Capítulo 20

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En la clase de gimnasia, estábamos haciendo tiros libres, esta vez a una portería de soccer. Eso en realidad no me gusta, aunque no fallé ninguno, porque el portero era un pequeño que le huía al balón.

Con las manos en los bolsillos del pantalón, pateé la pelota y entró sin problema. Dada la carente necesidad de actividad física, ni siquiera me sujeté el cabello.

—¿Se pelearon? —preguntó Clara a mi derecha. La miré y esta señaló con un gesto hacia Julieta, quien está conversando con la profesora.

—No —respondí, volviéndome a la portería.

Supongo que su idea viene de que desde ayer no he hablado con ella, no nos fuimos juntas, además, hoy en la mañana cada una llegó por su lado.

Está enojada y debe ser por lo de ayer, sin embargo, no me ha dicho nada.

—Nunca dejes las cosas sin hablarlas —apuntó Mike, antes de tirar.

Se colgaron de mi hombro y sentí la pesada respiración de David en mi nuca.

—¿Qué quieres? —pregunté sin retirar su mano.

—Un partido.

—Ahorita no... —respondió Clara con cansancio.

—Solo uno —al sacudirme, tomé su mano, la retiré y lo solté.

—Me estás cargando —advertí con seriedad—. No tengo tiempo para ti.

—¿No quieres perder? —se acercó. La postura provocadora trajo a sus espaldas a su compañía.

Clara y Mike de por sí estaban a mis costados.

—No quiero verte llorar, me aburres —repuse. Acercó su cara a un centímetro de la mía.

—¿Crees que no te tocaría porque estamos aquí? —susurró.

—Hazlo —lo reté en el mismo tono—, pero no llores después.

Alejó la cabeza, riéndose, dio un paso atrás y, sin previo aviso, me dio un puñetazo en la cara. El estruendo fue lo que llamó la atención de los pocos que faltaban.

Ya que no traía los anillos puestos, devolverlo del mismo modo no le dolería tanto como a mí, así que lancé la mano izquierda al aire, extendida, y le golpeé la garganta.

Se inclinó tosiendo como si lo hubiera ahorcado. Para nada.

—¡Dios! —la profesora llegó corriendo—. ¡¿Qué les pasa?!

—... —David no pudo hablar dada la carraspera. En serio no le hice nada.

—¡Él la golpeó primero! —señaló Clara, sujetándome de los hombros.

Julieta me tomó de la mano.

—La llevaré a la enfermería, alguien... llévelo a él —indicó con desdén y me hizo caminar, halándome.

En efecto, fuimos a la enfermería, hasta entonces me soltó y empujó mi hombro para que tomara asiento en uno de los bancos de metal, lo cual hice.

Se lavó las manos, luego trajo el botiquín de primeros auxilios.

Me limpió la sangre del labio con brusquedad.

—Oye, oye —sujeté su muñeca porque me está doliendo más que el golpe en sí—. Mejor abofetéame.

—¡Te dije que no más peleas! —enfureció.

—...

La solté y se tranquilizó poco a poco, por sí sola. Siguió curándome, ahora con más cariño.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora