Capítulo 38

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Una semana más tarde, tal como había prometido, me encontré con Ariel en un cine. Me hizo ver una película horrible, no me gustó y no me aburrió tanto como para dormirme y no sentir las dos horas y media que pasaron. Al final, solo se burló de mí.

—Fue mala, ¿no? —preguntó mientras salíamos de la sala.

—Pésima.

—Sí... Fue votada como la peor de la década.

—¿Y para qué me hiciste verla? —cuestioné.

—Tenía que cobrarte por no haber podido verte en semanas.

Una vez que terminé lo que quedaba de las palomitas, tiré el envase en un cesto de basura.

—Nada más fueron tres. Te dije que tuve que ir a ver a mis papás y el fin de semana pasado fui a un viaje escolar.

Encaminamos por la calle.

—Y, supongo que tu "novia" estaba ahí —apuntó con cierta molestia.

—... Me dijiste que lo entendías.

—Lo hago, pero... —me tomó de la mano y me llevó a una esquina, donde doblamos para no estar a la vista de nadie—. No solo dicen que son pareja y caminan al lado de la otra, ¿cierto?

—...

—La besas —dijo convencido. Me crucé de brazos, evitando mirarlo. No puedo contestarle y menos si me está insistiendo así—. Lisa, ¿sientes algo por ella?

Dirigí mis ojos a él. No respondí, en su lugar, suspiré y negué con la cabeza.

Al colocar una mano en mi rostro, supe lo que quería, mismo de lo que no me quedó duda alguna cuando me tomó de la cintura.

Se acercó a mis labios.

—Tengo el sabor de...

—No me importa —susurró ya muy cerca, entonces me besó.

Él también tenía el sabor de las palomitas, aunque resultó agradable. No fue un mal beso, me gustó, pero no fue lo que esperaba, o lo que creí que sería.

No es él, es... otra cosa.

Fui a ver a Julieta el martes. Desde el viaje no había hablado con ella, dijo que estaría ocupada, así que me llamó en cuanto tuvo un tiempo libre.

No tuve que decirle que podía ir hasta después del trabajo.

Sus padres no están, más que su hermano con unos amigos y por eso es que subimos a su habitación en cuanto llegué.

—Ya que volvimos y, como símbolo de que me amas y yo a ti —buscó en el buró, luego se volvió a mí en la mecedora, mostrándome un collar en sus manos—. Tienes que usarlo siempre que sea necesario —extendió la mano, a lo que lo recibí.

Tomé el colgante, es un anillo.

—¿Nos vamos a casar? —pregunté.

Sonrió sonrojándose, se acercó, me lo quitó de las manos y se dispuso a ponérmelo.

—Es como la promesa de la promesa —explicó.

Miré hacia otro lado al tener delante la vista de su ropa interior, por culpa de la blusa holgada que lleva puesta.

Enseguida de ponerme el collar, me mostró que ella lleva un anillo similar en la mano, en el dedo anular.

—¿Esto fue idea mía o tuya?

—Mía —dijo con orgullo—. Se supone que me estás enseñando a ser más como tú. Cuando terminemos definitivamente con todo esto, tienen que pensar que algo aprendí de ti.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora