Capítulo 76

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Para el festival escolar, el grupo al que pertenezco armó una especie de stand. Están repartiendo folletos de protección femenina, además de venta de artículos de defensa personal y cualquiera puede obtener el contacto de distintas colectivas feministas, sitios de transporte seguro, asociaciones de apoyo, entre otras cosas, como talleres para identificar violencia y acoso, además de cómo actuar en diversas situaciones.

No todo es exclusivamente para mujeres, también pueden acercarse caballeros que quieran conocer del tema, o que del mismo modo hayan pasado por situaciones que requieran atención.

Mi participación, junto a Clara, Mike y David, está en el taller de defensa personal. Es gratuito y lo estamos dando uno por uno cada media hora, turnándome con los demás.

En la sesión que me tocó impartir había diez personas; ocho chicas y dos chicos.

Estamos utilizando el aula de clases y la mencionada venta está afuera, así como los talleres que son conversatorios más que nada.

Cerré la puerta.

—¿Es peligroso lo que vamos a hacer? —preguntó una chica con cierto miedo.

—No, es que me distraigo con el ruido de afuera —respondí—. ¿Pueden tomar asiento? —les pedí al jalar una silla y sentarme con el pecho en el respaldo—. ¿Alguno de ustedes ha pasado por algún tipo de acoso y/o agresión física? —Con miedo, cinco de las chicas levantaron la mano—. Solo tenemos media hora, así que no les voy a preguntar a cada una. ¿Quién quiere iluminarme con su experiencia?

Se miraron entre sí y tres bajaron la mano, luego, entre las dos que quedaban, decidieron quién iba a hablar.

—No fue una sola vez —comenzó la elegida—. Tenía un trabajo y salía muy tarde, a veces mi papá iba por mí, pero, cuando no podía, regresaba sola. A esas horas ya no hay transporte, así que caminaba desde la avenida hasta mi casa y, en la entrada de la calle donde vivo, vive un chico que antes solo chiflaba o me decía cosas, pero un día me siguió hasta mi casa y desde entonces empezó a hacerlo siempre que pasaba. Nunca me ha hecho nada, solo se cuelga a mí, me dice cosas y... ya.

—Si no le diste permiso de tocarte o de insinuarse, sí te ha hecho algo —me puse de pie—. Ven aquí —Se levantó y caminó hasta el centro del aula. Moví la silla a un lado y me situé delante de la chica—. ¿Como de qué estatura es?

—... De la tuya, más o menos —me miró un poco hacia arriba.

—Bien —le indiqué que mirara hacia el resto. Se trata de que ellos también vean esto—. ¿Tienes problema con que te toque? —Negó—. Con tu permiso entonces —dije y puse mi brazo sobre ella—. Es una manera de sometimiento. Intenta irte.

Hizo por hacerse a un lado o por lo menos liberar su cabeza y no tuve que poner mucha resistencia en detenerla. Es irrelevante si el sujeto en cuestión es fuerte o no, siempre que sepan dónde y cómo sujetar.

—¿Qué se hace en esos casos? —preguntó una chica del resto.

—El codo tiene el hueso más fuerte —expliqué—. Tienes el tuyo libre —me dirigí a la chica a la que todavía no soltaba—. Un golpe en las costillas basta. Inténtalo.

—... —lo dudó.

—Está bien, llevo horas haciendo esto —aseguré. Lo hizo y en realidad no lo sentí—. Acerca tu brazo a ti y luego lo avientas con fuerza.

—De acuerdo... —atrajo el brazo, puso el codo en posición y me dio un fuerte golpe que me sacó el aire. La solté cubriéndome las costillas con una mano—. ¡Perdón!

—No, está bien —suspiré para enderezarme—. Ya te puedes ir a sentar —indiqué—. Los golpes más efectivos son los molestos, como hacerlo con el codo, los dedos o las rodillas —me dirigí a todos—. Los objetos que estamos vendiendo pueden utilizarlos en situaciones extremas; desafortunadamente, si los usan, ustedes se meterán en problemas por agresión física y será mucho peor si la persona en cuestión estaba desarmada.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora