Capítulo 36

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Al llegar, el autobús que nos recibió nos llevó directo al hotel. Tengo una habitación con Clara y creo que Mike hará lo posible por venir a dormir con nosotras, porque no quedó conforme con su compañero.

De por sí, el chico llegó hasta nuestra habitación con su maleta y se está cambiando aquí. A mí no me importa, a Clara tampoco, sin embargo, el conflicto está en que lo sepan los profesores que nos acompañan o alguien del Consejo.

Según lo que dijeron, podemos hacer lo que queramos por el día de hoy.

Son las tres de la tarde, así que tenemos bastante tiempo.

Posterior a cambiarme, salí junto con ambos. No tengo problema con el traje de baño, es el tatuaje en mi espalda por lo que no me quité la camisa que me puse encima.

En la playa ya había muchos y no sé quién de nosotros tres era el que más llamaba la atención, o quizá era equitativo.

—Como si estuvieran viendo algo más que en las duchas —expresó Clara.

—Hablas por ellas —repuse—, los caballeros son el problema.

—Déjame pensar que ellos me ven a mí —interpuso Mike.

Me agrada la sensación de la arena. La última vez que fui a una playa fue hace poco más de diez años, experiencia que considero como una de las últimas que vale la pena recordar.

—Voy a dejar mis cosas, ¿quieren que guarde algo? —les pregunté. Clara me dio su cartera y Mike su teléfono.

Fui hacia la caseta donde se paga por la llave de un casillero, para guardar cualquier objeto de valor.

El señor, a quien se le fueron los ojos, me entregó una llave y entré a buscar la casilla correspondiente con el número en la etiqueta.

Julieta estaba ahí, guardando cosas también. En cuanto me volteó a ver, se puso nerviosa.

—... Hola —regresó la atención a su casillero.

—¿No te hablaré hasta que me digas?

—Más tarde te diré lo que haremos. Creo que todo va bien hasta ahora, me obedecen y... —se interrumpió cuando me recargué a un lado, con los brazos cruzados. Solo intento dejarla terminar de hablar—. Mantente al pendiente de tu teléfono.

—¿Por qué no te quitas eso? —cuestioné por la sudadera que trae puesta.

—... Porque... —sigue sin mirarme—, me incomoda.

—Todos allá afuera están mostrando el apellido. Solo haz lo que quieras hacer y pásala bien. Te juro que nadie estará mirándote.

Por un segundo, me volteó a ver con las cejas hacia abajo. Se mordió los labios y, con mucho trabajo, bajó la cremallera de su sudadera... Enserié.

—Te enviaré un texto a las siete —se quitó la prenda, la cual guardó en el casillero, para luego cerrar e irse.

Me quedé mirando a la nada, con la palabra en la boca. No pude decirle que se volviera a poner la sudadera.

Me equivoqué, sí la iban a mirar, porque yo lo estaba haciendo.

Preferí no buscar a Julieta. Todo lo que quería era pasar el día porque no lo estaba disfrutando en lo absoluto.

Llevo media hora sentada con Clara en una mesa bajo la sombra.

La bebida alcoholizada que compramos quizá me haría el tiempo más pasadero...

—Santo Dios —dijo la otra en tono de lujuria—, no sabía que la Presi tenía semejante cuerpo...

—Deja de mirarla —hablé con rapidez, sin despegar la vista del mar al frente.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora