Capítulo 56

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Llegué cuando ya había oscurecido. Las puertas estaban abiertas y por eso me di el permiso de entrar.

Había mucha gente en esa casa, todos lúgubres, sollozando o llorando abiertamente.

La primera cara conocida que me encontré fue la de Ricardo, este se encontraba recargado en el pasillo, al pie de las escaleras.

Me acerqué a él.

—Oye... —susurré. Tenía los ojos cerrados, los cuales abrió y me miró.

—Julieta está arriba —dijo en un tono apenas inteligible.

—... ¿Puedo ir a verla?

Asintió.

Subí. Afuera de su habitación estaban Mike y Clara de pie, además de América y Danielle sentadas en el piso, una enfrente de la otra.

—No quiere salir. No ha hablado con nadie —me explicó Clara en voz baja, una vez que me aproximé.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Un infarto —respondió Mike, en el mismo tono—. Danielle estaba con nosotros en el partido y Julieta le habló justo cuando terminamos.

—Llevamos aquí tres horas y no ha dicho nada —expresó Clara con angustia.

Me dirigí a la puerta. Ni América ni Danielle me impidieron abrir. Entré cerrando detrás de mí.

Julieta estaba arrinconada en su cama, con las rodillas cerca de su pecho y la cabeza escondida. Se está enterrando las uñas en los brazos.

Subí a la cama, sentándome a un lado. Con mucho trabajo, bajó las manos, giró la cabeza un poco y me miró.

Empezó a llorar de la nada. Me abrazó justo antes de romper en llanto.

La apreté para que se recostara en mí y acaricié su cabeza. Daría lo que fuera porque me entregue todo lo que siente.

Cerré los ojos y recargué la frente en su cabeza.

Horas más tarde, dejó de temblar, el llanto se detuvo mucho tiempo después, entonces se quedó dormida. La recosté sobre la almohada, la cubrí con una de las mantas y salí.

Afuera seguían los cuatro. Creo que pasa de media noche.

—¿Qué pasó? —preguntó América de pie.

—Se quedó dormida —respondí.

Mike hizo una seña hacia el pasillo, para que bajamos a la sala. En este momento, es mejor dejar a Julieta descansar.

En la sala hay menos personas que cuando llegué. No vi a la señora y Ricardo sigue en silencio, en el mismo sitio.

—Lisa —Ariana se me acercó—, ¿cuándo llegaste?

—Hace unas horas.

—¿Estabas con Julieta? —preguntó. Asentí y expresó una sonrisa cansada—. Me voy a quedar. Tu tío va a llevar a Linette, por si quieres irte con ellos.

—No voy a ir a ningún lado —dije.

—Es mejor que nosotros nos vayamos —habló Danielle—. Vendremos mañana.

—Que Iñaki los lleve, no se vayan solos —indicó la mujer.

Una vez que se fueron, ayudé a Ariana a servir café, así como ofrecérselo a los que estaban aquí. Creo que todos son familiares.

No teníamos por qué estar ahí, por lo que me quedé con ella en la cocina, bebiendo café.

Estaba recargada en un mueble, pensando mucho.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora