Capítulo 31

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Luego de terminar con el helado y de explicarle a grandes rasgos todo el asunto de Julieta, volvimos. Lo único que no le conté es que ella me paga por eso, sé lo mal que se habría escuchado, así que lo pasé por alto.

El punto es que me dijo que la próxima semana iríamos al cine, lo que me dio a entender que no tiene problema con mi "especial" situación. Me alivió un poco, pero, creo que me hubiera quitado una preocupación de encima que tan solo no quisiera volver a verme.

Un día después, camino a ver a Julieta, casi me tropiezo con su padre, quien traía algunas bolsas de compras en las manos, además de una caja.

—¡Hola! —me saludó con una sonrisa de oreja a oreja.

—... Hola, ¿quiere que le ayude? Voy para su casa —comenté.

—Si no es molestia —suspiró con cierto alivio.

Tomé la caja que sujetaba entre un brazo y su barbilla. No es pesada, en cambio, supongo que estaba incómodo.

—Cuando mi madre iba de compras, me llevaba para ayudarle a cargar —hablé de camino.

—Intenta sacar a Julieta de esa casa —repuso.

Así que no le gusta salir. Vaya.

—¿Y qué hay de su hermano?

—¿Richie?

—Lo pregunta como si tuviera otro —apunté un tanto inquieta de que el chico que he visto no sea el mismo como he pensado todo este tiempo.

Empezó a reírse.

—Solo tengo dos hijos, estoy muy seguro —cercioró—. Él puede descansar hoy.

Llegamos; el hombre me dio las llaves; metí la correspondiente al picaporte; él tiró de la manija y abrimos entre los dos.

La puerta de la casa estaba abierta, a lo que entré primero cuando me cedió el paso, solo que mantuve abierto para que él entrara y luego cerré.

—Mira a quién me encontré —se dirigió a su esposa, quien venía de la sala.

—Hola —la señora se acercó a saludarme con un beso en la mejilla—, ¿por qué solo te vemos los domingos? —fue a la cocina.

—¿Eres un vampiro que sale de su ataúd por las noches? —sugirió el hombre.

—Soy una bibliotecaria que tiene libres los fines de semana —corregí yendo a dejar la caja en la mesa del comedor.

—Eso suena todavía mejor —ironizó el sujeto.

—Jelly está arriba —indicó la señora, sonriendo.

—Con permiso —dicho eso, me dirigí al segundo piso.

Otra vez «Jelly». Esa es una marca de gelatina y, pensándolo así, esa niña suele temblar como tal.

Intenté tocar la puerta de su habitación, sin embargo, apenas la rocé, se abrió porque estaba abierto y Julieta estaba de espaldas, colocándose una playera.

Volteó enseguida, corrió a cerrar y, por el fuerte golpe de la puerta, me encogí de hombros.

Diablos. Ya había pasado por algo similar, pero...

¿Qué viste? —preguntó al otro lado. Escucho su respiración acelerada. No estoy segura de si está molesta o avergonzada.

Me recargué a un lado de la puerta, con los brazos cruzados.

—... Nada.

¿Nada?

—Nada —repetí.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora