Capítulo 42

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El lunes estuvimos recibiendo cajas de libros escolares que en unos días comenzarán a venir a comprar los tutores de niños de preescolar y escuelas públicas. Estoy contando con esas comisiones para completar los 1,500 que me faltan.

Salí por mi descanso posterior a haber terminado de recibir la paquetería. Compré un cigarrillo en la misma tienda de siempre y me quedé en la jardinera cerca de la librería, por si el niño me necesitaba.

No sé si sea buena idea pasar a casa de mi padre este fin de semana o nada más ir a hacer el pago y volver aquí.

Sería más sencillo si me dijera que todavía tiene ganas de verme.

—¿Qué te preocupa? —escuché la voz de Julieta, a lo que miré a mi derecha y la vi.

—Nada —respondí—. ¿Qué haces aquí?

Se sentó a mi lado.

—Me aburrí en mi casa y quise venir a verte. ¿Estás ocupada?

—Estoy trabajando —repuse.

—Pero, ¿está tu jefa? —cuestionó. Negué—. ¿Me puedo quedar?

—No hay nada que hacer ahí.

—Puedo leer algo. Es mejor que estar en casa escuchando los videojuegos de mi hermano.

—... —inhalé una última vez del cigarrillo, lo apagué en la pared, tiré la colilla en el cesto, luego me puse de pie y le indiqué a la chica que viniera conmigo.

Solté el humo antes de entrar.

El chico estaba terminando de acomodar su parte de los nuevos ejemplares recibidos porque esta vez eran muchos. Yo ya había acabado con lo mío, así que no tenía nada que hacer.

—Hola —saludó al niño con cordialidad.

—... Hola —respondió él, confundido. Creo que sabe quién es ella, por las sesiones de estudio y porque se dio cuenta de mi relación con ella, solo que en realidad nunca los presenté.

—Julieta —le dije su nombre al niño y me dirigí a ella—. Él es... —lo miré.

—René —habló con un tanto de molestia sorprendida.

—René —le di por su lado.

—Llevo casi dos meses aquí y nada más no te aprendes mi nombre —se quejó.

—Y no me lo voy a aprender —aseguré.

—Mucho gusto —le dijo Julieta, riéndose.

—Puedes tomar lo que quieras y sentarte donde quieras —le indiqué a la chica.

—¿Me harás compañía?

—... En un rato.

Me sonrió y fue a buscar en el pasillo de mangas. Una vez que se alejó, el niño se me acercó.

—Quiero el mostrador, hoy y mañana —farfulló.

—¿Qué...?

—No quiero hacer limpieza.

Me crucé de brazos.

—Dividimos las tareas, ¿ya se te olvidó? —pregunté.

—No, pero tampoco se me olvida el número de Maite, creo que la voy a llamar...

—Ya, está bien.

Si mi jefa viene y se entera de que Julieta es conocida mía, me voy a meter en problemas para los que no tengo tiempo. No es que me guste estar en el mostrador, en cambio, tanto él como yo lo preferimos a hacer limpieza.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora