Capítulo 40

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El viernes, toda la tarde en la librería, estuve pensando en que tengo que poner distancia entre Julieta y yo. Al principio, ella en realidad no me importaba y puedo seguirlo diciendo con convicción, sin embargo, no puedo negar que me sentí aliviada cuando dijo que volveríamos, durante el viaje.

No quiero ni reflexionar en si todo lo que les he dicho a Clara y Mike sobre ella ha sido una mentira del todo o no, como el que me siento como un perro extraviado sin ella.

Suspiré.

—¿Tu suspiro tiene nombre? —preguntó el niño, mientras se paseaba con la escoba.

—Se llama "cansancio" —respondí.

—Curioso nombre el de tu novia.

—... —eché la cabeza atrás. Estaba en la silla detrás del mostrador, con los brazos cruzados y los pies sobre la vitrina—. ¿Ya hiciste algo con respecto a tu hermano?

—No, solo empecé a ignorarlo.

—Si eso te funciona —le di por su lado—. ¿Qué hay de tus padres?

—Trabajan.

—¿Nada más son tú y él? —Asintió—. Debe ser aburrido entonces.

—Dijiste que hiciera algo al respecto —se quejó.

—No que lo ignoraras, además, no sabía que era la única compañía que tenías...

—Eres tú la que lo está mal aconsejando —irrumpió la fuerte voz del hermano, a quien nunca escuché entrar.

—Gabriel, espérame afuera...

—¡Tú cállate! —interrumpió al niño, dejándolo atemorizado, y se aproximó al mostrador, de donde no me moví ni un poco—. ¿Quién te crees que eres para decirle qué hacer?

—Tengo órdenes de no dejarte entrar, ¿puedes esperar a tu hermano afuera? —dije con tranquilidad.

—No vuelvas a hablar con René —amenazó no sé muy bien con qué. Posteriormente se volvió al niño—. Apúrate —ordenó y se dirigió a la salida para aguardar afuera.

Miré al otro, bastante asustado.

—Vas a tener que hacer algo mejor que ignorarlo —indiqué.

Al día siguiente, en la mañana, al momento en que me lavaba los dientes, Julieta me envió una dirección. Tomé el teléfono y presioné el link, es un bar que sí conozco.

Creí que lo de Danielle sería en su casa o en un lugar diferente. En fin, dijo que la viera ahí a las ocho, así que no hay prisa.

Hice tiempo con tareas en el jardín, como limpiar los eventuales desastres de Bella o barrer las hojas caídas, además de lavar ropa.

A las 6:30, me di un baño, vestí lo que suelo y salí en dirección al bar. Julieta no me dijo si llegaría antes y espero que no.

Llegué en un taxi. Afuera me encontré con Clara y Mike, ambos a punto de entrar.

—¡Mira! —la chica anunció mi presencia.

—¿Por qué están aquí? —pregunté.

—Danielle me invitó. A este me lo traje —señaló a Mike con el pulgar.

—Creo que Julieta y sus amigas están adentro —comentó el chico.

Pagamos por las entradas y, por suerte, nos permitieron el paso. Pensé que no me dejarían entrar.

Todo lo que estaba buscando era una cabellera castaña y nada más. ¿Por qué tuvo que ser en esta clase de lugar, en este precisamente?

La vi de espaldas, de pie frente a una mesa, conversando con un tipo que no parece estar preguntándole la hora.

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora