Capítulo 53

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Entramos a su habitación en el hotel y comenzamos a besarnos cerca de la puerta. Me tomó con fuerza de la cintura para presionarme contra él. Se quitó el saco y yo la chaqueta, luego fuimos a la cama.

Se colocó encima, besándome. Abrí las piernas, por lo que me acarició levantando el vestido.

En cuanto llegó a mi cintura, tocó mi ropa interior. Acercó su sexo al mío y sentí el bulto.

Nada, no me despertó nada.

Creí que los besos en mi cuello o que tentara mi busto por encima de la ropa me haría sentir algo y no, en lo absoluto.

—Espera, espera, espera —lo detuve. Se apartó enseguida.

—... ¿Qué pasó?

Me alejé para sentarme cerca de la cabecera, a lo que él también se sentó, en la orilla.

—No... No puedo —agaché la cabeza y me cubrí la cara con las manos—. Perdóname.

—Tranquila, no pasa nada. Solo dime si hice algo...

—No, no, no —bajé las manos para mirarlo—. No eres tú... —suspiré—. Eres increíble, pero no puedo corresponderte.

—... —lo asimiló—. No voy a preguntar si es por alguien más

—No lo hagas —le pedí negando.

Me miró.

—Supongo que no tengo ninguna oportunidad.

—... Te juro que lo intenté. Me gustas, es que... creo que, como un amigo, nada más.

—No me digas todo de una vez, ya me rechazaste —apuntó.

—Lo siento.

Suspiró y volvió a mirarme.

—Está bien —habló en voz baja—. No me malentiendas, pero, supongo que entiendes que entonces no nos volveremos a ver.

—... Entiendo.

—Es por mi trabajo, sabes que me quedé en la ciudad por ti.

—No me digas todo de una vez —repetí lo mismo que él y sonrió.

—Vete para que me pueda dar un baño de agua fría —solicitó como si fuera un chiste. Me puse de pie y tomé mi chaqueta—. Liesel —me tendió el puño—, sin rencores.

Me reí y lo choqué. Fui a la puerta, misma que abrí, solo que me volví antes de salir.

—Cuídate, Ariel —al decirle eso, volteó a verme.

—Tú también.

Salí del hotel, a tomar un taxi de regreso a la casa de Iñaki. Era muy tarde y estaba algo lejos como para caminar, así que, lo que tenía que pensar, lo hice mientras me duchaba.

Tengo que admitir que estaba jugando con Ariel si siempre supe que no me interesa como hombre y le hice creer que sí.

Dentro de todo, es mejor que no lo vuelva a ver.

Ariana llamó a la puerta cuando me encontraba secándome el cabello, sentada en la cama, con las piernas cruzadas debajo de mí.

—Está abierto —respondí.

Entró a poner una taza de café en el mueble vacío, además de unas cuantas galletas en un plato.

—No necesitas bajar, pero tienes que comer —explicó.

—Gracias.

—Lisa, estoy preocupada por ti —se sentó en la orilla de la cama, frente a mí—. Estás más distante que antes.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora