Capítulo 43

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Entré a la casa de Iñaki enseguida de saludar a Bella, cerré la puerta y dejé mi chaqueta en el perchero.

—¡¿Dónde estabas?! —el grito me hizo brincar del susto, y gritar.

—Dios... —suspiré con una mano en el corazón. Me volví hacia Iñaki.

—¿De dónde vienes, niña? —cuestionó sin un solo grado de molestia, es más, ni siquiera me miraba. Está en el sofá, cambiando el canal en el televisor.

—Estaba con Julieta —respondí yendo por un vaso de agua.

—¿Es la amiga que se quedó a dormir?

—... —volví de la cocina—. Sí.

—¿Por qué te hiciste amiga de ella? —preguntó casi riéndose.

—¿De qué hablas? —enserié.

—De que eres más de personas como tu amiga Clara.

—No sé... —me crucé de brazos—. Ella evita que me meta en problemas.

—... No la dejes ir nunca —murmuró para sí, luego me miró—. Ariana dice que su madre es simpática y, si estás de acuerdo, quiere invitarlos a cenar.

Maldición.

—Pueden hacer lo que quieran —dije y subí a mi habitación, llevándome el vaso de agua.

Por supuesto, no pude dormir.

El viernes, en la librería, terminé quedándome dormida en una de las mesas al fondo y no me desperté hasta que el niño vino a gritarme en el oído.

Creo que ya era la hora en que debía irse.

Lo que tengo en la cabeza es que no sé cómo voy a enfrentar a Julieta la próxima vez que la vea, si es que quiere volver a verme. No tengo idea de cómo explicarle algo que ni yo misma entiendo.

Eso no deja que me concentre en nada.

Comencé a cerrar a las 7:30 p.m. No me vendría mal un cigarrillo, solo que no quiero llegar con ese aroma a casa de Iñaki, además, eso hará a la gente alejarse más de lo de por sí, sino es que llamar a la policía.

Eché la cabeza atrás mientras caminaba de regreso y justo mi teléfono vibró. Lo saqué y, al ver que se trataba de un texto de Julieta, mi corazón se agitó por un instante.

Lo abrí:

«¿Tienes tiempo para venir? El domingo no voy a estar y necesitamos hablar antes de volver a clases».

Me pasé una mano por el cabello e hice una mueca. No quiero hablar de nada.

De todas maneras, fui. El sábado iré a hacer el pago, por otro lado, había quedado con Ariel, así que yo tampoco tenía el fin de semana libre.

Me abrió la puerta e ingresamos. No parecía haber nadie, no hay señales ni de su hermano.

—Mis padres fueron a hacer compras —explicó mientras subíamos—. Y mi hermano está trabajando —entramos a su habitación.

—No tengo mucho tiempo —dije de antemano. Lo que sea que quiera, tiene que ser rápido y no es por el tiempo.

—Solo... —se interrumpió—. ¿Te puedes sentar? —señaló la cama.

Fui a tomar asiento. Ella se quedó de pie, recargada en el buró.

—... —Creo que es mejor dejarla hablar.

—¡Ah! Sí —se giró a sacar el sobre del dinero, mismo que me dio—. Es una semana completa —apuntó.

Miré el sobre en mi mano. No lo quiero.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora