Capítulo 60

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Solté mi mochila en el piso y me quedé de pie donde estaba, ante la mirada de ambos. Parecen asustados... o confundidos.

Creo que fueron más de cinco minutos en silencio, por parte tanto mía como de ellos.

—Lisa... —masculló Iñaki—, ¿por qué no nos dijiste nada? —cuestionó en un tono que apenas pude escuchar.

Antes necesito saber qué saben o qué asumieron.

—Di algo, por favor —me suplicó Ariana con los ojos llorosos.

—...

—¡¿Estuviste en la cárcel?! —gritó él.

Se me detuvo el corazón.

—... —apreté los labios, negándome a contestar. No puedo decirles nada. No quería que se enteraran, no hoy, no así.

—Respóndenos —ordenó Ariana en un tono severo.

Ya no tiene ningún caso. Están preguntándome porque lo quieren escuchar de mi propia boca, no porque sigan teniendo la duda.

—... Sí —dije rendida, sin tener el valor de mirar a ninguno a la cara.

—¿Qué hiciste? —preguntó Iñaki.

—No puedo decirles —farfullé.

Se lo pensaron unos momentos, asimilando tal vez los motivos por los que me niego a dar una explicación.

No importa cuánto me lo pregunten, no voy a decir ni a justificar nada. Jamás lo he hecho y jamás lo voy a hacer.

Iñaki enalteció la cabeza, preparándose para hablar. Antes me miró, durante unos segundos.

—Toma tus cosas y vete —determinó.

—... —sentí que no podía respirar—. Está bien.

Subí a la habitación, cerré y lo primero que hice fue una llamada. Tomé asiento en la cama, con la cabeza agachada y una mano en la frente, esperando a que respondiera.

¿Qué pasó? —atendió al cabo de un minuto.

—... Necesito que me ayudes —hablé en voz baja.

Recogí únicamente lo que era mío, lo cual fueron muchas más cosas que con las que llegué. Me atreví a llevarme todo lo que yo misma compré y necesitaba, además, ellos no las querrían para nada.

Hice una maleta y en una mochila metí algunos objetos más. Estoy dejando varias pertenencias que no puedo llevarme en este momento y tal vez las termine abandonando, no es que tenga el descaro de venir por ellas como si esta fuera mi casa.

Bajé a la sala. Ariana e Iñaki se encontraban cerca del comedor. Dejé mis cosas en la entrada.

—... —suspiré y me acerqué. Nada más puse en la mesa las llaves de su casa que ellos me habían dado—. De verdad lo siento.

Salí por la puerta, hacia el auto que me esperaba afuera. Al único que se me ocurrió llamar, y que podía ayudarme, fue Vicente. Nada más le dije que Iñaki se había enterado y vino enseguida.

Me ayudó a subir mis cosas al portaequipaje. Antes, volví para darle un beso a Bella en la cabeza.

Cerré la reja, después subí al auto, el cual arrancó Vicente una vez que él también abordó y se puso el cinturón.

—Todo va a estar bien —dijo en el camino.

—... —me crucé de brazos y miré por la ventana.

—Te voy a llevar al departamento que te había conseguido antes. Es de reinserción social, así que no te preocupes por el alquiler. Cuando puedas comenzar a pagarlo, será tuyo completamente.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora