Capítulo 12

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Esta chica no dijo nada sobre mi apariencia, de modo que solo vestí lo mismo de siempre.

Mientras me cepillaba los dientes, se volvió a abrir la herida, aunque por lo menos ya no sangra.

Salí antes para irme caminando.

Tampoco me dio ninguna indicación por mensaje. Nada más me acuerdo de una cosa de todo lo que dijo, y eso porque me lo repitió dos veces.

Me dirigí a mi aula y, antes de dar un paso dentro, la espalda de la Presidenta chocó conmigo. Parece que iba hacia afuera.

Puse una mano en el marco de la puerta e incliné la cabeza.

—Buenos días —hablé en su oído. Se encogió de hombros.

Se quedó quieta por un segundo, luego me tomó de la mano y tiró de mí. Ella en realidad no tiene fuerza alguna, en cambio, no podía poner objeción.

Me llevó hasta el primer sitio que encontró, un aula vacía. De un jalón me hizo entrar y cerró la puerta, quedándose con las manos en esta, dándome la espalda.

Me senté sobre el pupitre más próximo.

—¿Por qué...? ¿Por qué hiciste eso? —preguntó con voz temblorosa.

—Dijiste que te saludara...

—¡ASÍ NO! —al voltear a verme, vi que su cara estaba completamente roja y tenía una expresión asustada.

—Si te vas a poner así por algo como eso, no vamos a conseguir nada.

—Es que tu voz... en mi oído —se cubrió justo del lado en el que le había hablado.

—¿Has tenido un novio antes, o novia?

—No... —tragó saliva—, bueno, fueron relaciones más bien amistosas.

—¿Cuántas fueron?

—Tres, una con un chico y con eso me quedó claro que no.

—Bien, entonces, ¿a qué estás acostumbrada? —cuestioné para saber qué clase de cosas no la van a poner así.

—... Sujetar las manos..., solía abrazarme de ellas y comer juntas.

Ladeé la cabeza, esperando, pero ya terminó.

—¿Eso es todo?

—Sí —respondió con cierta vergüenza.

—De niña, tenía un hámster blanco que, si cambiaba su plato de comida de sitio, ya no lo encontraba, aunque estuviera a su derecha; me recuerdas a él.

Enserió.

—¿Me estás comparando con un hámster?

—Sí —bajé de la mesa de un salto—. O te acostumbras o no vamos a parecer más que amigas —dije y salí.

Debía ir a clases porque aquel profesor ya me tenía amenazada.

Lo que tenía en mente con esta chica y el hámster es la ingenuidad de este al creer que solo tenía permitido comer en un sitio y en la inocencia de esta niña al pensar que sujetarse de las manos o abrazarse es estar en una relación de amantes, cuando no, en lo absoluto.

Justo al tomar asiento en mi pupitre, ya que el profesor estaba aquí, Clara se quedó en su sitio, en cambio, se giró hacia mí, con las piernas cruzadas y el mentón en su puño, además, Mike también se me acercó por detrás.

—¿Qué? —pregunté, mirándolos a ambos.

—¿Qué fue eso de hace un rato con la Presi? —curioseó la chica.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora