Capítulo 57

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Hablé con Maite sobre mi ausencia y lo entendió bastante bien, aunque ella en realidad no conoce a Julieta, así que se mantuvo al margen.

Toda esa semana América y Danielle se hicieron cargo del Consejo, con ayuda de algunos más, pues Julieta iba a ir hasta la semana siguiente.

No todos comprendían lo que ella estaba pasando. Fueron muy pocos los que se presentaron en su casa a darle el pésame.

Fui el jueves para asegurarme de que Julieta estuviera comiendo bien y, cuando fuimos al sanitario a prepararle el baño, devolvió lo poco que había en su estómago. Lo mismo se repitió el viernes.

El sábado, enseguida del partido, no me quedé a ni una sola felicitación por haber ganado; me di una ducha, me cambié y fui a casa de Julieta. Su madre me avisó que se había desmayado en el baño y, para cuando llegué, el médico ya estaba yéndose luego de reanimarla y recetarle vitaminas.

Me senté en la orilla, junto a ella. Estamos las dos solas.

—¿Qué has comido en todo el día? —pregunté.

—... El desayuno —masculló.

—No me voy a ir hasta que comas algo —iba a ponerme de pie, a lo que sujetó mi brazo, haciéndome volver.

Puso una mano en mi rostro y se acercó... No iba a aprovecharme de esto. Me estiré y le di un beso en la frente, a lo que agachó la cabeza, escondiendo la cara, entonces la abracé.

—No vuelvas a asustarme así —le pedí.

—... Tú no vuelvas a dejarme sola.

El lunes llegué muy temprano a su casa. Julieta ya se había dado un baño y estaba terminando de cambiarse.

Tomó asiento delante del tocador para cepillarse el cabello, solo que se detuvo a contemplar su reflejo.

—Parezco un mapache —habló sin expresiones.

Me separé del escritorio donde estaba recargada. Fui hasta el tocador, busqué entre el maquillaje que tiene y tomé el corrector, luego giré su silla hacia mí y borré un poco las ojeras que tiene bajo los ojos.

—No tienes que decir nada que no quieras —indiqué.

Muchos querrán preguntarle algo o decirle cuánto sienten lo de su padre, como si no se acordara.

—... ¿Te quedarás conmigo?

—Tanto como tú quieras —prometí.

Ricardo nos llevó al instituto. Antes de que yo bajara, una vez más me pidió cuidarla.

Julieta tomó mi mano, respiró hondo y se dispuso a entrar. Las miradas fueron lo primero en llegar a ella, después vinieron pésames, seguidos de algunos abrazos que no pudo ignorar.

Al llegar al aula, Danielle y América la recibieron.

—Julieta —habló Noel detrás de ella. La chica soltó a América y se volvió hacia la puerta—, lamento mucho lo de tu papá.

—... Gracias.

Se hizo un silencio incómodo entre ellas dos.

—El director dijo que fueras a verlo —interrumpió Danielle en el mejor momento.

—Te acompañamos —indicó América. Entre las dos se llevaron a Julieta.

Noel las dejó pasar y se dispuso a volver a entrar una vez que se fueron, sin embargo, coloqué una mano en el marco, bloqueándole el paso.

—No voy a prohibirte acercarte a Julieta —dije—, pero no vuelvas a lastimarla.

Me miró.

—Lo mismo va para ti —repuso con cierta burla, lo que me hizo enseriar más.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora