Capítulo 25

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En la librería, hubo todavía más gente que ayer. Sí quería trabajo, en cambio, ya fue mucho por este mes.

300 ayer y 250 hoy, son 550. Tengo que esperar al finalizar la semana para ver si podré juntar lo necesario y tal vez ya no necesite cambiar de trabajo ni el dinero de Julieta.

Ella dijo que esperara hasta el final del curso por lo menos, falta mes y medio para eso.

No llevamos haciendo esto mucho tiempo en realidad, han pasado tan solo cuatro semanas. No es la pérdida de mi tiempo lo que me importa, sino que Iñaki y Ariana se enteren, no sé cómo les voy a explicar esto.

En la mañana, recibí un texto de Julieta, dijo que no nos veríamos en la entrada, pero que, a la salida, no la dejara ir hasta "solucionar" el conflicto.

—Te dijimos que se iba a enojar —Clara me apuntó en la frente con un dedo.

—Pero a la señorita le gusta tener admiradores —completó Mike.

—Yo no sabía que se iba a enojar y no tengo admiradores —repetí por milésima vez el día de hoy.

Estamos afuera de la escuela, al final del día, esperando a Julieta, es decir, yo la estaba esperando, ellos se quedaron por curiosos, igual que otros tantos por ahí que siento que miran hacia aquí.

Debería cobrarle más a esa niña por cosas como esta.

Clara levantó un dedo.

—Una muy buena forma de solucionar una pelea, es —puso ambas manos en mi cara—, la tomas —tiró de mí—, y la besas —dijo a un centímetro de distancia.

—Si tanto lo quieres ver —retiré sus manos y me alejé—, dime y lo grabo para ti.

—¿Lo harías? —sonrió esperanzada.

—Qué enferma estás —la acusó Mike con nada más que la verdad.

—Ahí viene —Clara enserió.

Miré hacia donde la chica y vi a Julieta saliendo junto con la misma compañía de siempre, ella no volteó, solo pretendía irse.

Me separé del muro; fui hasta ahí; tomé su muñeca y tiré de ella, provocando que volteara y chocara contra mí.

Coloqué una mano en su nuca, por otro lado, Julieta recargó la cabeza en mi hombro y no la levantó.

—Por favor, por favor, por favor, sácame de aquí —musitó temblando.

Antes de empezar a reírme, sujeté su mano.

—Me la llevaré yo —me dirigí a los que venían con ella, Danielle y América entre ellos.

La hice avanzar, en cambio, nunca dejó de mirar al suelo.

Caminé tirando suavemente de Julieta, hasta la esquina donde solemos despedirnos, sin embargo, doblé a la derecha, hacia el callejón.

La solté y ella se giró hacia la pared, donde recargó la frente, así como las palmas. Yo situé la espalda en el muro contrario, cruzada de brazos.

—Dios... —suspiró.

—¿Estás mejor?

—¿Tú qué crees? —me volteó a ver y vi todo el sonrojo—. Mi corazón no puede soportar tanto.

—Tú dijiste...

—Ya sé lo que dije —me interrumpió—. Estuvo bien —tomó aire—, es que no dejo de ponerme nerviosa.

—Si te pones así por algo como eso, ¿crees que vas a poder besarme en público?

Me miró un momento.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora