Capítulo 24

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Utilicé todo el día en asear mi habitación, lavar ropa y hacer tareas. Iñaki no me comentó nada sobre si habló con mi papá, sin embargo, lo haya hecho o no, por lo menos no vino aquí a preguntarme si en serio llegué ebria a casa de mi papá la semana pasada.

Me di un baño en la noche y desperté igual de tarde el domingo, pues pretendía ir a casa de Julieta a la misma hora a la que voy normalmente; alrededor de las cinco.

No tengo pensado decirle que ahora gozo de los fines de semana libres, porque siento que me los va a quitar.

Toqué el timbre y quien me abrió fue la madre.

—¡Hola! ¿Vienes a ver a Jelly?

«Jelly».

—Sí —respondí, suponiendo que con «Jelly» se refiere a Julieta.

—Pasa —indicó. Entré y cerró la puerta. Fui con la señora hasta la sala—. Está bañándose, ahorita baja. Siéntate —me ofreció. Tomé asiento en una de las sillas altas de la barra, el sitio que tenía más cerca—. ¿Quieres algo? —preguntó, dirigiéndose a terminar de preparar la cena.

—Estoy bien.

—Me dijo Julieta que trabajas en una librería —comentó al colocar un vaso de agua rojiza enfrente de mí, muy a pesar de que le dije que estaba bien.

—Sí —bebí un sorbo de agua, enseguida intenté evitar la mueca de disgusto; tiene mucho dulce—. No es nada interesante.

—Yo amo leer —se señaló con una mano en el pecho—. Era una de esos ratones de biblioteca en la universidad. Tienes mi trabajo soñado —expresó con emoción.

—El viernes hubo una firma de libros.

—¡¿En serio?! —Asentí—. Me habría encantado ir.

—No sabía..., pero, para la próxima, la invitaré personalmente.

Sonrió.

—Lisa —escuché a Julieta detrás de mí.

Volteé y me hizo señas hacia el pasillo. Me volví a la señora.

—Gracias por el agua —dije, dejando el vaso ahí, casi completo.

Bajé de la silla, seguí a Julieta hasta su habitación, donde entré y ella cerró la puerta después.

—Siéntate donde quieras —señaló sin interés, yendo por un cepillo para terminar de secarse el cabello.

Opté por el columpio.

—Me da la impresión de que me vas a regañar —dije.

Me volteó a ver con molestia, no la vi, la sentí. Justo por eso es por lo que siento que me va a regañar.

Suspiró.

—No te voy a regañar —tomó asiento en la cama y su expresión cambió a algo más angustiada—. Quería hablar contigo de algo —sonó nerviosa—. Te propongo aumentarte el pago.

La miré.

—¿A cuenta de qué?

Se mordió los labios y se distrajo cepillando su cabello, inclusive desvió la vista. Tragó saliva antes de dirigir sus ojos a mí.

—De que vayamos más allá de tomarnos de las manos o abrazarnos.

—... —Más allá...—. Exactamente, ¿de qué hablas?

—Besarnos... —susurró con miedo.

—No —dije al instante y me puse de pie.

—Solo piénsalo...

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora