujón innecesario, al igual que Clara y Mike.

Después del tercero, fue que nos lo tomamos en serio.

La profesora iba a detener el partido antes de que concluyera la clase, cuando nada más tenía que encestar una vez más para acabar con esto, en cambio, uno de ellos me dio un fuerte empujón y caí al suelo.

El marcador terminó igualado.

—¡¿Qué te pasa?! —Clara sujetó al chico por la playera y casi lo levantó del suelo.

Mike me ayudó a ponerme de pie.

—Chicos, chicos —intervino la profesora—, vayan a cambiarse. Terminó la clase —les anunció a todos y se volvió a mí—. Ven, te llevo a la enfermería.

—No hace falta...

—Vamos —no me dio otra oportunidad de negarme.

Hubiera preferido ducharme en lugar de ir a la enfermería.

La mujer abrió la puerta, dejándome entrar primero. Parece que la enfermera no se encuentra. Aquí no hay nadie.

No era necesario venir hasta aquí, no fue más que un raspón en el brazo y el dolor en las costillas por el codazo.

—Siéntate, voy por la enfermera —indicó la mujer. Hice lo que dijo.

La ropa de gimnasia consta de un pantalón holgado de tela no muy gruesa, color rojo con franjas blancas, y la playera es blanca. Por lo menos nada se rasgó. No hubiera podido pagar por un uniforme.

Tengo que hacer que este chico me deje en paz antes de que el problema se haga más grande o termine afectándome en serio.

Escuché a alguien entrar, creí que era la enfermera, hasta que se acercó y vi que era la Presidenta.

—¿Me dejas ayudarte? —preguntó con el botiquín de primeros auxilios en las manos.

—... Como quieras.

Acercó un banco y tomó asiento frente a mí. Limpió toda el área de mi brazo para retirar la suciedad, así como la poca sangre que salió.

—¿Tu respuesta sigue siendo «no»? —cuestionó de pronto.

—Si es sobre tu propuesta, sí.

—¿Ni con 700 pesos a la semana cambiarías de opinión? —roció algo en mi brazo que me ardió.

La miré.

—¿Tienes para pagarme 700 a la semana y me peleaste treinta pesos?

—No me gusta que me vean la cara —me sonrió. Me colocó una vendita adhesiva y me dio una palmada sobre esta—. Piénsalo, si hay otra cosa que quieras, dime y tal vez te lo pueda conseguir.

La enfermera llegó, así que la chica se retiró. La herida ya estaba tratada, de modo que nada más esperé mi justificante para que el profesor de la clase que debería estar teniendo justo ahora me deje entrar. Antes fui a ducharme y cambiarme de ropa.

Ya en el aula, lo primero que hice fue entregarle al profesor la nota de la enfermería.

—... Son las cosas que pasan cuando te metes en peleas —masculló, yendo a dejar la hoja en su escritorio—. Ve a tu asiento —Encaminé—. Altea —Me detuve—. Otro retardo, por lo que sea, y te quedas sin derecho a examen.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora