Capítulo 34

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Para el día siguiente, todavía no cruzaba palabra con Julieta y ya comenzaba a ser evidente para todos. Tengo que hablar con ella, aunque no quiera.

En la librería, salí a lavar las ventanas, aunque en realidad estaba haciéndome tonta. Solo pasaba el limpiador con el fin de retirar el polvo y no tengo más interés en ello que en el cigarrillo en mi mano.

—Hola —hablaron cerca. Al voltear, vi al grupo de estudio del Consejo.

—Con permiso —dijo alguien más, luego se dirigieron a la puerta.

América se quedó afuera, supongo que tiene algo que decir por el hecho de que Julieta no vino con ellos.

Me recargué en la jardinera, con la intención de prestarle atención.

—No me dijo qué pasó, pero ha estado de mal humor y sé que es por ti —expuso la chica.

—No me preguntes a mí —inhalé del cigarrillo.

—Lo que haya sido, no le hagas más daño —concluyó.

Esperé a que entrara para soltar el humo. Creo que inclusive esta niña está molesta conmigo. Dios.

Una vez que terminé de limpiar las ventanas, volví dentro, a ocupar mi turno en el mostrado, de aquí al cierre.

El grupo de estudio se fue a las 5:00 p.m. Las ventas fueron buenas, además de un par de retrasos en la devolución de libros, así que las comisiones del día iban a ser excelentes.

A su hora, el chico ya estaba alistando sus cosas para irse. No le pregunté, pero se suponía que hoy era su día de descanso. Por el tiempo libre que parece tener, desde venir temprano, hasta salir al cierre, o presentarse en días que no le corresponden, creo que en realidad no va a la escuela.

Mientras registraba unos últimos ingresos, entraron por la puerta con brusquedad y no demoré mucho en reconocerlo, por el perfil. Es el hermano de este niño.

—Vámonos —le ordenó al chico, quien venía del cuarto de descanso.

—Sí... —se colgó la mochila y se dirigió a mí—. Nos vemos.

—Apúrate —insistió el otro ya yéndose, de modo que al niño no le quedó más que salir corriendo tras él.

Es un bravucón, es la única opinión que tengo.

En fin, ya no pude esperar más, así que, en cuanto vi la oportunidad, precisamente al día siguiente, acorralé a Julieta cuando iba camino a la sala del Consejo, en un pasillo donde no estuviéramos a la vista de nadie.

—Y, ¿qué?, ¿terminarás conmigo? —pregunté con seriedad.

—... —No quiere verme a los ojos—. Hablaremos de esto después, en mi casa... —intentó irse, a lo que sujeté su cara para que me mirara y lo hizo.

Su respiración está temblando, igual que ella, y ni hablar del sonrojo.

Me incliné hacia ella, sin embargo, venían bajando de las escaleras a mis espaldas, por lo que Julieta aprovechó que volteé y salió corriendo.

Me pasé una mano por el cabello, pensando en qué demonios estuve por hacerle.

Ariel me pidió vernos el sábado, solo que no estaba de humor para salir, así que le dije que se lo compensaría el mes próximo. Comienzan las vacaciones de verano y puede que tenga un poco más de tiempo libre.

El domingo fui a casa de Julieta. Sus padres estaban abajo, viendo algo en la televisión, por lo que nada más saludé y subí con ella a su habitación.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora