Capítulo 32

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El lunes fui muy temprano a depositar en mi tarjeta todo el efectivo que tenía e hice la transferencia a Vicente, junto con un mensaje de agradecimiento.

Y dos días después les di el "honor" a Clara y Mike de almorzar con ellos, no fue cosa mía, ambos así lo denominaron en el momento en que les dije que me quedaría en el aula. Se debió a que Julieta estaría ocupada, sin embargo, no había por qué decírselos.

—¿Ya lo hiciste con ella? —curioseó la chica desde mi mesa.

—Te la pasas quejándote de que los dejo, y me hablas de ella cuando estoy con ustedes —repuse.

—Que me sienta como la secretaria con la que le eres infiel a tu esposa, no significa que no me encanten.

—Si eres mi secretaria, ¿por qué yo tuve que ir a comprar mi almuerzo?

—Ya está cambiando el tema —Mike se enderezó luego de haber estado durmiendo recargado en su silla. Se reclinó hacia adelante—. ¿Lo hicieron o no?

—... No les importa.

Los dos se miraron entre sí y emitieron un suspiro exasperado al mismo tiempo. Dieron por sentado que no.

—Llevan casi dos meses saliendo, ¿no sientes ganas de hacerlo? —preguntó Clara.

Dos meses. No tenía en cuenta el tiempo que ha pasado desde que empezamos con todo esto.

—No hemos hablado de eso —respondí.

—La pregunta fue si quieres hacerlo con ella —insistió el chico, a lo que la otra se inclinó para escuchar lo que tenía que decir.

—... Tanto que no puedo soportarlo, pero no haré nada que ella no quiera —dije lo que querían escuchar.

—Terminaremos nuestra relación y las dejaré ser felices —dramatizó Clara al instante.

—¡Lisa, Julieta está discutiendo con alguien aquí afuera! —gritó América desde la puerta.

Al escuchar eso, bajé los pies de la banca y me puse de pie para salir enseguida.

Clara y Mike vinieron detrás de mí.

A unos metros del aula, en medio de un par de curiosos, vi a Julieta delante de otra chica, más alta que ella. No parecían estar riñendo, hasta que la desconocida levantó una mano con toda la intención de abofetearla.

Llegué justo antes de que la tocara; tomé su muñeca con fuerza al situarme enfrente de ella, Clara la prensó de la chaqueta, por detrás, y Mike hizo a un lado a Julieta.

La expresión de la chica, cuya mano no me importaría romper, era de terror puro. Sí, era más alta que Julieta, pero no más que yo.

—¿Quién te dijo que podías tocar algo mío? —pregunté con seriedad, sin pestañear.

—... Estaba... —le tembló la boca. Tiré de su brazo y, al acercarla, la sujeté del cuello, a unos centímetros de mí.

—Si te vuelves a acercar a ella, te parto el alma —empecé a enojarme.

—Lisa —me habló Clara, solo que no desistí—. Lisa —insistió al ver que apreté la mano en el cuello de ella—. ¡Lisa, ya! —alzó la voz.

Mike sujetó mi muñeca y se acercó.

—Julieta se está asustando —susurró en mi oído. Solté a la chica, tanto del cuello como de la muñeca, Clara tiró de su prenda y ya no me importó lo que sucediera con ella.

Me giré hacia Julieta, quien se veía realmente aterrorizada. La expresión con la que me miró dijo que era a mí a la que le tenía miedo.

—... ¿Estás bien? —pregunté en voz baja. Se acercó a abrazarme, escondiendo la cara en mi hombro.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora