Capítulo 62

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Esperé a Julieta en la salida. No hablé con ella desde que la vi en la sala del Consejo, para no tener que decirle que estuve escuchando lo que habló con Noel. Se suponía que la dejaría hacerlo sola.

Estaba revisando mi cuenta bancaria por los gastos que tuve y veo que me voy a quedar básicamente en ceros luego de ir a hacer el pago de este mes, en dos días.

No me di cuenta de que Julieta salió hasta que se me puso enfrente.

—Noel se va a ir —dijo sin más.

—¿Eso es bueno?

—Me da lo mismo —aseguró. Sonreí y me devolvió el gesto. Perdón, pero me alivia saber que ya no le importa lo que suceda con ella—. Por cierto... —buscó en su bolsillo y colocó frente a mis ojos la pulsera de mi mamá, sujetándola con dos dedos. Después de todo lo que dijo sobre mí, ya no escuche nada, así que no sabía que la había recuperado—. ¿La quieres de regreso?

La tomé para revisarla. Sigue igual que antes, no está maltratada ni le faltan piezas. Sujeté la muñeca de Julieta y se la puse.

—Te la di a ti —señalé. Tenía su mano sujeta, por lo que le di un beso en el dorso—. Consérvala.

Sonrió con melancolía y se acercó a besarme. Cuando es ella quien me besa, se tiene que poner de puntillas y no baja los talones hasta que no me incline yo.

Eso me parece muy lindo.

Al separarnos, su hermano estacionó. No estoy segura de si nos vio porque traía puestas un par de gafas oscuras. Parece que no.

Luego de que Julieta se fuera, me dirigí a la librería.

El sábado fui al juzgado. Pensaba ir de entrada por salida, solo que me tomé un momento para considerar si era buena idea pasar a casa de mi padre.

No es que no quiera verlo, sino que en serio lo hago por darle espacio y no meterme en problemas con Miranda.

Creo que ya le di bastante tiempo. No pierdo nada con decirle que no estoy viviendo con Iñaki, por si uno al otro se preguntan por mí. Si ellos hubieran hablado sobre por qué dejé la casa de mi tío, ya lo sabría, mi padre ya se habría comunicado con Vicente y hubiera dado conmigo.

Me dirigí a casa de papá y, a una cuadra, se me puso enfrente un auto negro, de lujo. Rodeé los ojos al mismo tiempo que suspiré, mientras Grace descendía del vehículo.

—Entra —ordenó con la puerta abierta.

—... Tengo cosas que hacer...

—Dije que entres —a pesar de la orden, seguía sonando amable.

—Grace, ya me cansé de esto.

Enserió mirándome. Encaminó hacia mí y se colocó a una muy corta distancia, por lo que alejé la cabeza. Hoy tampoco lleva más que sostén por debajo del saco y no quiero que me toque.

—¿Discúlpame? —preguntó en voz baja, con las manos en los bolsillos.

—Cóbrame de otra manera, la que tú quieras, menos esa —aclaré.

Ladeó la cabeza, después me sujetó de la cara, casi enterrándome las uñas bajo las mejillas y acercó mi cabeza a ella. La hice enojar.

—No estás en posición de pedirme nada —murmuró.

Tomé su mano para retirarla de mi cara.

—Entonces no vamos a terminar con esto.

Sonrió y empezó a reírse.

—¡Por mí está bien! —cantó mostrándome los dientes.

—¿Qué demonios quieres de mí? —al hablarle de ese modo, uno de sus granujas hizo ademán de acercarse, algo que la chica le impidió extendiendo una mano, sin retirar sus ojos de mí.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora