Capítulo 48

9.8K 913 63
                                    

Fui al centro de la cancha con David y el resto. Sigo sin reconocer sus caras o saberme sus nombres, en cambio, ya sé cómo funciona cada uno, además, tenemos una especie de orden y método.

—Solo mientras dure esto —recitó el bravucón, tendiéndome una mano.

Le di la mano.

De cualquier forma, este partido no es realmente serio, de modo que lo utilizaremos más bien para probar qué tan bien podemos trabajar juntos.

—Son ellos —masculló Mike mirando al frente, a lo que me volví hacia donde miraba y vi al equipo de la segunda escuela.

Por la altura y porte, lo reconocí al instante.

—Carajo —maldije para mis adentros.

—¿Qué...?

No iba a explicarles ni a Clara ni a Mike quién es René ni por qué quien está delante de nosotros, mirándonos con desdén, más a mí que al resto, es su hermano.

Por eso era tan alto...

—¿En serio tienen dos mujeres en su equipo? —cuestionó dirigiéndose a David.

—¿Te preocupa la desventaja de tu equipo? —se burló Clara.

—No voy a jugar contra ustedes dos —masculló a una corta distancia de mí.

—¿Qué te asusta? —pregunté con tranquilidad—. Perder es lo peor que te puede pasar, te lo aseguro.

—Seremos gentiles —prometió Clara.

Se alejó con el resto de su compañía. Creo que quiere asesinarme.

Como sea, ya estábamos aquí. Comenzamos el partido enseguida de las presentaciones y esas cosas, todo eso no me interesaba.

Fue más complicado, porque se lo tomaron más en serio de lo que pensé. Demoramos bastante en hacer una sola canasta, mía, claro. Cada que anotábamos, ellos nos seguían marcando también.

Son como una piedrita en el zapato.

—Yo me encargo de él, tú solo concéntrate en encestar —me dijo David a medio partido.

El problema es que el hermano de René me tiene en la mira, no deja de seguirme, por lo que ya me frustró varias anotaciones.

Me quitó el balón por décima vez, ahí me empecé a enojar. Volteé a ver a Clara y la mandé por mi balón.

La chica me lo trajo de vuelta y estaba por encestar, solo que tenía a este sujeto enorme delante.

—Ríndete de una vez antes de que salgas lastimada —advirtió.

—Supongamos que pierdes, ¿tanta sería la vergüenza? —hablé—. Porque, si quieres, te dejo ganar.

—... Solo tira —expresó aborrecimiento puro.

Antes de que siquiera lanzara el balón, sentí un fuerte golpe en el pecho que me hizo caer y, por si fuera poco, el tipo cayó encima de mí. Apostaría todo a que nada más fue para poder aplastarme el brazo izquierdo.

—¡Mierda! —grité.

En cuanto detuvieron el partido, Clara y Mike llegaron corriendo hasta mí. La chica me dio una mano y me ayudó a poner de pie.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —le reclamó Mike al sujeto.

—¡Fue un accidente! —se explicó convencido—. Es lo que pasa cuando chicas se meten a un deporte de hombres.

Clara y yo lo volteamos a ver.

—¡Ya basta! —intervino el árbitro principal—. Se termina el partido —determinó.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora