Capítulo 29

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El lunes, durante el almuerzo que Julieta me dejó libre, fui a buscar a esta niña amiga de Linette, excusándome en ir a buscarla a ella.

Se encontraban en su aula, de modo que tuve que decirle al primero que me encontré que llamara a una niña de cabello negro, corto, lacio, flequillo y lentes, tal como la recordaba. Estoy contando con que haya una sola con esas características en esta clase.

Cuando salió, tuve ciertos problemas para estar segura de que se trataba de la misma chica, en cambio, al ver a Linette salir también y el nerviosismo de la niña, me quedó claro que era la correcta.

—¿Me regalas un minuto? —le pedí, a lo que asintió.

Caminé con ella hasta una banca cercana. Linette se quedó lejos, pues esto no le compete del todo.

La niña tomó asiento al igual que yo.

—¿Qué me quieres decir? —preguntó con la cabeza agachada y las manos presionando la orilla de la banca.

—Quiero disculparme. Creo que fui muy dura contigo cuando me intentaste dar aquel regalo. No consideré que debió costarte mucho trabajo dármelo.

—... —apretó los labios—. ¿Te molesta si te digo que me gustas? —me miró con miedo.

—No —respondí convencida—. De verdad eres una niña muy linda, pero yo ya tengo a alguien.

Devolvió la vista al césped.

—Tú y la Presidenta hacen una bonita pareja —mencionó para sí—. Es que... no quise quedarme sin intentarlo.

—Creo que eres muy valiente —al decirle eso, me volteó a ver—. Ya llegará alguien a tu vida que merezca todo lo que puedes ofrecerle, pero no te aceleres con eso. Cuando pases de los veinte, créeme que darías lo que fuera por volver a los quince —Se empezó a reír.

—Lamento si te causé problemas con tu novia.

—No te preocupes por eso —aseguré y señalé su aula—. Vuelve antes de que me regañen por estar aquí.

Asintió, se puso de pie y regresó. Linette colocó una mano en el hombro de la chica una vez que la tuvo cerca y, antes de entrar, me hizo un gesto de agradecimiento.

En la salida no iba a ver a Julieta, así que fui directo a la librería.

Al entrar, vi que en la sala se encontraba un cliente hojeando un libro. Ya que dicha persona no despegó su atención de lo que hacía, pasé de largo hasta el cuarto de descanso.

Me retiré la chaqueta y la guardé en el casillero, al igual que mis cosas.

Esta mañana tuve que tomar una mochila que tenía por ahí guardada y, por suerte, estaba en buen estado... Hay cosas en la casilla de junto.

Rodeé los ojos y miré hacia la puerta. Salí.

El chico que vi hace un momento ahora estaba en un pasillo, acomodando el libro que tenía en sus manos. Antes de que preguntara, Maite volvió del sanitario.

—Lisa —me llamó al mostrador, a donde llegué junto con ella y el chico. La mujer se situó detrás—. Lisa —extendió una mano hacia mí—, René —extendió la otra hacia él—. René, Lisa —nos presentó, luego juntó las manos entrelazando los dedos—, van a estar trabajando juntos.

Enserié.

—¿Disculpa? —pregunté.

—Lo contraté el fin de semana —dijo con obviedad.

—Mucho gusto —el chiquillo se dirigió a mí.

—Igual —le di por su lado. Volví a Maite, quien estaba tomando sus cosas para irse—. ¿Cómo que lo contrataste? ¿Para qué?

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora