Capítulo 83 [+18]

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El autobús estacionó en San Rafael a las 11:15 a.m. Bajé para recibirle al maletero una mochila y luego la otra.

—Nunca antes había venido —dijo Julieta al recibirme sus cosas.

—Es lindo, pero no la gran cosa.

Me colgué la mochila, la tomé de la mano y caminamos hasta la salida de la central de autobuses. Tomamos el transporte hacia el juzgado, a donde llegamos veinte minutos después y ella entró conmigo.

Solo vine a hacer el pago, así que fue mucho más rápido que el viaje hasta aquí.

Al ir a casa de mi padre, no le dije que nos estábamos desviando un poco, pues, estando ella aquí, pretendía hacer algo que nunca me atreví. Si no era con Julieta a mi lado, jamás iba a hacerlo.

Caminamos por un buen rato hasta que nos detuvimos.

Miré la calle, la cual sigue tal y como la recuerdo, luego volteé hacia las viviendas. La importante tiene el anuncio de que el terreno ya fue comprado.

—¿Qué tienes? —me preguntó Julieta, buscándome los ojos.

—Aquí estaba la casa de mi mamá —respondí sin dejar de observar el lote vacío—. No sabía que la habían tirado.

No dijo nada, solo abrazó mi brazo.

Mi padre dijo que vendió la casa, así que muy probablemente la tiraron por lo que sucedió ahí dentro, pues la noticia fue del conocimiento de todos en San Rafael y, aunque el comprador no lo supiera cuando la obtuvo, seguro que los vecinos más cercanos se encargaron de hacérselo saber.

Es increíble —murmuró una voz.

Volteé y vi a dos mujeres hablando entre dientes, mirándome con desdén. No las conozco, en cambio, el motivo de su desconfianza debe ser el que me imagino.

Por eso es que no me gustaba mucho venir aquí. Me miraban como se mira a un asesino.

—Vámonos —le susurré a Julieta.

Tomé su mano y encaminamos.

—No, si por eso las cosas siguen así —continuaron parloteando—. Imagínate, ya la tenían encerrada y la dejaron salir...

Me detuve cuando Julieta dejó de caminar. En cuanto me soltó y fue hacia ese par, intenté detenerla.

—O hablan más alto o se tragan sus palabras —les advirtió.

—Oye, niña...

—¡Estoy hablando yo! —la cayó—. Murmurar con el cerebro vacío es irreverente. Váyanse a hacer algo de provecho porque no van a mantenerse estando aquí paradas insultando a alguien a quien no conocen y en definitiva es mucho más valiosa que ustedes dos, por el simple hecho de que no les está respondiendo, ni lo va a hacer, por respeto a la edad senil.

Ambas emitieron un bufido de ofensa y avanzaron juntas hacia el otro lado de la calle.

Al cabo de un minuto, Julieta volteó a verme, con algo de timidez, como si no acabara de amenazar y ofender a un par de señoras.

Primero sonreí, luego no pude evitar estallar de risa.

—... ¿Te estás riendo de mí?

—No... —no podía parar. Puse una mano en mi frente y otra en mi estómago, cuando este me dolió—. Es por lo que dijiste..., nunca nadie me había defendido así.

Se mordió el labio y sonrió, después me abrazó, a lo que le respondí. Estiré el cuello y recargué el mentón en su cabeza.

Venir aquí siempre había sido una experiencia amarga, hasta esto.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora