Capítulo 49

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La madre de Julieta vino por ella justo cuando estábamos desayunando, algo que espero a que termináramos, conversando con Ariana, luego se despidieron.

Horas más tarde, Iñaki quiso hablar conmigo sobre su discusión con mi padre. No tenía que contarme nada, los había escuchado.

Fue incómodo que Iñaki me pidiera disculpas por haber básicamente corrido a mi papá siendo que venía a verme, sin embargo, era a mí a la que se le caía la cara de vergüenza.

El lunes en la mañana no vi a Julieta, tenía cosas que hacer, así que fui directo a mi aula y tomé asiento.

—¿Te duele? —preguntó Clara al caer sobre mi mesa.

—No tanto.

Son solo pulsaciones eventuales.

—... —se inclinó un poco hacia mí—. No voltees, pero Mamá Noel te está viendo —masculló.

Subí los pies a la banca, me crucé de brazos, eché la cabeza atrás y cerré los ojos. No me importa esa mujer.

—Eso te va a traer problemas de espalda —escuché la voz de Mike, quien viene llegando.

—Me daría motivos para no... —abrí los ojos y me interrumpí al verle una sutura en la ceja derecha.

—¿Qué te pasó? —le preguntó Clara sujetándole la cara para inspeccionarlo.

—Les digo más tarde —se alejó de la chica, yendo a sentarse en su sitio.

Clara y yo nos miramos por un momento.

Para el entrenamiento, nos llamaron durante el almuerzo. La verdad, no creí que pudiéramos hacerlo; David no había llegado, tal vez yo tendría problemas para entrenar y Mike tiene una ceja cortada.

De cualquier forma, nos encontrábamos en la cancha, con la ropa deportiva, esperando a la profesora.

—No hagas nada innecesario —me dijo Julieta. Estamos en la misma banca de siempre, en la posición que acostumbro con ella para tenerla más cerca.

Clara está conversando con Danielle, quien tiene incomodidad suficiente como para compartir, y Mike yace recostado en el césped.

—El chico de aquella escuela —habló América al tomar asiento a un lado de Julieta—, por el que te lastimaste, ¿lo conoces?

—... Algo así —divagué.

—¡¿Por eso se la pasaron provocándose todo el partido?! —Julieta se molestó.

—No estábamos...

—Todos se dieron cuenta —apuntó la otra—, ¿no estabas escuchando al cronista?

Nunca escucho ni veo a nadie, y no solo cuando juego un partido, sino todos los días de mi vida.

—¿De dónde lo conoces? —preguntó Julieta.

—Es el hermano de René, el niño de la librería —expliqué.

—... —lo pensó—. ¿Sabe que tú mandaste a René a ponerle un alto?

—Tal vez...

—Prometiste que no más peleas.

—Yo no le hice nada —me defendí.

—Oh, Dios... —masculló Clara, mirando al frente.

Volteé y vi a David caminando hacia aquí, con un par de golpes más del que trae Mike, a quien miré enseguida.

—No es lo que te estás imaginando —aclaró de antemano al ponerse de pie.

No pensé en una pelea entre ellos dos.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora